OMAL

Falta una calle

María González Reyes

Domingo 8 de enero de 2017

Lleva todo atado al soporte con dos ruedas que fue carro de la compra. Lo ató con cinta adhesiva (la más gruesa que encontró) y le dio muchas vueltas para asegurarse que nada se desprendería del soporte. Ató el amplificador de sonido, el dispositivo para reproducir la música y un vaso. Por si alguien se baja del metro antes de que termine la canción y quiere echar una o dos monedas. Además de la cinta adhesiva el bafle está recubierto de una camiseta (azul, de licra) que usaron antes dos mujeres que no son ella. El bafle va vestido con una camiseta azul estampada con flores y suena. Tres acordes y entra ella con la flauta. Él la mira. La melodía dura justo dos estaciones. Recorre rápidamente el vagón de un lado a otro para facilitar la entrega de monedas a cambio de la música abriendo un pequeño bolso que despega de su cuerpo. No pone la mano porque sabe que es más fácil que las monedas caigan en el anonimato del bolso (separado del cuerpo) que en el tacto de su mano. La mano que tocó la flauta. Luego corre a otro vagón. Buenas tardes. Y comienza de nuevo.

Max se pregunta si la chica de pelo negro sobre la flauta será una emprendedora. Se pregunta si emprender es tunear un carro de la compra y salir a la calle (¿por qué no?). Piensa si eso será el emprendimiento del que le hablaban insistentemente en la universidad, del que repiten machaconamente en las noticias. Se pregunta si cuando los que mandan hablan de “jóvenes emprendedores” en realidad lo que buscan es amontonar la responsabilidad de que no haya trabajo sobre las personas paradas. Se pregunta si no será una manera de eludir su responsabilidad.

Sale del metro rápido, como buscando un poco de oxígeno que sabe que no encontrará, como buscando una calle que sabe que falta, como buscando un cartel que indique la salida aunque sabe, desde hace tiempo, que lo arrancaron.


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