Los habitantes de las ollas
María González Reyes
Domingo 21 de junio de 2020
Mi amigo Juan de Colombia me manda unas fotos.
Son los habitantes de las ollas populares, me dice, para que los conozcas aunque estés lejos.
En las fotos se ve un techo de plástico negro sujetado con palos y cuerdas para proteger del sol.
Se ve un suelo con hierba seca, segada quizás esa misma mañana.
Se ve la olla grande sobre la leña ardiendo en una cocina improvisada con piedras y una rejilla que alguien trajo.
Platos de plástico, recipientes variados, botellas cortadas. Cualquier cosa sirve para recibir la comida.
Y se ve a sus habitantes.
Unos cocinan, otros reparten, otros reciben. Todos ayudan.
La mujer de pantalón rosa sirve con un cazo. Mira y remira a su alrededor. Calcula. Tiene que alcanzar para todo el mundo.
Muchos esperan con los brazos cruzados, aguantando al estómago para no saltarse el turno de los que esperaban ya de antes.
Y luego se sientan. Sobre unos ladrillos rotos, sobre una bolsa, sobre el suelo. Se sientan.
Para comer hay que quitarse la mascarilla.
Aparecen sus caras.
Un hombre de barba blanca y pelo blanco mira el plato antes de comenzar a comer.
Otro se ha colocado una camiseta azul sobre la cabeza. Hace mucho sol.
El que se dejó la mascarilla por debajo del mentón sonríe. Con toda la cara.
Y otro mira sin saber muy bien adónde. Lleva la camiseta al revés. No tiene plato. Alguien se acerca y le da uno.
Pieles oscuras, casi todo pieles oscuras.
Y luego está la foto de la chica joven. Gesto sólido mientras mira a la cámara. Entrecejo fruncido y muchas marcas en la cara. Mira de frente. Parece que me dice ¿qué haces ahí quieta? Levántate. Haz algo ¿es que no nos ves?
Las ollas se están haciendo en muchos barrios, me dice Juan, sus habitantes son cada vez más.