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Resistencia activa: procesos económicos alternativos ante un panorama de crisis

Gonzalo Fernández (Cuarto Poder, 16 de octubre de 2019)

Miércoles 16 de octubre de 2019

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Entre el 25 y 29 de septiembre se celebró en Brasil el VII Encuentro internacional de la economía de los y las trabajadoras. Esta red aglutina, desde hace más de 12 años y a escala global, a empresas recuperadas, cooperativas de trabajo, sindicatos, iniciativas de economía popular y solidaria, universidades, organizaciones sociales, unidas en su diversidad por el compromiso con el impuso de la autogestión y del trabajo como premisas para construir un modelo económico alternativo y antagónico al capitalismo.

Durante cinco días, más de 250 personas de 16 países diferentes hemos participado en múltiples actividades e intensos debates, todos ellos condicionados por un contexto global crecientemente adverso. De esta manera, el hilo conductor del encuentro ha sido precisamente la cuestión de cómo sostener y hacer avanzar procesos económicos alternativos ante un panorama de crisis económica, colapso ecológico, profundas desigualdades, autoritarismo y criminalización de la disidencia y la protesta.

Brasil, sede del evento, es sin duda alguna un espejo no solo para encarnar y aterrizar este funesto horizonte –que desgraciadamente se ha convertido en presente real a pasos agigantados–, sino también para reivindicar el espíritu de lucha de sus movimientos sociales.

Así, por un lado, Brasil ejemplifica a las claras la ofensiva mercantilizadora que abanderan las élites, como puede comprobarse en el drama de los incendios provocados en la Amazonia en favor del agronegocio y la industria ganadera, o en la pretensión de privatización y enajenación de Petrobras, por señalar únicamente dos apuestas de una agenda integral de captura corporativa. Ofensiva que se acompaña, a su vez, de un agresivo desmantelamiento democrático, que parte del golpe parlamentario de 2016, pero que avanza en la forma de destrucción acelerada de instituciones y políticas públicas, pauperización progresiva de una justicia de parte, ruido de sables, represión institucional y fomento de relatos clasistas, heteropatriarcales y racistas.

Por otro lado, y al mismo tiempo, el Encuentro se celebró en la Escola Nacional Florestán Fernandes (ENFF) del Movimiento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST). Es este un espacio histórico de formación política, duramente atacado por el gobierno de Bolsonaro. Tanto la ENFF como el MST son un símbolo de no resignación y de voluntad de lucha en favor de los intereses de las mayorías populares, así como de defensa de un más que nunca necesario internacionalismo, apuesta indiscutible de una Escola por la que han pasado y siguen pasando miles de activistas de todo el mundo para seguir tejiendo alianzas y complicidades, independientemente de la gravedad de la situación interna.

Contexto adverso para la democracia y el bien común, voluntad de lucha de los pueblos y movimientos sociales, son dos de las señas de identidad por tanto no solo de Brasil sino también del escenario global, condicionando así el clima y el espíritu de los debates del Encuentro en torno a una economía popular basada en la autogestión y el trabajo. Partiendo de las mismas, y sin poder extraer conclusiones cerradas –no era ni mucho menos el objetivo buscado–, sí que podemos al menos afirmar que el concepto de “resistencia activa” recoge en buena parte la caracterización colectiva del momento, así como el enfoque de las estrategias que se quieren seguir desarrollando.

Resistencia, en primer lugar, dado que no se puede negar la omnipresencia actual del capitalismo, la capacidad y alcance de las cadenas globales en las que este se estructura, su penetración en todos los ámbitos de la vida, la captura de buena parte de las instituciones públicas, el protagonismo de las empresas transnacionales, así como su creciente negativa a ceder espacios de negocio en un momento de crisis –máxime si lo alternativo se impulsa mediante estrategias disruptivas, como ocupaciones y recuperación de espacios y tierras, u otras lógicas de confrontación con el statu quo corporativo–. En este sentido, las economías alternativas se insertan en el marco de un sistema en crisis, sí, pero hegemónico a escala global. Salir de la trampa de los precios de mercado, de las enormes asimetrías partida y del modelo de gobernanza vigente, sin un escenario que facilite el avance de profundos cambios en los sentidos comunes vigentes, no parece realista en estos momentos.

