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Mesa redonda “Luchas-alianzas en tiempos de pandemia”

De esta salimos con y entre otras, o no se sale

Eneko Calle (Monográfico OMAL, nº 2, febrero de 2021)

Viernes 16 de abril de 2021

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El pasado 10 de diciembre, la Fundación Joxemi Zumalabe organizó una mesa redonda titulada “Luchas-alianzas en tiempos de pandemia”. En la mesa redonda participaron representantes de 4 colectivos sociales, quienes compartieron algunas reflexiones sobre la necesidad de impulsar alianzas para luchar contra la actual crisis que estamos sufriendo: Groseko Auzo Zaintza Sarea (la Red de cuidados vecinal de Gros, Donostia), el colectivo B.A.L.A. (Vitoria – Gasteiz), el movimiento Infernua Bizirik y la asociación de pensionistas Gaur-Geroa - Duintasuna.

Nuestra intención fue colarnos virtualmente en ese espacio para escuchar y compartir con vosotras los aprendizajes extraídos de cada una de esas iniciativas. Porque, aunque estamos viviendo una situación de excepcionalidad que pone en riesgo los derechos civiles de toda la ciudadanía, se han creado nuevas o adaptado viejas experiencias e iniciativas, a la vez que se han construido también redes de apoyo en diferentes barrios, municipios y ciudades de Euskal Herria.

Algunas cosas han cambiado en esta “nueva normalidad”, pero la necesidad de activación social y autoorganización siguen siendo más necesarios que nunca. Si bien pareciera que en otros territorios del Estado español la desarticulación social ha sido mayor, aquí en el Euskal Herria el contexto y la cultura tan interiorizada de solidaridad e internacionalismo, apoyo, mutuo y la referencialidad del movimiento feminista, han ayudado a mantener y construir agendas contrahegemónicas.

Eso no quita para que, en un primer momento, el golpe de la pandemia y las medidas que tomaron las instituciones pusieran patas arriba las agendas de los movimientos sociales. El shock fue tan grande que a una parte significativa de la sociedad civil organizada le costó recuperar una agenda de confrontación respecto a los problemas que ya existían antes de la llegada del Covid-19. La tensión de cómo posicionar emergencias sociales como las migraciones, el cambio climático o la situación de las personas defensoras en un contexto de crisis sanitaria fue patente.

La solución, precisamente, pasó por entender que todos esos problemas globales están interconectados, que sus expresiones más violentas se manifiestan en nuestros entornos más cercanos, y que ahí subyace la necesidad de generar alianzas con y entre otras, de aquí y de allí, para articular nuestras resistencias y luchas.

Si miramos atrás, a los meses en los que de un día a otro nos encontramos confinadas en nuestras casas, la vulnerabilidad para sostener la vida, además de la crisis sanitaria, hizo que se articularan diferentes iniciativas para responder a la emergencia humana que se instauraba en nuestros barrios y nuestras comunidades vecinales. Iniciativas como la Red de cuidados vecinales de Gros, que surge desde una concepción del barrio como centro, en el que el cuidado de la vida del barrio y de sus gentes cobran un significado real.

Las redes de cuidados vecinales se crearon en diferentes pueblos y ciudades de Euskal Herria. Centenares de personas voluntarias se ofrecieron a acompañar y ayudar a las personas más desfavorecidas.

Pero para la creación de estas iniciativas, coinciden todas ellas en la importancia de tener referentes, movimientos sociales (o personas), que las han precedido en las luchas, y de las que pueden extraer aprendizajes y saberes colectivos. Es la necesidad de reconocerse en otras (como Ongi Etorri Erefuxituak, Harrera Sarea o la Plataforma 28J), pero manteniendo una identidad propia y poniendo en valor la interseccionalidad de luchas y opresiones.

En ese sentido, hay movimientos que han convertido en eje de lucha y de articulación la diversidad y el reconocimiento con y entre otras. El ejemplo puede ser Infernua Bizirik, que se definen como un grupo multiétnico, multicultural y de múltiples aspiraciones, identidades y objetivos. Y en el marco de esa gran diversidad se articulan contra la adversidad.

Pero la pandemia no ha afectado por igual a todas las personas ni territorios. La desprotección de las personas más vulnerables ha sido uno de los impactos más evidentes. Desde Infernua Bizirik, vienen denunciando en los últimos meses que están sufriendo sistemáticos ataques por parte de las instituciones.

El Infierno es un conjunto de edificios a 2 km del centro de Donostia. El pasado 5 de noviembre, la Ertzaintza desalojó a más de 60 personas que vivía en uno de esos pabellones e Infernua Bizirik es un movimiento que responde a esas agresiones racistas y antiocupas.

