Eran las 8:36 del día siguiente y habían dejado desparramados por el suelo del último bar los deseos para irse a vivir al campo juntas.

A esa hora de la mañana coinciden en las calles las personas que salen a hacer deporte, las mujeres mayores que se apoyan en el carro de la compra para caminar y las que se niegan a que la noche de fiesta termine.

Y es justo en ese cruce de pies que caminan a distintos ritmos donde los sueños de unas se enredan con los de las otras. Sueños que se entrelazan en un espacio que se mueve por encima de la altura a la que están sus cerebros y por debajo del lugar que ocupan las nubes.

Ese día, como no querían que la noche de fiesta se terminase, decidieron atrapar algunos de esos sueños y escribirlos en las paredes de las calles.

Cuentan que ese fue el inicio de todas las revoluciones sociales que ocurrieron después...