Trabajo decente

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El trabajo decente es, según la ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO, «un trabajo productivo para hombres y mujeres en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana». El concepto de trabajo decente lleva implícitos cuatro objetivos estratégicos: los derechos en el trabajo, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social. Cada uno de estos objetivos desarrolla una función para la consecución de fines más amplios, como la inclusión social, la erradicación de la pobreza, el fortalecimiento de la democracia, el desarrollo integral y la realización personal.

El trabajo decente es un concepto propuesto por la OIT y aceptado por la comunidad internacional para fijar las características que debe agrupar una relación laboral que cumpla los estándares laborales internacionales. Por debajo de ellos debe entenderse que los derechos humanos del trabajador han sido violados y que no existe, en puridad, un trabajo libre. El trabajo decente es una de las demandas globales más relevantes en un mundo en continua evolución; es un objetivo de alcance universal e indivisible, fundado en valores y principios fundamentales. El trabajo decente supone que hombres y mujeres disponen de oportunidades para realizar una actividad productiva que aporte un salario justo, seguridad en el trabajo y protección social, ofreciendo mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social y garantizando los derechos de participación y asociación, así como la igualdad de oportunidades y de trato para todos y todas.

Globalización justa y sostenible

El trabajo decente se plantea como alternativa a la ofensiva mundializadora del capital contra el trabajo y a la recesión mundial que ha provocado, la cual ha agudizado el desempleo y la pobreza estructurales a escala global. El trabajo decente busca expresar lo que en un mundo global debe ser un trabajo digno, con respeto a los principios y derechos laborales fundamentales. No es posible garantizar la estabilidad económica mundial sin una globalización justa y sostenible que sitúe al trabajo decente en el núcleo de las decisiones estratégicas. De ahí la necesidad de un diálogo social tripartito sobre empleo y prácticas sociales globales, que haga del trabajo decente un elemento central de las políticas nacionales e internacionales, en un contexto donde la crisis económica y financiera se ha convertido además en una crisis del empleo, intensificando la vulnerabilidad e inseguridad laborales y favoreciendo el aumento de la pobreza mundial.

La jornada mundial por el trabajo decente, promovida por la Confederación Sindical Internacional y que se celebró por vez primera el 7 de octubre de 2008, tuvo como objetivo central reclamar en un mundo globalizado normas universales que regulen el trabajo y las circunstancias en que se desenvuelve. Una globalización justa y con derechos debe garantizar que las políticas nacionales e internacionales tengan unos objetivos bien definidos de empleo pleno y productivo, trabajo decente para todos y erradicación de la pobreza.

Desempleo y precariedad en el empleo

La relación empleo-población es uno de los indicadores principales de trabajo decente elaborados por la OIT en la reunión tripartita de expertos sobre la medición del trabajo decente llevada a cabo en Ginebra entre los días 8 y 10 de septiembre de 2008.

La crisis económica ha trasladado sus efectos al mundo laboral con resultados tan devastadores como son una profunda destrucción de puestos de trabajo y situaciones de precariedad en el empleo. Esta realidad se ha visto agravada con reformas estructurales y flexibilizadoras del mercado laboral que favorecen la inestabilidad laboral, facilitan el despido y someten a las y los trabajadores a las fluctuaciones de los MERCADOS.

La precariedad, temporalidad e inestabilidad en el empleo, así como la destrucción desorbitada de puestos de trabajo, motivaron en junio de 2009 la adopción por parte de la OIT de un Pacto Mundial para el Empleo, con el objetivo declarado de «orientar políticas nacionales e internacionales destinadas a estimular la recuperación económica, a generar empleos y a proteger a los trabajadores y a sus familias en un escenario de crisis que genera aumento del desempleo, pobreza y desigualdad, y provoca el colapso de numerosas empresas».

Condiciones laborales precarias

El trabajo con condiciones laborales precarias se aleja de los objetivos del trabajo decente y genera mayor desigualdad, inseguridad e inestabilidad económicas para las y los trabajadores, sus familias y las sociedades.

Los cambios habidos en las legislaciones laborales han favorecido la erosión de los derechos y la desprotección de los trabajadores en muchos países, con fórmulas de trabajo precario que se han extendido a todos los sectores de actividad a través de determinadas prácticas que dificultan el desarrollo de un trabajo digno, tales como la contratación temporal sin causa, intermediación laboral, SUBCONTRATACIÓN de obras y servicios a otras empresas, contratación de falsos trabajadores por cuenta propia, períodos de prueba excesivos, trabajo a tiempo parcial, trabajo a domicilio, etc. Esta situación se ha extendido a los países industrializados y ha contribuido al aumento global de la miseria. Más de 1.200 millones de trabajadores y trabajadoras del mundo viven por debajo del umbral de la pobreza. Esta tendencia, severamente agravada con la crisis económica, tiene mayor impacto en las mujeres, cuyas capacidades para obtener ingresos se han visto seriamente restringidas.

Salario mínimo decente

La existencia de trabajadores por debajo del umbral de la pobreza proporciona datos sobre la remuneración del trabajo, pero también da cuenta de la inexistencia o ineficacia de sistemas de protección social y de otros elementos cualitativos vinculados al trabajo decente. Es poco probable que un empleo sin una RETRIBUCIÓN suficiente o decente cuente sin embargo con otros derechos y garantías asociados al empleo.

Con la crisis económica y financiera se ha reducido a la mitad el crecimiento salarial a nivel global. El informe de la OIT sobre el salario en 2010 alerta del descenso salarial medio mundial —con la excepción de China— en un 0,8% en 2008 y 0,7% en 2009. Estas cifras evidencian que la recesión ha sido dramática no solo para los millones de personas que han perdido su empleo, sino también para los que lo han mantenido, ya que han visto reducido su poder adquisitivo y su bienestar general, con una progresiva degradación de sus derechos sociales.

La negociación colectiva y el diálogo social son instrumentos esenciales en la consecución del trabajo decente. Allá donde la negociación colectiva ofrece mayor cobertura y donde existe un salario mínimo, las RETRIBUCIONES son superiores y se reduce la desigualdad salarial, siendo las mujeres las que más se benefician de este colchón debido a su sobrerrepresentación en los empleos peor retribuidos.

La declaración de Filadelfia sobre las metas y objetivos de la OIT recuerda que el trabajo no es una mercancía, y que si se presiona el trabajo a la baja se produce una ineficiencia económica. Los efectos positivos que el salario y la cobertura social tienen en la productividad permiten sostener que los procesos de precarización llevan a la ineficiencia económica y productiva.

 


BIBLIOGRAFÍA:

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  • CASTEL, R. (1997): La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado, Paidós, Barcelona.
  • OIT (2009): Tendencias mundiales del empleo. Enero de 2009, Departamento de Comunicación y Publicaciones de la OIT, Ginebra.
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  • SÁNCHEZ, A. (1999): Trabajo y desarrollo. Globalización de la economía e internacionalismo obrero, Fundació Pau i Solidaritat, Valencia.