Paraíso fiscal

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Un “paraíso fiscal” es una jurisdicción especializada en atraer inversión extranjera utilizando para ello el secreto bancario, la baja o nula tributación para los no residentes, la opacidad respecto al fisco de otros países, la no exigencia de actividad económica local y la desregulación financiera. También se les llama centros financieros extraterritoriales (offshore) y jurisdicciones secretas u opacas, porque su principal función es blanquear dinero procedente de actividades ilegales y servir como refugio a fondos que, aunque procedan de negocios legales, eluden pagar impuestos en su lugar de origen.

Paraísos fiscales, un fenómeno bien conocido pero mal definido

Los paraísos fiscales surgen en los años sesenta con el desarrollo del mercado de “eurodólares” —dólares circulando fuera de Estados Unidos no sometidos al control de la reserva federal ni de ningún otro banco central—, gestionados libremente por los grandes bancos internacionales esencialmente desde pequeñas islas y enclaves. Su actividad se multiplica en la segunda mitad de los años setenta debido al reciclaje de los “petrodólares”, extendiéndose a la City de Londres —el centro financiero de la capital británica—, las islas del Canal de la Mancha, Luxemburgo, Bahrein, Singapur y el Caribe. Pero cuando realmente florece este circuito financiero sumergido es con la liberalización de los movimientos internacionales de capital impulsada por las políticas neoliberales en los años ochenta.

Conocidos y tolerados por los gobiernos de las economías más poderosas y los organismos internacionales que éstas controlan, hubo que esperar hasta la crisis financiera del sudeste asiático de 1997 y 1998 para que los paraísos fiscales fueran puestos en entredicho por su potencial para desestabilizar el sistema financiero internacional. Así, en un informe preparado por la OCDE en 1998, aparecen por primera vez una serie de criterios para identificar a los paraísos fiscales: impuestos bajos o inexistentes, ausencia de intercambio de información, falta de transparencia, y carencia de actividades económicas reales. Aplicando ese esbozo de definición, la OCDE publicó en 2000 una lista que incluía más de cuarenta paraísos fiscales y luego la fue actualizando. Sin embargo, este proyecto de la OCDE sobre competencia fiscal perjudicial, que pretendía acabar para 2005 con los paraísos fiscales, ha sido posteriormente vaciado de contenido.

El punto culminante fue la cumbre del G-20 de abril de 2009 en Londres, que proclamó el fin de la era del secreto bancario dando a entender que, con base en una renovada lista elaborada por la OCDE, los paraísos fiscales iban a desaparecer ante la amenaza de fuertes sanciones. Pero todo quedó en una operación mediática. La nueva lista solo hace referencia a las “jurisdicciones no cooperantes”, es decir, aquellas que no intercambian información con otros países. Y para salir de esa lista negra basta con suscribir doce acuerdos bilaterales de intercambio de información… por ejemplo, con otros paraísos fiscales. El resultado es que ya no queda ningún país en la lista negra “oficial” de paraísos fiscales de la OCDE, solo algunos en la lista gris pendientes de pasar a la blanca.

Sin embargo, los paraísos fiscales siguen funcionando. Frente a los 25 que se contabilizaban en los años setenta, en 2011 la coalición de organizaciones no gubernamentales Tax Justice Network ha clasificado 72 jurisdicciones opacas según su grado de secretismo financiero. Entre ellas se encuentran Suiza, Luxemburgo y Austria, conocidos por su secreto bancario, y muchas pequeñas islas y enclaves famosos por su condición de centros financieros extraterritoriales, así como otros miembros de la OCDE. De este modo, una docena de países de la Unión Europea, y muchos territorios “satélites”, ocupan lugares destacados en la lista. Y también aparece EE.UU., donde Nevada, Delaware o Wyoming permiten la creación de fondos de inversión y empresas extraterritoriales cuyos dueños, objeto y funcionamiento son secretos.

Eso explica la falta de voluntad política real para acabar con ellos, a pesar de solemnes proclamas como la del G-20. Se antepone la libre circulación global de capitales a controlar una de las causas principales de las crisis financieras. Y se consiente una enorme elusión fiscal al permitir que bancos, despachos de abogados y firmas de contabilidad proporcionen opacidad legal y financiera a sus clientes.

¿Qué se oculta en los paraísos fiscales?

Dada su naturaleza, solo hay estimaciones de la cantidad de dinero que se oculta en los paraísos fiscales. Tax Justice Network estimaba en 2005 que eran cerca de 11,5 billones de dólares. Y en su informe de 2011, Suiza, las islas Caimán y Luxemburgo encabezan la lista de paraísos fiscales más activos. De hecho, los países de la OCDE junto a sus dominios son los principales receptores de ese dinero sucio, representando el 84% del mercado mundial de servicios financieros extraterritoriales. Destacan el Reino Unido y sus satélites —islas Caimán, Bermudas, Maldivas, Nauru, Jersey o Gibraltar—, con centro en la City londinense, que suponen cerca de la tercera parte de los servicios financieros extraterritoriales.

Además de lavar dinero procedente de actividades ilegales, servir de refugio fiscal a grandes fortunas, y permitir a los bancos y fondos de inversión sortear la reglamentación financiera que todavía queda en sus países de origen, los paraísos fiscales facilitan a las empresas multinacionales eludir el pago de impuestos de forma legal. Para ello las multinacionales manipulan los precios de transferencia internos, con lo que pueden hacer florecer los beneficios en la filial situada en el lugar donde los impuestos sean menores. Los precios de transferencia se usan tanto en el intercambio de mercancías como en el de servicios, incluida la compraventa de derechos de propiedad intelectual. Así Google, una empresa en constante crecimiento, podía presumir en 2010 de haberse ahorrado 3.100 millones de dólares en impuestos en los últimos tres años, pagando un tipo medio del 2,4% sobre sus beneficios fuera de Estado Unidos. Para lograrlo, ha concentrado su actividad fuera de Estados Unidos en Irlanda, por su baja tasa impositiva sobre los beneficios (12,5%) y porque además le permite transferir la mayoría de sus beneficios a una filial radicada en las Bermudas. En efecto, esos precios no los marca el juego de la oferta y la demanda en el mercado, sino la casa matriz, que actúa en ambos lados y puede poner el precio que más le convenga. Y resulta que, según la OCDE, el 60% del comercio mundial se efectúa en el interior de un grupo empresarial, por lo que puede ser objeto de precios de transferencia.

 


BIBLIOGRAFÍA:

  • ESCARIO, J.L. (2011): Paraísos fiscales. Los agujeros negros de la economía globalizada, Libros de la Catarata y Fundación Alternativas, Madrid.
  • HDEZ. VIGUERAS, J. (2009): Al rescate de los paraísos fiscales: La cortina de humo del G-20, Icaria, Barcelona.
  • HDEZ. VIGUERAS, J. (2012): El casino que nos gobierna. Trampas y juegos financieros a lo claro, Clave intelectual, Madrid.
  • TAX JUSTICE NETWORK (2011): Financial Secrecy Index.