Conclusiones

Al servicio de los intereses de las grandes compañías, la Responsabilidad Social Corporativa es una herramienta con la que las empresas transnacionales buscan adaptarse eficazmente al contexto socioeconómico de los lugares en los que operan para lograr la legitimación social de sus actividades. «Nos dimos cuenta de la necesidad de adaptar nuestros modelos de negocio a la especificidad de cada país», dijo hace unos años el consejero delegado del BBVA.

Como hemos podido ver con los diferentes ejemplos de los programas de RSC de las multinacionales españolas, la realidad es que las grandes corporaciones están incorporando este paradigma en su gestión como una nueva estrategia para consolidar y ampliar sus negocios, adentrarse en nuevos mercados, abaratar sus operaciones, fomentar la tercerización, generar una imagen confiable y desactivar las resistencias que puedan encontrar a nivel local. En definitiva, el discurso de la ética y la buena voluntad sirve, al fin y al cabo, para contribuir al despliegue de nuevas vías de negocio para las corporaciones multinacionales.

A nuestro parecer, no se trata de poner en duda que, tomados de forma descontextualizada y sin entrar a analizar las causas de las desigualdades, algunos de estos programas de RSC puedan suponer avances puntuales y contribuir a paliar algunas situaciones extremas: lo que aquí hemos querido poner de manifiesto, a través de diversos ejemplos, es que la RSC se constituye como una compleja estrategia global de las empresas transnacionales que, en este momento del desarrollo capitalista, no hace sino transformar las buenas intenciones en un producto al servicio del negocio de la responsabilidad.