En este sentido, es innegable que el carácter periférico de las economías alternativas y su notable dependencia de un marco ajeno y hostil provoca no pocas contradicciones en cooperativas, fábricas recuperadas y empresas solidarias y populares, que se acrecientan en la medida en la que se pretende ampliar la escala de actuación. De este modo, no parece este un momento para encendidos discursos sobre la posibilidad de descentrar mercados y grandes empresas, y de hacerlo además bajo una pureza en la actuación desde todo punto de vista. Al contrario, resistir, mantenerse, asumir las contradicciones y hacerlo desde la mayor democracia posible y desde la sujeción y el arraigo popular,pudieran ser hoy en día formas más factibles –y humildes– de autoanalizarse y proyectarse.

No obstante, y en segundo término, hablamos de resistencia activa, que en ningún caso significa resignación ni acomodamiento. Se añade el calificativo de “activa” al entender que la resistencia que suponen las experiencias de economía alternativa, aunque no estén en capacidad de plantear una disputa ni mucho menos definitiva al capitalismo, sí que tienen la potencialidad de servir como herramientas pedagógicas de que otra economía y otros valores son posibles y de que, pese a todo, se pueden llevar a la práctica.

De este modo, serían la constatación de lo que Boaventura dos Santos llama la sociología de las emergencias, lo que todavía no es, pero puede ser, lo que emerge, lo que hoy se prefigura, y algún día podrá convertirse en hegemónico, si acertamos con agendas y estrategias. Resistencias, de este modo, con potencialidad de construir relatos y prácticas, de incidir en la disputa política desde valores alternativos. Destacemos en este sentido algunos ejemplos: empresas que, pese al discurso hegemónico, funcionan sin patrón, como las fábricas recuperadas en Argentina, Brasil, Grecia o Italia; unidades económicas que llevan la democracia también al ámbito económico, como las cooperativas de trabajo; propuestas políticas que platean superar el Estado liberal capturado por las corporaciones, como las comunas venezolanas; iniciativas de desarrollo económico con protagonismo de las mujeres, como se ensaya en la amenazada Rojawa kurda, etc. Todas ellas son iniciativas incómodas, prefiguradoras de otra economía que, pese a insertarse en un marco de capitalismo globalizado, cuestionan el relato oficial de que no hay alternativa.

Esto no quita, en última instancia, que con estos ejemplos sea suficiente, ni que no debamos seguir insistiendo en reducir contradicciones y sostener la pedagogía política de las iniciativas en marcha. Insertando, incluso, estas en estrategias y agendas más resilientes y con capacidad de generar una disputa en mejores condiciones.

De esta manera, la apuesta por una resistencia activa nos plantea importantes desafíos, que en el Encuentro se han abordado, y que son de vital importancia para las economías alternativas: primero, la necesidad de fortalecer la articulación de iniciativas en lógicas de intercooperación, como se plantean las comunas venezolanas al crear un sistema nacional; segundo, la prioridad por aumentar la presencia de lo popular y autogestionado en sectores estratégicos para la sostenibilidad de la vida, así como para el horizonte futuro de la economía, como lo referente a economía digital; tercero, el énfasis en ampliar la democracia interna en cada experiencia, también desde una perspectiva feminista, como se ensaya en la red chilena de cooperativas de trabajo TRASOL en términos de reparto de trabajo y lucha contra la violencia; cuarto, arraigar la economía en lo popular –y no solo en la clase media con capacidad adquisitiva–, como se empeña el Frente Popular Darío Santillán; quinto, analizar con audacia y sin apriorismos la relación con las instituciones, como plantean las fábricas recuperadas en Argentina; sexto, revisar qué se produce y cómo se produce, en un momento de colapso ecológico y enormes desigualdades, tal y como propusieron desde Viome de Grecia; séptimo, vincular las luchas en lo micro con agendas económicas y políticas más amplias, como por ejemplo en la lucha contra los tratados comerciales; séptimo y último, el reto de fortalecer la organicidad de la red y el rol protagónico de las mujeres de la misma, que se constituyeron en Asamblea feminista de mujeres y disidencias sexuales.

En definitiva, un encuentro aterrizado, que asume el contexto global adverso. Pero que no por ello sigue desafiando al orden establecido y comparte estrategias para desmantelar el capitalismo. Vamos lentas, porque tenemos prisa.

 


Gonzalo Fernández es investigador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) - Paz con Dignidad.

Ver en línea : Cuarto Poder, 16 de octubre de 2019.


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