Naima

María González Reyes

Domingo 12 de abril de 2020

La primera semana que le llevé la comida que había recaudado la Red solidaria para su familia me lo agradeció con los ojos.

La segunda, me dio un pan que había hecho esa misma mañana, temprano.

La tercera me había preparado una tortilla de patata con parte de las patatas que le llevé la semana anterior.

Nuestras manos no se tocan en el intercambio.

No podemos abrazarnos.

Y he aprendido a agradecerle con los ojos.

No tiene sentido que le demos comida de la Red solidaria y que ella te dé a ti parte de la comida que le llevas, me dicen.

Pero sí lo tiene.

Naima quiere enseñarme donde tiene colocada su dignidad y, de paso, mostrarme lo que es la generosidad verdadera, esa que consiste en dar lo que necesitas y no lo que te sobra.

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