Lo que más le impresionó fue el sonido del grifo corriendo sin que nadie aparentemente se diese cuenta de que goteaba sin parar. Glop. Glop. Glop. En aquella casa nadie parecía notar el sonido de las gotas que de monótonas se habían vuelto inaudibles.

Ella venía con los pies manchados de barro. Llovía. Miró uno a uno a los habitantes de la casa, cada uno colocados en el lugar que ocupaban siempre. El sillón, la silla junto a la olla en la que siempre había agua hirviendo, el perro tumbado en una esquina. El tiempo parecería haberse detenido. Sólo los hijos que cada vez eran más apuntaban el paso de las semanas.

En una de las visitas a aquella casa se atrevió a preguntarle a la madre sobre el futuro, el de ella, el de su familia.

El futuro está en esa olla puesta al fuego. Dijo. Unos días hay cosas que echarle otros días no hay nada. Así es como vivo el futuro. Unos días existe. Otros días no.