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Deuda ecológica

Miércoles 26 de diciembre de 2012

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La deuda ecológica es la deuda acumulada por los países industrializados del Norte frente a los países del Sur global por el saqueo de sus recursos naturales, el comercio injusto, el daño ambiental y el aprovechamiento exclusivo del espacio ambiental como sumidero de sus residuos. La contribución de las transnacionales a este tipo de deuda ha sido elevada a través de los llamados pasivos ambientales: contaminación del agua y el suelo con sustancias tóxicas por la explotación de hidrocarburos y minerales, eliminación de ecosistemas de gran valor ecológico a partir de la construcción de grandes presas hidroeléctricas, entre otros.

La palabra deuda significa, en términos generales, la obligación de pagar, satisfacer o reintegrar a otra persona algo, o la obligación moral contraída con alguien. Los países enriquecidos del Norte global tienen, por el injusto aprovechamiento ecológico histórico y actual, una obligación contraída con el Sur; una obligación que, además de moral, es también física y concreta y, por tanto, resarcible por diferentes vías económicas, políticas y sociales. Cuando hablamos de deudores, no solo nos referimos a las sociedades consumidoras del Norte, a su tejido industrial o a sus gobiernos, también estamos hablando de las EMPRESAS TRANSNACIONALES con sede en estos países que extraen o invierten en el Sur, en condiciones mucho más favorables que en sus países de origen.

El concepto de deuda ecológica nació a partir de diferentes colectivos y asociaciones del llamado Sur —Jubileo Sur, Instituto de Ecología Política de Chile, Acción Ecológica de Ecuador y Jubileo 2000— para denunciar un esquema internacional presente desde la colonia y acentuado hasta la actualidad, en el que los países empobrecidos han representado la despensa y el basurero de los países enriquecidos, mientras que estos últimos han contribuido muy superiormente a los problemas ambientales globales. El nacimiento del término va de la mano de las campañas de denuncia sobre la injusticia de las deudas externas de los países del Sur. La imposibilidad de pagar los crecientes intereses de las deudas externas perpetuó la espiral de más préstamos, paquetes de reformas estructurales y apertura a la inversión extranjera, saqueo y pobreza, e imposibilidad de pagar los intereses de los préstamos. Frente a esta realidad, el Sur comenzó a denunciar la enorme deuda ecológica, mucho mayor que su deuda externa, que los países enriquecidos tienen con ellos.

Podríamos también hablar de deudas sociales, culturales y políticas con el Sur, por la explotación laboral de personas, la mutilación cultural y las imposiciones regulativas. De cualquier manera, hay que resaltar que dentro de “lo ecológico” se engloban también toda una serie de daños indirectos que afectan a otros ámbitos. Por ejemplo, a la hora de analizar impactos ecológicos es imposible obviar las consecuencias de los mismos sobre la población afectada. Consecuencias que son de muy diferente índole, afectando a la salud, la SOBERANÍA ALIMENTARIA, la economía o la cultura local, y también a la economía y la soberanía estatal. Sin embargo, se utiliza el concepto de deuda ecológica por atender a cuestiones inicialmente de carácter biofísico, aunque quizás sería más oportuno hablar de deuda socioambiental.

Desglosando el término

De manera más precisa, la deuda ecológica que los países enriquecidos tienen contraída con los países empobrecidos se puede dividir en cuatro componentes, como vemos en siguiente tabla. Según Hoyos, en 2005 la deuda acumulada del carbono a nivel mundial era, como mínimo, de 3 billones de euros —siendo los países enriquecidos los mayores deudores—, mientras que la deuda externa mundial ese mismo año rondaba los 8,5 billones.

