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El indígena misak que confrontó a Smurfit Kappa en Dublín

Ricardo Ávila Palacios (El Espectador, 8 de mayo de 2022)

Lunes 9 de mayo de 2022


Foto: Stephen S T Bradley

El pasado viernes 29 de abril, la asamblea de accionistas de Smurfit Kappa —celebrada en uno de los salones del hotel Herbert Park, de Ballsbridge, en Dublín (Irlanda)— contó con la inesperada presencia de un indígena misak, quien no estaba interesado en el rendimiento accionario de la compañía sino en darse a conocer y difundir un mensaje de su pueblo.

La llegada al recinto del taita (así les dicen a los exgobernadores en esa comunidad indígena del Cauca) Pedro Josse Velasco Tumiña —líder del Pueblo Ancestral Misak (Guambiano)— estuvo acompañada por unas treinta personas, que lo apoyaron en su intención de dar un discurso sobre el presunto daño que las operaciones de Smurfit Kappa están causando al medio ambiente en Cajibío (Cauca) y en otras zonas del suroccidente de Colombia, y sobre la acumulación de tierras por parte de esa multinacional.

Cuando Anthony Smurfit entró en la sala de reuniones, los manifestantes lo abuchearon por la “destrucción de tierras en Colombia”, pero no respondió, según describió un diario de Dublín.

Smurfit Kappa es una multinacional irlandesa líder mundial en producción de papel y cartón. “La presencia de Smurfit Kappa en Colombia puede decirse que comienza en 1986, al adquirir la Container Corporation, que ya estaba en el país a través de su participación en la empresa Cartón de Colombia. Desde entonces, fue ampliando su porcentaje de propiedad en su filial colombiana hasta alcanzar el 99 % de las acciones”, reseña el informe “Smurfit Kappa en Colombia: impactos socioecológicos y violaciones de derechos humanos”, elaborado por el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL), SumOfUs y el Centro Latinoamericano de Solidaridad (LASC por sus siglas en inglés).

SumOfUs y LASC, precisamente, lideraron el grupo de protesta ese viernes en la capital irlandesa. En las afueras del hotel parquearon una camioneta con una valla publicitaria en la que imprimieron la imagen de Anthony Smurfit, director ejecutivo de la compañía, con la leyenda: “Destruyendo tierras ancestrales indígenas desde 1986″.

“Mi nombre es Pedro Misak, originario de América del Sur, de un pueblo ancestral que ha resistido por siglos el embate de múltiples colonizaciones que han amenazado nuestra existencia tanto en el tiempo como en el espacio. He viajado miles de kilómetros desde mi casa para mirar al CEO de Smurfit Kappa a los ojos y pedirle a su empresa que deje de destruir nuestras tierras ancestrales”.

Con esas palabras, el taita Velasco comenzó su intervención ante un grupo de por lo menos cincuenta personas. Afuera resonaban los cánticos de “Smurfit, Smurfit, Smurfit: out, out, out!” y “Larga vida al pueblo misak”.

“Esta corporación [Smurfit Kappa] ha concentrado las tierras disponibles para la agricultura, ha arruinado nuestros medios de subsistencia, ha interrumpido nuestro suministro de agua y alimentos y ha talado la selva tropical y bosques andinos, todo con fines de lucro. Su alto índice de concentración de la propiedad de la tierra ha impactado en la dinámica social de la región y agudizan conflictos territoriales con comunidades indígenas, campesinas y afrocolombianas. Es hora de que esta tierra sea devuelta a sus legítimos propietarios”, expuso el taita con voz firme.

Explicó que el problema fundamental que originó el conflicto armado en Colombia es la acumulación y concentración de la tenencia de la tierra, “porque mientras propietarios que representan hoy el 0,02 % de la población acaparan más del 40,89 % de la tierra en Colombia, el 80 % de familias de pequeños agricultores tienen solo 5,95 % de toda la superficie agrícola. Esto también se ve reflejado en el índice de la tenencia de la tierra de Gini, el cual es uno de los más altos de Latinoamérica”.

El taita describió cómo la tierra apta para la agricultura en Colombia es capitalizada por corporaciones para la producción de agrocombustibles (palma aceitera, caña de azúcar), ganadería extensiva y pino y eucalipto para producción de papel. “Lo que nos hace un país dependiente de las importaciones para alimentarnos y para alimentar a nuestros hijos”.

Al mencionar el Acuerdo de Paz suscrito en 2016 entre el gobierno Santos y las Farc, señaló que para implementar el punto uno de ese compromiso (Reforma Rural Integral) “es necesario interrogarnos sobre quiénes están acaparando y capitalizando la tierra en Colombia, y en este momento es menester decirles que la presencia de la inversión de empresas como esta profundiza el conflicto social y político en Colombia, puesto que ha agudizado las tensiones de concentración en la tenencia de la tierra, acaparando las tierras más fértiles y las más cercanas a centros poblados”.

