Imagen vs. realidad

La capacidad discursiva de la comunicación empresarial y su poder publicitario produce un blindaje en el terreno de lo simbólico, de tal modo que las empresas transnacionales consiguen ocultar el escenario de deslocalización productiva y sobreexplotación de recursos en el que operan, reduciendo su responsabilidad laboral y ambiental al espacio comunicativo que más les interesa. Las compañías que, a base de externalización, han dejado de estar interesadas en la fabricación de sus productos se han ido especializando, al mismo tiempo, en añadirles valor a base de “intangibles”.

“Hoy también, como ocurre todos los días, se ocultará el sol. Por esta razón, porque existe la noche y la oscuridad, tienes a Unión Fenosa proporcionando luz”. Hace unos años, la multinacional eléctrica española —hoy integrada en Gas Natural Fenosa— explicaba así en una de sus campañas publicitarias cuál es su objetivo: proporcionar a la gente “una pequeña ayuda para un mundo casi perfecto”. Y es que, si hiciéramos caso a la publicidad de las empresas españolas de la energía, tendríamos que asumir que, efectivamente, vivimos en un planeta “casi perfecto”. Porque en los anuncios siempre aparece un mundo idílico, con verdes campos, ríos transparentes y gente que vive en paz.

A la manera de Matrix, parece una representación virtual diseñada por ordenador que trata de sustituir a la realidad; a fuerza de repetir el mismo mensaje, acaba calando en el imaginario colectivo la idea de que gracias a Repsol y a Unión Fenosa el planeta goza de buena salud y la naturaleza se respeta. Antiguamente, para conocer la realidad había que mirar por la ventana; hoy, las cosas han cambiado: para eso existen la publicidad y la comunicación empresarial que pueden llegarnos a través de muy diversos canales y soportes (televisión, radio, prensa, internet, redes sociales, etc.).