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Los gobiernos latinoamericanos de cambio, en la encrucijada

Gorka Martija (Pueblos, nº 66, julio 2015)

Viernes 4 de septiembre de 2015

Son ya dieciséis los años transcurridos desde la primera victoria electoral de Hugo Chávez. Este hito abrió un ciclo político novedoso que ha recibido distintas denominaciones (como posliberal o progresista), conformándose un bloque regional que, desde la heterogeneidad, comparte un rechazo más o menos expreso del modelo de ajuste neoliberal, así como el hecho de haber servido de catalizador político-electoral de movimientos sociales que, en los respectivos países, habían confrontado con el mismo.

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Hoy en día, los procesos de cambio que dominan la institucionalidad latinoamericana se encuentran en un impasse. Elementos sustanciales que conforman su articulado doctrinal y programático están viéndose cuestionados por diferentes sectores o reflejan distorsiones, tanto desde el plano del mantenimiento de legitimidades políticas hegemónicas como en lo que se refiere a la proyección económica de aspectos centrales de los proyectos de cambio. No existe proceso de transformación social exento de contradicciones, y América Latina no es una excepción. Así, este bloque progresista se encuentra hoy en una encrucijada de cuya resolución, nos atrevemos a señalar, depende la potencial profundidad del cambio a futuro, con independencia de los indudables logros sociales, políticos y económicos hasta ahora obtenidos; es decir, su carácter alternativo frente a la modernidad capitalista hoy inmersa en una crisis multidimensional, civilizatoria [1].

El desarrollo, en el centro

La cuestión del desarrollo se sitúa en el centro de las preocupaciones estratégicas del bloque. Esto no constituye una novedad, ya que este eje ha nucleado los debates político-económicos en la región a lo largo de buena parte del siglo XX. La superación del subdesarrollo, como elemento caracterizador de la situación de América Latina, constituye un eje discursivo de carácter histórico y aún hoy muy vigente. De ahí que la totalidad de gobiernos posliberales de la región compartan el diagnóstico de que es crucial impulsar un cambio sustancial en la posición subalterna y dependiente que ocupa América Latina en la división internacional del trabajo. Es al concretar las estrategias económicas, políticas y sociales para alcanzar este objetivo cuando surgen las principales diferencias y líneas de fractura.

Las dos almas del bloque progresista latinoamericano

Existe cierto consenso respecto a la existencia de una diferencia entre los gobiernos con mayor vocación de ruptura con el esquema neoliberal y los que basculan de manera más acentuada hacia inercias continuistas, mostrando una menor propensión a quebrar sus fundamentos políticos y económicos [2].

Todos comparten elementos como los siguientes: la centralidad del Estado en cuanto eje de las estrategias económicas nacionales; la apuesta por una integración regional alternativa; la necesidad de redefinir el rol de las empresas transnacionales, potenciando una relación más equilibrada respecto al Estado; o la de eliminar la influencia del FMI, el Banco Mundial y una banca de desarrollo controlada por el Norte global, tratando de solventar los problemas de deuda externa y potenciando experiencias regionales alternativas, como el Banco del Sur.

Las diferencias fundamentales se traducen en aspectos como la eliminación de la influencia del FMI: o bien vía cancelación de la deuda mediante el pago de los préstamos pendientes (Brasil, Argentina), o bien vía auditoría e impago de la deuda ilegítima (Ecuador). Se traduce, también, en el recurso, por parte de los gobiernos más vinculados a parámetros transformadores, a la herramienta de la nacionalización para controlar sectores estratégicos o garantizar una correcta provisión de servicios básicos.

En definitiva, en esta búsqueda de estrategias de desarrollo y transformación social, se perciben diferencias entre los gobiernos que, con limitaciones y contradicciones, han desarrollado dinámicas de confrontación con los intereses de los sectores más beneficiados por el esquema neoliberal, y aquellos que, partiendo de una importante sensibilidad social, y estando compuestas sus bases de apoyo más sólidas por sectores populares, tienden a contemporizar y no confrontar abiertamente con la oligarquía.

