OMAL

Periferias

María González Reyes

Domingo 25 de agosto de 2019

Riesgo. Peligro. Miedo. Yo vivo ahí, en la periferia de la ciudad. Afuera. Así dice la gente que es mi barrio. Un lugar donde corres riesgo de que te pase cualquier cosa. Un lugar peligroso. Un lugar que da miedo. A mí no. No nací aquí pero creo que me moriré aquí. Trabajo cuidando a un hombre mayor que vive en el centro de la ciudad. También, a veces, a dos niñas pequeñas. Todos viven a hora y media en transporte público de mi casa. Y a eso súmale doce horas al día. Eso es lo que trabajo. Casi todos los días. La semana empieza el lunes y acaba el domingo. Libro una tarde. Ayer fui al médico. “Doctora no sé qué me pasa, me duele todo”. Me miró, no dijo nada con palabras, pero en realidad yo entendí. “Te pasa la vida”. Y así, ya está. No hay salida.

Pero me gusta este barrio. A veces puede parecer un lugar abandonado. Los edificios. Las calles. La suciedad. Pero hay mucha gente viviendo aquí. Muchísima. Al principio solo hablaba con las de mi país, aquí somos muchas, trabajamos en lo mismo. Ahora ya hablo con todo el mundo. Me encanta hablar de cosas aparentemente sin importancia. Hablo en el portal. Hablo en el mercado. Hablo en la plaza. Hablo por la ventana que da al patio interior cuando tiendo la ropa (y a veces sin tener que salir a tenderla). Hablar me hace sentirme menos frágil, es como si hubiera una red que me ayuda a no caerme. Las conversaciones. Las palabras de ánimo. Las risas. Te sorprendería cuánto se ríe en mi barrio la gente. Aunque a veces duela todo.

Muchas coincidimos en el bus camino a la ciudad. Tan temprano que es de noche. Ahí hablamos menos.

Vidas desbordadas. Precariedad. Estallido. Yo vivo ahí, en la periferia de la ciudad.


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