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El desarrollo en el marco de la actual crisis global

Pablo José Martinez Osés

Jueves 26 de enero de 2012

Podría decirse
que la política de cooperación internacional
para el desarrollo no es la
expresión de la corresponsabilidad de
los países ricos con los retos del desarrollo
internacional, sino una política
de “generosidad”, propia de los tiempos
de bonanza, y con el alto grado de
prescindibilidad mostrado en épocas
de ajuste.

Enfrentamos el riesgo de intentar recuperar cuanto antes, y a cualquier precio, la senda del crecimiento económico y
que, en consecuencia, queden postergadas cualesquiera otras consideraciones, incluidas las relativas a la equidad, la
sostenibilidad, o los derechos humanos, ahondándose así en las características del mencionado maldesarrollo
(Koldo Unceta, 2009) [1]

¿De qué crisis hablamos?

Ya antes de 2008 estábamos
viviendo una crisis global de
dimensiones entrelazadas y sobre la
que existía numerosa literatura. Una
crisis caracterizada por el desastre
ecológico causado por el modelo de
producción, distribución, comercialización
y consumo de los bienes;
legitimado por un reduccionismo
economicista de la idea de desarrollo
y simbolizado en las cifras del crecimiento
de los productos brutos
nacionales. Una crisis caracterizada
también por la creciente desigualdad
consecuencia de una concentración de
la riqueza sin precedente en la historia
de la humanidad, que se expresa
tanto en términos de desigualdad internacional
como en el crecimiento de
la desigualdad interna de países o regiones [2].
Una crisis caracterizada también
por el progresivo desplazamiento
del poder internacional [3] de manos de
los Estados-nación a manos de otros
actores transnacionales cuya legitimidad
no está basada en métodos democráticos
sino en la fuerza que les
proporciona la disposición de capital
y la consiguiente capacidad para invertir
y para otorgar financiación para
las necesidades tanto públicas como
privadas.

El panorama dibujado por este
desplazamiento del poder amenaza
con convertir a las democracias en
regímenes irrelevantes para la conducción
de los asuntos públicos, de
la misma forma que torna en prescindible
la participación política de la
ciudadanía. Se genera así la sensación
de que los asuntos públicos dependen
más de la gestión que de la política.
Se va configurando un mundo gobernado
por plutócratas, con la colaboración
de cuerpos de tecnócratas que
continúa expulsando a gran parte de la
población mundial de los beneficios.
La idea de ciudadanía con derechos se
va transformando progresivamente en
la de clientes con capacidad adquisitiva
para acceder a los servicios.

Es importante la caracterización de
la crisis para saber no sólo de qué crisis
hablamos, sino también para saber
qué crisis queremos resolver. Porque
si asumimos que la crisis sólo apareció
con la implosión de los mercados
financieros causada por la desregulación
de los mismos, o por los fallos de
las instituciones de supervisión, y que
por lo tanto es una crisis básicamente
de liquidez, tendremos que asumir que
la salida de la crisis consiste en hacer
los esfuerzos necesarios para regresar
a la senda de crecimiento económico
anterior a 2008. Ésta es la perspectiva
con que los gobiernos, representantes
de las empresas, instituciones y medios
de comunicación nos hablan de
la crisis. Ésta es la perspectiva que
justifica la necesidad de acelerar los
procesos de ajuste de nuestras economías,
mediante el recetario conocido
desde hace tres décadas: recorte del
gasto público; reducción del déficit
sin aumentar los ingresos fiscales derivables
de los beneficios societarios;
privatizaciones de empresas y servicios
públicos, y profundización en los
mecanismos de desregulación y liberalización
de todos los mercados, especialmente
el laboral y el financiero.
Desde la perspectiva de recuperar la
senda de crecimiento económico tan
sólo se puede confiar en que el sector
privado encuentre nuevos márgenes
para ampliar sus rentabilidades.
Márgenes basados en la constricción
de espacios públicos generadores de
derechos, es decir, en el traspaso de
las obligaciones del Estado al negocio
del mercado. Desde esta perspectiva
parece imposible introducir consideraciones
y críticas al modelo de desarrollo,
urgidos por las dramáticas
consecuencias que se expresan en altas
tasas de desempleo y en pérdida de
poder adquisitivo. Todos los esfuerzos
se orientan a retornar al crecimiento
económico positivo.

¿Qué nos dicen de los recortes en
cooperación para el desarrollo?

