Un libro

María González Reyes

Domingo 1ro de diciembre de 2019

La mesa es minúscula. Un café (americano). Un té (rojo). Y las manos tratando de agarrar los nervios para no tirar nada. Es la pierna izquierda de él la que choca con la pata de madera y hace que se derrame el café (en el plato) y el té (sobre los dedos de ella). Ambos ríen. La risa siempre afloja los nervios.

Antes, dice, cuando no tenía documentación siempre salía de casa con un libro. Los policías nunca piensan que las personas que no tenemos papeles también leemos. Luego se me quedó la costumbre. Siempre que salgo a la calle llevo un libro.

Después, calles estrechas, aceras con baches y toda la ciudad dormida esperándoles.

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