Extendiendo la tercerización

La llegada de las empresas españolas a América Latina no supuso una excepción dentro del proceso de privatizaciones y desregulaciones que tuvo lugar en los años noventa: los despidos masivos y la eliminación progresiva de miles de puestos de trabajo se hicieron habituales. Basta con ver lo que, como un ejemplo, supuso la entrada de los dos grandes bancos españoles en Colombia: en 1997, el Santander tenía 4.400 empleados en Colombia y, siete años después, ya sólo disponía de 950 trabajadores en plantilla, mientras el BBVA pasó de 6.600 trabajadores en 1998 a 3.200 en 2004.

La externalización de tareas, la flexibilización laboral y la falta de garantías para los derechos de asociación sindical han sido una constante en la expansión de las corporaciones transnacionales. No en vano, aunque los trabajadores y las trabajadoras sean uno de los grupos de interés a los que más atención se presta en las memorias anuales de responsabilidad social, existen diversas denuncias sobre las preocupantes prácticas laborales que se producen en el seno de las multinacionales españolas.

Con todo ello, se ha impulsado la creación de un amplio espectro de empresas contratistas. Sin ir más lejos, Telefónica es una de las empresas que más ha utilizado la subcontratación: según la Escuela Nacional Sindical (2007), los trabajadores terciarizados representan entre el 58% y el 85% de la fuerza laboral de la empresa en varios países de América Latina y reciben un trato de “segunda clase”, a pesar de que la empresa se ha adherido a varias iniciativas de RSC en materia laboral y cuenta con su propio código ético. Por ello, diversos sindicatos latinoamericanos reiteran su preocupación por el continuado crecimiento de las empresas contratistas y los graves problemas que han generado para los trabajadores y trabajadoras.

No se trata, ni mucho menos, de que la RSC sea la causa de la tercerización: lo que sí sucede es que este paradigma sirve para continuar y profundizar con la dinámica de la externalización de tareas en las grandes corporaciones. Los programas de responsabilidad social han estimulado la tercerización de muchas de las operaciones de estas empresas, sirviendo de programas piloto para la creación de referentes en el modelo de subcontratación. Así, diversos proyectos de RSC ofertan puestos de trabajo en empresas subcontratadas a personas desempleadas o de sectores sociales desfavorecidos. El caso de Energía Social —filial de Unión Fenosa en Colombia— es un ejemplo de ello.