Estamos ante la primera ocasión en
que los fondos de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) están siendo drásticamente
recortados en la historia
del sistema español de cooperación.
Hasta ahora la AOD española se había
consolidado primero en torno al 0,23
por ciento de AOD/RNB entre 1994
y 2004, para, a partir de entonces,
iniciar su incremento hasta alcanzar
el 0,45 por ciento en 2008. Desde entonces
hasta los presupuestos de 2011
se han reducido más de 500 millones
de euros, situándose en el 0,40 [4] por
ciento. La veda para el descenso se
abrió en el discurso del presidente del
gobierno Rodríguez Zapatero ante el
pleno del Congreso de los Diputados
en mayo de 2010, en el que junto a
otras medidas anunció expresamente
la reducción de 800 millones de euros
de AOD entre 2010 y 2011. A partir de
este instante el recorte de AOD dejaba
de tener costo político para los responsables
de las distintas administraciones
que se apresuraron a anunciar
bajadas presupuestarias importantes
en los fondos destinados a cooperación
internacional y a educación para
el desarrollo.

Apenas en un año pudimos comprobar,
además, que el recorte de
AOD estaba sobredimensionado respecto
del resto de recortes realizados.
Entre 2009 y 2010 el gasto público
descendió algo más de un 6 por ciento
mientras que el recorte de AOD casi
alcanza el 20 por ciento. En realidad
el recorte de AOD respondía a una de-
ficiente consolidación institucional y
doctrinal del sistema de cooperación
internacional [5] y, en consecuencia, a
una escasa integración de los principios
del desarrollo humano, equitativo
y sostenible entre los marcos políticos
de la administración española. Poco
importaron que las cifras publicadas
por las instituciones internacionales
demostraran que la crisis financiera
se estaba cebando en las poblaciones más vulnerables y empobrecidas del
planeta, aquéllas que eran las benefi-
ciarias de las políticas de cooperación.
El Banco Mundial (BM) y la FAO
anunciaron que el número de personas
en pobreza extrema y padeciendo
hambre superaban respectivamente
los 1.400 y 1.000 millones. Los países
donantes podían permitirse recortar
sus ya exiguas ayudas porque ahora
“nuestras necesidades se imponen a
las necesidades de los de fuera”.

En consecuencia podría decirse
que la política de cooperación internacional
para el desarrollo no es la
expresión de la corresponsabilidad de
los países ricos con los retos del desarrollo
internacional, sino una política
de “generosidad”, propia de los tiempos
de bonanza, y con el alto grado de
prescindibilidad mostrado en épocas
de ajuste. Los Objetivos de Desarrollo
del Milenio (ODM) pueden esperar;
el 0,7 por ciento también puede
esperar. La política de ayuda queda
supeditada a los objetivos del ajuste
estructural de la economía, al menos
hasta que se retorne a la senda del
crecimiento económico. Se desprecia
de esta forma lo que suponíamos que
era una política de Estado destinada
al desarrollo. En realidad los ejes del
modelo de desarrollo vigente no son
más que el crecimiento económico y
la liberalización comercial.

No deberíamos aceptar con resignación
los discursos y argumentos
basados en el establecimiento de
prioridades, cuando afirman que la
coyuntura de crisis financiera obliga
a seleccionar los gastos en función
de las prioridades. En primer lugar
porque supone una falsedad evidente
por cuanto sólo en un año (2008) los
países donantes han destinado 20 veces
más dinero a rescatar y a avalar
entidades financieras -en gran medida
responsables de la crisis- que lo que
han destinado en 50 años de ayuda al
desarrollo [6]. Ésas son las verdaderas
prioridades. En segundo lugar, debiéramos
considerar qué visión del
desarrollo nos transmiten cuando en
el discurso sobre las prioridades en
tiempos de escasez, nos enfrentan las
necesidades en nuestros países con las
necesidades de los países empobrecidos. Si permitimos que confronten y
pongan a competir a los “pobres de
aquí” con los “pobres de fuera” habremos
hecho un flaco favor al pretendido
carácter universal de la idea de desarrollo
que promovemos. ¿No cabría
responder que, al fin y al cabo, pobres
de aquí y de fuera no son más que víctimas
de los mismos planes de política
económica, de los mismos planes
de ajuste estructural, de las mismas
prioridades, y de los mismos acuerdos
realizados por las élites? ¿No se trata,
en definitiva, de la extensión del mismo
modelo de desarrollo insostenible,
que genera exclusión e inequidad, que
concentra la riqueza y aumenta la desigualdad,
que traslada la política de
una virtud ciudadana a un espectáculo
televisivo?

¿Qué agenda para qué salida de la
crisis global?

En primer lugar no debemos caer en
la tentación de identificar crisis con
crecimiento económico negativo,
pues caeríamos en el mismo reduccionismo
que denunciamos cuando
identifican crecimiento positivo con
desarrollo. La crisis global que debemos
superar es anterior, más profunda
y compleja, y está enraizada en los
modelos de producción y de consumo
que las políticas neoliberales de los
últimos treinta años han privilegiado.
En ese sentido más nos valdría evitar
cualquier tentación en forma de recetarios
milagrosos. El futuro debe ser
construido mediante la recuperación
de la política por parte de la ciudadanía,
mediante la recuperación de
la corresponsabilidad por los asuntos
públicos. Lo público no puede estar
más en manos de élites económicas
y cuerpos de tecnócratas, que supeditarán
sin límites derechos y servicios
a sus intereses de rentabilidad. La recuperación
de los espacios públicos,
que protagonizan movimientos ciudadanos
en muchos países, simboliza la
recuperación por el derecho ciudadano
a participar efectivamente en los
asuntos públicos. Es la mejor noticia
que nos trajeron movilizaciones como
el 15M.