 

MECANISMOS DE GENERACIÓN DE DEUDA ECOLÓGICA CENTRO-PERIFERIA.
MECANISMO CARACTERÍSTICAS
Deuda del carbono Contaminación desproporcionada de la atmósfera debida a la emisión de gases de efecto invernadero
Biopiratería Apropiación intelectual de conocimientos indígenas ancestrales
Pasivos ambientales Coste ecológico que conlleva la extracción de recursos naturales para la exportación
Transporte de residuos tóxicos Exportación de residuos tóxicos de los países centrales a los periféricos

 

Por otro lado, se pueden distinguir tres grandes grupos de deudores en el vínculo ecológico Norte-Sur. En primer lugar, las grandes transnacionales, como la estadounidense Chevron-Texaco y, en el ámbito estatal, Repsol, BBVA e Iberdrola. Ya sea por su actividad directa o por sus inversiones, las corporaciones transnacionales están generando grandes pasivos ambientales en el Sur que no son considerados en sus cuentas, ni son resarcidos ni restaurados. En febrero de 2011, un tribunal ecuatoriano sancionó a Chevron-Texaco con 8.600 millones de dólares de multa por contaminar la Amazonía durante 18 años. En enero de 2012, el mismo tribunal duplicó la sanción, pero la petrolera sigue recurriendo tratando de hacer prevalecer acuerdos comerciales para no asumir su responsabilidad.

El BBVA ha financiado numerosas actividades en América Latina y Asia con graves impactos sobre el medio ambiente y las sociedades que en ella se sustentan, tales como la extracción petrolera —con Repsol y otras compañías—, minería, construcción de grandes embalses, agronegocios, etc. Por poner otro ejemplo: Iberdrola participa en la construcción en Brasil de una de las presas hidroeléctricas más polémicas del planeta, la de Belo Monte en el río Xingu, uno de los mayores afluentes del Amazonas, que de construirse podría suponer el desplazamiento de una población de más de 50.000 indígenas.

En un segundo grupo estarían los gobiernos del Norte que apoyan la actividad exterior de estas empresas y allanan el camino legal para sus proyectos e inversiones. La Iniciativa de Materias Primas de la Unión Europea es un claro ejemplo de actualidad: esta estrategia pretende conseguir que las compañías europeas tengan acceso a los minerales clave para la economía europea en los llamados países en desarrollo, según la Comisión Europea a partir de la eliminación de las «distorsiones del mercado internacional, como tasas de exportación o restrictivas reglas de inversión», aunque esas “distorsiones” puedan ser políticas de desarrollo en el Sur.

En un tercer grupo se hallan quienes consumen y se benefician de los bajos precios de los productos que compran y, por tanto, de que no se pague justamente ni a las personas trabajadoras del Sur ni por lo contaminado. La extracción de los minerales, el pescado o la gasolina que consumimos tiene unos impactos ambientales que no son reparados en regiones como Bolivia, el océano Índico o Nigeria.

Contaminar y saquear en el Sur es más barato que en el Norte, esa es la única contabilidad. Aunque muchos impactos socioambientales deberían ser resarcidos e integrados a los costes de operación —internalizar las externalidades— , algunos son lógicamente difíciles de medir en términos económico-monetarios: por ejemplo, ¿cuánto vale un bosque o una vida humana? Pero al menos una aproximación cuantitativa a la deuda facilita el enjuiciamiento y sanción de los agentes deudores, como Chevron Texaco en Ecuador, resarciendo en parte la deuda ecológica. Todo ello abre además un horizonte de reflexión sobre lo mucho que ha dependido el supuesto desarrollo del Norte de los recursos naturales y humanos del Sur y sobre la necesidad de buscar vías para deshacer ese camino.

 


  • HOYOS, D. (2009): “Cambio climático y deuda ecológica. La deuda del carbono en la Comunidad Autónoma del País Vasco”, en BARCENA, I.; LAGO, R. Y VILLALBA, U. (eds.), Energía y deuda ecológica, Icaria, Barcelona.
  • MARTÍNEZ-ALIER, J. Y OLIVERAS, A. (2003): ¿Quién debe a quién? Deuda ecológica y Deuda Externa, Icaria, Barcelona.
  • ORTEGA CERDÁ, M. (coord.) (2005): La deuda ecológica española, Muñoz Moya, Universidad de Sevilla.
  • RUSSI, D.; PUIG, I.; RAMOS, J.; ORTEGA, M. Y UNGAR, P. (2003): Deuda ecológica. ¿Quién debe a quién?, Icaria, Barcelona.
  • URKIDI, L.; BARCENA, I.; LAGO, R. Y MANTXO, M. (2012): “Deuda energética vasca 2011: la energía que consumimos y lo que le debemos al mundo”, Ecología Política, nº 42.