Sabes que ocurre. Lo sabes porque lo ves. Porque te lo cuentan. Porque conoces sobre qué está organizado el mundo.

Mujeres.

Te relatan con palabras lo que les pasa. Con miedo. Con lágrimas. Con rabia. Y tú las ayudas. Las escuchas. Les dices "no estás sola". Les dices "yo sí te creo".

Y entonces un día. Un miércoles por la tarde. Sin lluvia. Te das cuenta que te pasa a ti también. El miedo. Las lágrimas. La rabia. Y que no es solo él. Son también los otros que le escuchan y no dicen nada. Que te miran y no dicen nada. Que le protegen.

Entonces llamas a una amiga. A María por ejemplo. Y le cuentas. Y le preguntas "¿qué es todo esto que me está pasando?". Y ella te contesta "querida, eso que te pasa es el patriarcado". Y entonces el mundo se divide en dos. En las personas que te creen y en las que se callan, que es otra manera de no creerte.

Me cree mi pareja. Me creen dos compañeros del trabajo. Me cree mi hermano.

Me creen todas las mujeres a las que se lo cuento. Todas.

No me creen, o no dicen nada, que es otra manera de no creer, los que trabajan con él y saben que se pone muy agresivo cuando se siente cuestionado. "Es que él es así", te dicen, "luego se le pasa".

Y entonces comprendes de verdad lo que significa "no estás sola" y "yo sí te creo".

Y sientes que perteneces a esas palabras.

Y respiras.

Y porque sabes que la felicidad solo permanece donde hay justicia decides no esperar a que deje de soplar el viento para seguir caminando.

Y sabes que puedes. Lo sabes porque hay gente que te cree. Porque no estás sola.