En realidad, las respuestas en forma
de articulaciones y movilizaciones
sociales a la crisis global también son
anteriores. A lo largo de la década de
los noventa fueron construyéndose
movimientos de participación ciudadana
articulados en diversas redes
sociales transnacionales, organizados
a partir de diferentes marcos reivindicativos
de emancipación y empoderamiento
de los colectivos excluidos:
desde el ecologismo y el feminismo
hasta las propuestas vinculadas a la
denuncia de las consecuencias que los
acuerdos de liberalización comercial
tienen para las poblaciones más vulnerables,
o los grupos organizados
en la promoción de un nuevo marco
de fiscalidad internacional para la
economía especulativa y las redes de
denuncia por las violaciones de derechos
humanos, políticos, económicos,
sociales o culturales. La convergencia
desde la diversidad de enfoques e intereses
se expresa en movilizaciones,
manifiestos y propuestas políticas que
ponen de manifiesto la posibilidad de
escoger otras alternativas al modelo
de desarrollo.

La agenda está abierta en canal
por parte de las articulaciones sociales
transnacionales que vienen a modificar
las narrativas y los discursos
hegemónicos vigentes. Ésa es nuestra
particular tarea en la transformación
de las actuales relaciones de poder.
La necesidad de acuerdos globales
sobre la reducción de gases de efecto
invernadero; el establecimiento de
un impuesto global a las transacciones
financieras; el cambio de modelo
productivo y de consumo basado en
principios de soberanía alimentaria;
el establecimiento de auditorías a la
deudas públicas externas; la igualdad
efectiva de derechos, oportunidades y
reconocimientos para hombres y mujeres;
la transición a un modelo energético
limpio y sostenible; el cumplimiento
de la legalidad internacional
para Estados y transnacionales; la
desaparición del fraude fiscal consentido
mediante la existencia de paraísos
fiscales; la generación de espacios de
participación política ciudadana creativa
y comprometida; la erradicación
de la pobreza extrema, y la reducción
de las brechas de desigualdad.

Entre otras, éstas son las prioridades
para aprovechar la oportunidad y
rescatar el debate sobre el desarrollo.
Para que en esta ocasión la crisis no se
convierta en una nueva excusa y sirva
otra vez para que unos pocos den otra
dentellada a lo público, para que nos
conviertan un poco más en clientes
endeudados, y para que varios centenares
de millones engrosen la nómina
de los desheredados.

Pablo José Martínez Osés
Coordinador de la Plataforma 2015 y más, coordinacion@2015ymas.org

- Este artículo ha sido publicado en el nº 49 de Pueblos - Revista de Información y Debate, especial diciembre de 2011.

Enfrentamos el riesgo de intentar recuperar cuanto antes, y a cualquier precio, la senda del crecimiento económico y
que, en consecuencia, queden postergadas cualesquiera otras consideraciones, incluidas las relativas a la equidad, la
sostenibilidad, o los derechos humanos, ahondándose así en las características del mencionado maldesarrollo
(Koldo Unceta, 2009) [7]

¿De qué crisis hablamos?

Ya antes de 2008 estábamos
viviendo una crisis global de
dimensiones entrelazadas y sobre la
que existía numerosa literatura. Una
crisis caracterizada por el desastre
ecológico causado por el modelo de
producción, distribución, comercialización
y consumo de los bienes;
legitimado por un reduccionismo
economicista de la idea de desarrollo
y simbolizado en las cifras del crecimiento
de los productos brutos
nacionales. Una crisis caracterizada
también por la creciente desigualdad
consecuencia de una concentración de
la riqueza sin precedente en la historia
de la humanidad, que se expresa
tanto en términos de desigualdad internacional
como en el crecimiento de
la desigualdad interna de países o regiones [8].
Una crisis caracterizada también
por el progresivo desplazamiento
del poder internacional [9] de manos de
los Estados-nación a manos de otros
actores transnacionales cuya legitimidad
no está basada en métodos democráticos
sino en la fuerza que les
proporciona la disposición de capital
y la consiguiente capacidad para invertir
y para otorgar financiación para
las necesidades tanto públicas como
privadas.

