En el caserío
Emilio Polo Garrón
Sábado 21 de diciembre de 2019
Durante todo el día, las gentes del caserío se turnaban relatando duras historias de cómo les ha ido afectando la guerra. No eran pocas las veces que arrancaban una carcajada general a pesar de la brutalidad padecida. Pero la tarde iba cayendo, se aproximaba rápidamente la oscuridad y, poco a poco, todas las personas que nos encontrábamos allí, instintivamente, nos fuimos sentando unas junto a otras hasta sentir que estábamos, de alguna manera, protegidas.
En medio de la noche profunda que impide distinguir lo que hay más allá de un metro de distancia, en la vereda, dormíamos. De improviso los perros comenzaron a ladrar y a aullar casi de forma sobrenatural. En ese momento, todas y cada una de las historias contadas se hicieron realidad y un escalofrío nos recorrió la espalda y se instaló definitivamente en la parte posterior del cuello, como si de una pesada roca helada se tratara.
Durante el bombardeo allá arriba en la montaña tocó ponerse de lado y en posición fetal. Le dieron un trozo de cuero para que lo mordiera. Muchas veces las bombas no te dan realmente, pero, al detonar, te revientan por dentro.
Ver en línea : “Horas de guerra, minutos de paz”.