Posdesarrollismo y crisis civilizatoria

Existe otra coordenada, que ha surgido con fuerza ante la necesidad de dar solución a los imperativos civilizatorios impuestos por la crisis ecológica global. Nos referimos a las visiones denominadas posdesarrollistas [3]. El avance del cambio climático, el pico del petróleo y las consecuencias medioambientales derivadas de la explotación desaforada de recursos naturales no renovables, entre otros, son problemas de alcance global pero que, en lo que se refiere a América Latina, cobran una relevancia estratégica.

A lo largo de las dos últimas décadas se ha vivido en la zona un crecimiento acelerado de las actividades de extracción de recursos naturales que ha dado lugar a la perpetuación de una estructura productiva fundamentada en la colocación de materias primas en los mercados internacionales. Esto suscita dos reflexiones: por un lado, que el esquema dependiente y asimétrico de inserción internacional no ha sido modificado, ya que esta irrupción de sectores como hidrocarburos o minería se suma a la vitalidad que conserva el sector agroexportador; por el otro, que los impactos socioambientales derivados de la extensión de actividades extractivas son brutales y en muchos casos irreversibles.

Así, el eje medioambiental ha entrado de lleno en las coordenadas de los gobiernos progresistas. Esto se pone de manifiesto especialmente en los países con mayor presencia indígena, ya que los postulados ambientalistas confluyen con la priorización de la defensa del territorio y la Madre Tierra enarbolada por los pueblos originarios. De este modo, el pachamamismo [4], bajo paradigmas como el buen vivir, constituye un marco de referencia asumido por gobiernos como los de Bolivia o Ecuador, introduciendo una crítica a la noción misma de desarrollo en tanto que criterio ligado a una modernidad capitalista insostenible.

Contradicciones y alternativas

Actualmente nos encontramos ante una doble contradicción que afecta a los gobiernos progresistas y de cuya resolución depende en cierta medida la viabilidad de los procesos en cuanto canales efectivos de transformación social y alternativa civilizatoria.

En primer lugar, la dificultad objetiva para conjugar determinadas estrategias de desarrollo con paradigmas de corte pachamamista como el buen vivir, que suponen un cuestionamiento frontal de la propia noción de desarrollo. Efectivamente, gobiernos como los de Morales y Correa integran en su discurso tanto elementos social-desarrollistas [5] como elementos extraídos de los paradigmas posdesarrollistas.

Es clara la contradicción derivada de la convivencia de una suerte de keynesianismo de izquierda que, con vistas a mejorar la posición de la región en la división internacional del trabajo, busca un aumento permanente de la demanda como sostén del crecimiento económico, con unas visiones que sitúan en el centro la satisfacción de necesidades reales derivadas de las exigencias impuestas por la reproducción de la vida. La una, al menos tal y como se ha plasmado hasta ahora, asume parcialmente y de manera transitoria un consumismo de matriz capitalista que contempla emular los estándares del Norte. La otra cuestiona frontalmente este parámetro, entendiendo esa forma de relacionarse con el medio ambiente indeseable e insostenible a nivel global.

La dificultad para articular estas dos “almas” es uno de los elementos centrales a solventar con miras a superar el impasse actual. A este respecto, recordemos que antes incluso de que emergieran las visiones posdesarrollistas actualmente en boga, las expresiones políticas más transformadoras en la región ya apostaban por la necesidad de radicalizar las dinámicas de ruptura con el modelo capitalista, rechazando (pese a la necesidad de amplias alianzas de clase) la viabilidad de un capitalismo latinoamericano desarrollado.

