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La negra Kilima

María González Reyes

Domingo 12 de marzo de 2017

La negra Kilima camina ocupando todo el espacio que le permite su cuerpo. Es grande así que no le cuesta abrirse camino en los pasillos plagados de adolescentes que salen a tomarse un respiro entre clase y clase. Respira la negra Kilima mientras camina con zancadas grandes de piernas fuertes. Es la más alta de su clase. Nadie le corta el paso desde que un día un chico le tiró un papel a la cara y le gritó “Todas las negras sois unas putas”. La tuvieron que sujetar entre varios para que no le abriera la cabeza.

Hay otros colores en el instituto, pero solo ellas es negra. Negra turquesa, como el mar por el que llegó. Azul turquesa en los días. Negro opaco en las noches. Diez días subida a una patera. Su cuerpo quedó separado de los otros cuerpos a los que quería. Separado por un mar negro y azul, como ella.

“¿Por qué caminas así, Kilima?”, le pregunta una profesora.

“Porque soy negra y no tengo dinero y además soy chica”, le responde Kilima, “y para no desaparecer como todos los que están en el fondo del mar necesito que me vean”.

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