El disco tenía doce canciones pero era la número seis la que tenía la duración perfecta y unos acordes que se te clavaban directos en el estómago, sin escapatoria.

Hay que desear, decías, el problema es cuando cumplir tu deseo pasa por el cuerpo de otras personas. Cuando tu deseo requiere que el cuerpo de otras personas duela, se resienta, se dañe. El capitalismo se mantiene generando deseos que dañan otros cuerpos. A veces dañan los nuestros también.

Cuerpos que dañan otros cuerpos para cumplir deseos. Y la canción número seis a punto de empezar.

El miedo solo paraliza cuando no sabes hacia dónde correr, decías, y yo solo consigo quitármelo de encima hablando con otra gente, construyendo vidas en común. Vidas que consideran que el amor es un sentimiento que puede ser revolucionario. Vidas que no quieren deseos que se cumplan dañando otros cuerpos.

Y la escuchamos en silencio. Cuerpos. Deseos. Amor.