Esta perspectiva puede ayudar a una mayor cohesión paradigmática, integrándose de manera natural con las nuevas aportaciones posdesarrollistas que también cuestionan, incluso de manera más profunda, la mercantilización de las relaciones sociales (incluyendo la centralidad de aquellas facetas indispensables para la reproducción de la vida pero ajenas al circuito mercantil fruto de un proceso de desvalorización originado en las estructuras de tipo patriarcal). En definitiva, cabe una mayor coherencia entre ambas visiones, siempre que se apueste por la profundización en los elementos y dinámicas de ruptura de modelo, superando contemporizaciones interclasistas excesivamente extensas y retomando la alianza privilegiada con las capas populares y los movimientos sociales.

En segundo lugar, tanto desde el punto de vista de la mejora de la posición de la región en la división internacional del trabajo como de la necesidad de reducir drásticamente impactos socioambientales, resulta fundamental reforzar estrategias de diversificación productiva que permitan abandonar paulatinamente la centralidad adquirida en los últimos años por las actividades extractivas.

Durante años los altos precios de las materias primas en los mercados internacionales han generado una situación paradójica, vinculada a la “maldición de los commodities” [6]: en un período en el que el volumen de recursos obtenidos vía exportación de materias primas ha sido muy elevado, se ha dado un proceso de reprimarización en la mayoría de países. Si la teoría pasaba por utilizar estos recursos para la gestación de una estructura de bienestar social, así como para realizar inversiones destinadas a fomentar la diversificación productiva, sólo la primera de las metas ha resultado exitosa [7]. Ahora bien, si el propósito pasaba por afrontar este imperativo más estructural en una segunda fase, se ve seriamente comprometido por la acusada caída de los precios internacionales de las materias primas, que limita gravemente el margen de maniobra para la diversificación y reducción de la dependencia de las actividades extractivas.

En este contexto, el carácter amplio y contradictorio de las alianzas de clase que dotan de sustento a los gobiernos abona el terreno para una pugna entre visiones estratégicas encontradas, en la que puede existir una tentación de los sectores menos comprometidos con el cambio por dar un paso atrás. La relativa rehabilitación en el último período del rol de las empresas transnacionales en las estrategias de algunos de estos gobiernos podría ser considerada una muestra de ello. Así, un camino transitable puede pasar por blindar conquistas, revalorizar los parámetros fundacionales de los gobiernos y profundizar en la ruptura del modelo: cuando las circunstancias sitúan a las fuerzas populares en una tesitura crítica, la alternativa puede consistir en dar un paso al frente y radicalizar los procesos de la mano de los movimientos sociales combativos.


Gorka Martija es investigador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL)Paz con Dignidad.

- Euskaraz: “Latinoamerikako aldaketaren gobernuak bidegurutzean” >>

Ver en línea : Pueblos, nº 66, tercer trimestre de 2015.


Notas

[1Fernández, Gonzalo; Piris, Silvia y Ramiro, Pedro (2013): Cooperación internacional y movimientos sociales emancipadores: bases para un encuentro necesario, Hegoa, Universidad del País Vasco, Bilbao.

[2Rocha, Alberto (2010): “La integración regional como vía para alcanzar la autonomía de América Latina”, Revista Electrónica del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad de Guadalajara, nº 2, pp. 6-7.

[3Katz, Claudio (2014): “Miradas pos-desarrollistas”, Rebelión, 24 de noviembre.

[4Gudynas, Eduardo (2010): “La Pachamama: ética ambiental y desarrollo”, Le Monde Diplomatique, nº 27, pp. 4-6.

[5Katz, Claudio (2014): “Concepciones social-desarrollistas”, Rebelión, 15 de noviembre.

[6Svampa, Maristella (2014): “¿El desarrollo en cuestión? Algunas coordenadas del debate latinoamericano”, en Rivera, Francisco y Pinol, Andrea (coords.), Saltar la barrera: Crisis socio-ambiental, resistencias populares y construcción de alternativas latinoamericanas al neoliberalismo, Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz / Fundación Rosa Luxemburgo, Santiago de Chile.

[7La conjugación de ambos objetivos no resulta sencilla. El primero, más acuciante, ha terminado por relegar al segundo, lo que no deja de resultar comprensible, ya que las necesidades de cobertura social suponen una prioridad absoluta en la región.


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