Barrio periférico. Mujeres. Mayores.

Sin Internet. Sin ordenador. Solo con un teléfono “de llamar”.

Como hay cuarentena Patricia, la profesora, les dijo que se suspendían las clases. Se suspendía su lugar de aprender lo que no pudieron en otro momento. Su lugar de verse. Su lugar de cuidarse.

Pero hay una asociación vecinal.

Y Patricia prepara las tareas y explicaciones y se las manda en un documento a J. Carlos, el presidente de la asociación. Y J. Carlos las imprime y las lleva a la panadería de Pili. Y Pili se las reparte, junto con el pan, cuando ellas o algún familiar o amiga o vecino van a comprar.

Se marchan con el pan, las tareas (y una sonrisa) debajo del brazo.