
28 personas murieron el 8 de febrero en un taller textil clandestino en Tánger. Las grandes multinacionales del sector que subcontratan estas instalaciones han anunciado más inspecciones y firmado acuerdos de “responsabilidad social”. Pero la tragedia se repite a cada tanto, porque no son accidentes: es un modelo basado en la explotación de seres humanos.