La discriminación o el racismo institucional se manifiesta de diferentes formas a través de mecanismos políticos, sociales, culturales, económicos y mediáticos, pero que en definitiva tratan de criminalizar la vulnerabilidad, demonizar a las personas que no encajan en el patrón de ciudadanía hegemónica. Por eso, entienden que colectivizar sus problemas y su diversidad ha sido clave para incidir algo en las instituciones y concienciar a parte de la ciudadanía.

Pero la institucionalidad también criminaliza otros modos de lucha y de organización de la vida. Por un lado, todas las que participaron en la mesa redonda coinciden en la ausencia pública a la hora de responder a las necesidades básicas de la ciudadanía más vulnerable. Y al mismo tiempo, la intencionalidad de apropiarse de espacios organizados por iniciativas ciudadanas. Es el caso de la Red de cuidados vecinales de Gros, que cuando se empezó a articular para responder a las emergencias creadas por el confinamiento total fue criminalizado por las instituciones (cuestionamientos de capacidad de gestión, de focos de contagio, etc.), pero que después trató de contratarlo para garantizar una coordinación entre los recursos existentes en la ciudad. Las instituciones tienen todos los recursos, venden la imagen de que están haciendo todo lo posible, pero la ayuda no llega.

Pese a las restricciones de movilidad y uso del espacio público, los movimientos de pensionistas en Euskal Herria continúan movilizándose cada lunes por unas pensiones dignas.

Así mismo, también se señalaron otras formas de control social que dificultan la construcción de espacios seguros para la autoorganización como, por ejemplo, la ofensiva contra el movimiento okupa. El continuo desalojo de Gaztetxes responde a una estrategia institucional de impedir otras formas de organizarse porque, como señaló el colectivo B.A.L.A, los Gaztetxes suelen ser el lugar de encuentro del movimiento popular, utilizados para reunirse, así como para crear alianzas con y entre otros colectivos.

B.A.L.A. es un nuevo colectivo creado por diversas Bolleras de Gasteiz, quienes entendemos nuestros cuerpos y vivencias, desde un modo de lucha político-feminista.

Pero la construcción de alianzas también refuerza la eficacia política de los movimientos sociales, multiplicando esfuerzos y recursos. Es el caso de los pensionistas, que tras muchos años de lucha sostenida en el tiempo deciden aliarse con otros sectores de la sociedad, como las personas jóvenes, incorporando algunas de sus demandas. Es así como comienza a fraguarse la huelga general del 30 de enero del 2020, que fue la punta de lanza de un movimiento más amplio en el que ese integró la Carta de Derechos Sociales de Euskal Herria, los sindicatos o el movimiento feminista.

Sin embargo, es evidente que la sociedad civil organizada en estos tiempos de pandemia y crisis sistemática también se ha visto debilitada. La coyuntura actual ha generado dificultades. Los problemas para reunirse, autofinanciarse o los recortes en derechos civiles y políticos, han sido una constante desde el pasado mes de marzo. Las alianzas pueden ser una estrategia para impulsar nuevas formas de organización y de militancia, ya que también se arrastran viejas inercias y formas de lucha que siguen siendo muy rígidas y clásicas. Una vez más, incorporar otros aprendizajes y saberes es imprescindible para transitar hacia espacios de militancia más habitables, y de ahí la virtud del trabajo con otras.

En esta coyuntura la estrategia de dominación de las élites pasa por desarticular el tejido social. Podemos tener la sensación de que hay movimientos sociales e iniciativas que decaen, que les falta músculo. Pero la mayoría de iniciativas populares que eclosionan y después mueren, normalmente son la semilla de otros colectivos e iniciativas sociales. Así, por ejemplo, la Red de cuidados vecinales de Gros, ha posibilitado la creación de otra red para trabajar las necesidades derivadas de la coyuntura de una manera más integral (euskera, cultura, vivienda, etc.). Desde Infernua Bizirik, también compartieron que la empatía y el trabajo en red les posibilitó realojar en otro edificio ocupado a las personas desalojadas del pabellón, aunque aún sigue habiendo 35 personas sin hogar.

La creatividad, la imaginación y la capacidad de resiliencia son por tanto algunas de las características de la sociedad vasca. Hacer entender a las autoridades que, frente a la desprotección y criminalización, existe una sociedad civil organizada que está atenta y denuncia la vulneración de derechos.

Para finalizar, la memoria histórica también nos alerta de que no podemos volver al 2008, ya que esa regresión nos llevaría a la perdición. Debemos encontrarnos en la lucha contra el sistema capitalista y heteropatriarcal que genera la diversidad de opresiones que sufren nuestros cuerpos-territorios. Desde ahí podremos identificar todo aquello que nos une en nuestras luchas diversas y reconocernos como seres humanos, siendo conscientes de que todas somos parte de algo o de lo mismo para construir alternativas sólidas al actual modelo de dominación y control social.

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Eneko Calle García es miembro de Tantaka TV.

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Ver en línea : Monográfico OMAL, nº 2, febrero de 2021.


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