La respuesta de Smurfit Kappa

Finalizado el discurso del taita Velasco, la multinacional ya tenía listo un comunicado (en inglés*) para salirles al paso a los cuestionamientos del líder indígena.

“Rechazamos enfáticamente cualquier acusación en nuestra contra que afirme cualquier ilegalidad con respecto a la adquisición de los bosques de Smurfit Kappa”, dice un aparte del documento.

“La empresa Smurfit Kappa ha operado con orgullo en Colombia desde 1944″. El comunicado explica que la multinacional emplea a aproximadamente 6.800 personas y apoya empleos indirectos. “Poseemos 67.000 hectáreas de tierra, 45.000 hectáreas están plantadas con bosques comerciales y 22.000 hectáreas son bosques naturales. Una de nuestras propiedades forestales está ubicada en Cajibío, en la región del Cauca”.

Smurfit Kappa asegura que comenzó a adquirir legalmente fincas en Cajibío hace 52 años, de legítimos titulares de la propiedad, quienes habían dedicado la tierra a la agricultura y al pastoreo de ganado; y precisa que hoy posee aproximadamente 2.700 hectáreas de fincas en esa población que, según la página web municipios de Colombia, tiene una extensión de 52.600 hectáreas. Es decir, son dueños del 5,13 % de ese territorio.

“Antes de la adquisición de estas fincas por parte de Smurfit Kappa, no había ninguna comunidad indígena habitando en el municipio de Cajibío. Nos enteramos por primera vez de las protestas de la comunidad indígena misak contra las actividades de Smurfit Kappa en julio de 2021″, narra otro apartado de la réplica.

En diálogo telefónico con El Espectador, desde Dublín, el taita Velasco afirma desconcertado que “es un descaro que Smurfit Kappa-Cartón de Colombia manifieste que apenas conocieron en 2021 la lucha en el Cauca del pueblo misak por la recuperación de la tierra. ¿Cómo puede ser posible que desde 1944 nunca tuvo conocimiento de la presencia de culturas ancestrales en el departamento del Cauca?”.

Narella Forte, coordinadora del Centro de Solidaridad con América Latina, le dijo a un medio de comunicación irlandés que “no solo las tierras de los pueblos indígenas han sido tomadas, es el daño ambiental lo que es irreversible. Queremos que devuelvan las tierras y dejen de hacer monocultivos”.

Smurfit Kappa también afirma que “no extrae ni utiliza madera de las selvas tropicales” y que están certificadas por el Forestry Stewardship Council (FSC), organización que promueve el manejo ambientalmente apropiado, socialmente beneficioso y económicamente viable de los bosques del mundo. Pero la certificación FSC no goza de buena reputación, a juzgar por un documental de Deutsche Welle (DW) que ronda por la internet. DW es un servicio de radiodifusión internacional financiado con presupuesto fiscal federal alemán.

La investigación lamenta que las selvas vírgenes desaparecen cada vez con más rapidez. Tal vez la etiqueta ecológica FSC, creada con buenas intenciones, logre precisamente lo contrario que pretendía, puesto que no impide la deforestación ilegal y engaña al consumidor, advierten Manfred Ladwig y Thomas Reutter, tras filmar durante meses talas en puntos cruciales del globo terráqueo para mostrar el trasfondo de la industria maderera.

Desde el año 2000, dice la presentación del informe, la selva virgen camboyana ha quedado reducida a 25 kilómetros cuadrados tras sufrir una tala intensiva.

DW develó que el FSC no siempre retira la etiqueta ecológica a empresas acusadas de procesar madera de bosques talados ilegalmente o que una empresa condenada por hacer talas ilegales en la selva tropical brasileña puede continuar utilizando la etiqueta de forestación sostenible. En una carta enviada a FSC en 2006, se exigía quitar la certificación a Smurfit Kappa por las evidencias de sus impactos negativos sobre las fuentes de agua, los bosques nativos y la producción agropecuaria de las comunidades locales. A pesar de las reiteradas denuncias, aún no se ha retirado este sello a la madera utilizada por la empresa.

“El documental original dura cerca de hora y media, pero es tal el poder de esa compañía que logró bajarlo de internet y luego hubo un lío en Alemania, por lo que volvió a ser publicado, pero reducido a 48 minutos. De todas maneras, sigue siendo un muy buen documento sobre la falsedad de las certificaciones, que son uno de los grandes negocios hoy en el mundo”, comenta el activista ambiental Néstor Ocampo, quien desde Salento (Quindío) es un opositor de Smurfit Kappa, debido, según dice, a los daños ambientales que ha causado allí. Por ahora, el taita Velasco —sociólogo de la Universidad Externado— cree que cumplió su misión: “Si los accionistas de Smurfit Kappa no sabían que existían indígenas, pues ya conocieron uno en su cocina”. Sin embargo, aún queda mucho camino por andar.


Ver en línea : El Espectador, 8 de mayo de 2022.