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¿Y si el hámster dejara de mover la rueda capitalista?

Amaia Pérez Orozco y Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate

Miércoles 10 de marzo de 2021

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Resumen: Un desánimo profundo. Quizá sea esto lo que respiramos casi todo el mundo. Al menos los mundos que habitamos las mayorías sociales, el pueblo, la clase trabajadora, como queramos llamarnos. Un desánimo que nace por la conciencia de estar viviendo un cercamiento intenso de las condiciones de vida. Un cercamiento global, ecosistémico. "Sin casa, sin curro, sin pensión". Así arrancaba ya hace diez años Juventud sin futuro en 2011. "Sin miedo", añadían también, conjurándose para que el desánimo no se convirtiera en este sentimiento.

Que no nos dé miedo un futuro distinto. Entender lo que nos pasa puede ser un antídoto contra esa sensación paralizante. Y lo que nos pasa, fundamentalmente, es el capitalismo, en su entretejido consustancial con el colonialismo y el heteropatriarcado. No obstante, parece que somos incapaces de pensarnos más allá de sus límites, para imaginarnos que "un fin del mundo distinto es posible". La clase trabajadora como hámster pedaleando sin parar para mantener la rueda capitalista; para obtener, con ese pedaleo, su exigua cuota de bienestar. Esta imagen creemos que expresa bien nuestra situación. En esta metáfora subyace el muy extendido relato de que solo si prosiguen el crecimiento económico (léase: mercantil) y la acumulación de capital podremos sostener, aun precariamente, nuestras vidas.

No hay más que analizar las diferentes propuestas que hacen, tanto las derechas como parte significativa de las izquierdas, para enfrentar el actual estallido pandémico y la crisis civilizatoria en la que este se inserta, para confirmar que el marco de lo posible y la agencia política se limitan a asumir dicho mantra: el bienestar popular es solo una derivada de la acumulación capitalista. Es la vieja pero muy actual teoría económica del derrame, según la cual la ganancia empresarial se derrama en beneficio social gracias al empleo y a las políticas públicas.

Pero el capitalismo, con sus relatos, no es una imposición divina, ni un destino histórico inevitable. Es un proyecto que, en su huida hacia adelante, nos conmina a correr para mantener el ritmo incesante de una rueda que, con más o menos empleo y políticas públicas, nos despeña por una pendiente de colapso ecológico, desigualdades crecientes, violencia estructural y control social. La teoría del derrame, que siempre ha sido una falacia, muestra ahora enormes socavones: no hay crecimiento sostenido, el empleo se precariza y reduce vía digitalización y automatización, y las políticas públicas son capturadas, en términos generales, en favor del poder corporativo.

Necesitamos salir de esta trampa de la acumulación: la rueda capitalista no derrama bienestar, sino que ataca lo vivo. El conflicto capital-vida explica el capitalismo mejor que la teoría del derrame. A pesar de todo, la trampa existe: hoy por hoy estamos en la rueda. El poder corporativo controla los medios de reproducción de la vida, y nuestra propia concepción del bienestar está hondamente mercantilizada. La hegemonía actual del relato y la agenda corporativa es tal que el colapso capitalista tendría (está teniendo) un impacto notable en términos del bienestar de las mayorías sociales. No podemos negarlo. Tampoco resignarnos, desanimarnos, temer.

Y, porque no queremos ni quedarnos en la trampa, ni negar su existencia, es por lo que consideramos que necesitamos propuestas de transición: estrategias que mitiguen ese impacto negativo, a la vez que abren sendas para una reorganización socioeconómica fuera de la rueda, bajo otros sentidos de la vida que merece ser vivida en común. Este proceso, que no pretende construir de repente un mundo radicalmente distinto fuera del sistema, pero tampoco resignarse a él, solo podemos abrirlo desde el conflicto con el sistema y la conciencia de su trampa.

Este texto hace así un llamamiento a transitar fuera de la rueda capitalista, planteando en consecuencia una serie de ejes de referencia para orientar dichas estrategias de transición. Buscamos un diálogo horizontal que construya inteligencia colectiva, única forma de afrontar la complejidad del momento, más aún de las respuestas. A ese diálogo queremos contribuir desde nuestra mirada situada, localizada en Europa y con un cierto tamiz económico: desde ahí es desde donde vemos nuestras realidades. Lo hacemos sabiendo que nadie hablamos desde la pureza, por lo que sí o sí nos vamos a equivocar. Toca buscar respuestas suficientemente buenas, nunca perfectas.

 

Este texto es fruto de la síntesis de dos artículos de opinión publicados en eldiario.es bajo este mismo título los días 11 de noviembre y 8 de diciembre de 2020.

 

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