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Los pies en el agua

María González Reyes

Domingo 27 de marzo de 2022

Meter los pies en el agua. Solo pienso en eso. Mis pies en el agua. Es curioso eso que ocurre. La manera de conectarse que tienen los pies y la cabeza. Si los pies están tranquilos la cabeza está tranquila. Por eso necesito meter los pies en el agua. En realidad me sirve cualquier lugar. Un charco, un balde con agua, una bañera. Aunque si puedo elegir prefiero las olas.

Te mandé un mensaje: “no llego a tiempo”. Cuatro palabras que me costó escribir casi media hora de camino circular alrededor de esta manzana de edificios. Llevo siete vueltas y media. Me faltó la palabra “quiero”. Me faltó eso. Decirte la intención, que no es que no llegue, es que no quiero llegar. Que no quiero abrir esa puerta. Nuestra puerta.

No puedo decir que no sé qué pasó. Porque sí que ocurrió una cosa. Ocurrió que te quedaste sin trabajo. Te echaron, te fuiste. Da igual. Sin trabajo. Aunque en realidad no te fuiste, te echaron. Y en este mundo sin trabajo dejamos de ser. Somos el trabajo que hacemos. Y a la par que te quedaste sin trabajo te quedaste sin sentido del humor. Sin ganas de salir a calle y sin ganas de follar. Todo a la vez.

¿Quién nos convenció de esto? ¿Cuándo dejamos de ser todo lo demás para convertirnos solo en el trabajo que tenemos? ¿Por qué tú y yo no conseguimos transitar esto sin hundirnos?

Te veo de lejos. Inconfundible. Has bajado a la calle.

Necesitaba tomar aire. Te digo.

Lo entiendo. Contestas. Yo iba a pasarme un rato por la asociación esa que me comentaste de gente que no tiene trabajo, a ver qué tal.

¿Te acompaño?

Claro, si quieres vamos dando un paseo.

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