El panorama dibujado por este
desplazamiento del poder amenaza
con convertir a las democracias en
regímenes irrelevantes para la conducción
de los asuntos públicos, de
la misma forma que torna en prescindible
la participación política de la
ciudadanía. Se genera así la sensación
de que los asuntos públicos dependen
más de la gestión que de la política.
Se va configurando un mundo gobernado
por plutócratas, con la colaboración
de cuerpos de tecnócratas que
continúa expulsando a gran parte de la
población mundial de los beneficios.
La idea de ciudadanía con derechos se
va transformando progresivamente en
la de clientes con capacidad adquisitiva
para acceder a los servicios.

Es importante la caracterización de
la crisis para saber no sólo de qué crisis
hablamos, sino también para saber
qué crisis queremos resolver. Porque
si asumimos que la crisis sólo apareció
con la implosión de los mercados
financieros causada por la desregulación
de los mismos, o por los fallos de
las instituciones de supervisión, y que
por lo tanto es una crisis básicamente
de liquidez, tendremos que asumir que
la salida de la crisis consiste en hacer
los esfuerzos necesarios para regresar
a la senda de crecimiento económico
anterior a 2008. Ésta es la perspectiva
con que los gobiernos, representantes
de las empresas, instituciones y medios
de comunicación nos hablan de
la crisis. Ésta es la perspectiva que
justifica la necesidad de acelerar los
procesos de ajuste de nuestras economías,
mediante el recetario conocido
desde hace tres décadas: recorte del
gasto público; reducción del déficit
sin aumentar los ingresos fiscales derivables
de los beneficios societarios;
privatizaciones de empresas y servicios
públicos, y profundización en los
mecanismos de desregulación y liberalización
de todos los mercados, especialmente
el laboral y el financiero.
Desde la perspectiva de recuperar la
senda de crecimiento económico tan
sólo se puede confiar en que el sector
privado encuentre nuevos márgenes
para ampliar sus rentabilidades.
Márgenes basados en la constricción
de espacios públicos generadores de
derechos, es decir, en el traspaso de
las obligaciones del Estado al negocio
del mercado. Desde esta perspectiva
parece imposible introducir consideraciones
y críticas al modelo de desarrollo,
urgidos por las dramáticas
consecuencias que se expresan en altas
tasas de desempleo y en pérdida de
poder adquisitivo. Todos los esfuerzos
se orientan a retornar al crecimiento
económico positivo.

¿Qué nos dicen de los recortes en
cooperación para el desarrollo?

Estamos ante la primera ocasión en
que los fondos de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) están siendo drásticamente
recortados en la historia
del sistema español de cooperación.
Hasta ahora la AOD española se había
consolidado primero en torno al 0,23
por ciento de AOD/RNB entre 1994
y 2004, para, a partir de entonces,
iniciar su incremento hasta alcanzar
el 0,45 por ciento en 2008. Desde entonces
hasta los presupuestos de 2011
se han reducido más de 500 millones
de euros, situándose en el 0,40 [10] por
ciento. La veda para el descenso se
abrió en el discurso del presidente del
gobierno Rodríguez Zapatero ante el
pleno del Congreso de los Diputados
en mayo de 2010, en el que junto a
otras medidas anunció expresamente
la reducción de 800 millones de euros
de AOD entre 2010 y 2011. A partir de
este instante el recorte de AOD dejaba
de tener costo político para los responsables
de las distintas administraciones
que se apresuraron a anunciar
bajadas presupuestarias importantes
en los fondos destinados a cooperación
internacional y a educación para
el desarrollo.

Apenas en un año pudimos comprobar,
además, que el recorte de
AOD estaba sobredimensionado respecto
del resto de recortes realizados.
Entre 2009 y 2010 el gasto público
descendió algo más de un 6 por ciento
mientras que el recorte de AOD casi
alcanza el 20 por ciento. En realidad
el recorte de AOD respondía a una de-
ficiente consolidación institucional y
doctrinal del sistema de cooperación
internacional [11] y, en consecuencia, a
una escasa integración de los principios
del desarrollo humano, equitativo
y sostenible entre los marcos políticos
de la administración española. Poco
importaron que las cifras publicadas
por las instituciones internacionales
demostraran que la crisis financiera
se estaba cebando en las poblaciones más vulnerables y empobrecidas del
planeta, aquéllas que eran las benefi-
ciarias de las políticas de cooperación.
El Banco Mundial (BM) y la FAO
anunciaron que el número de personas
en pobreza extrema y padeciendo
hambre superaban respectivamente
los 1.400 y 1.000 millones. Los países
donantes podían permitirse recortar
sus ya exiguas ayudas porque ahora
“nuestras necesidades se imponen a
las necesidades de los de fuera”.

En consecuencia podría decirse
que la política de cooperación internacional
para el desarrollo no es la
expresión de la corresponsabilidad de
los países ricos con los retos del desarrollo
internacional, sino una política
de “generosidad”, propia de los tiempos
de bonanza, y con el alto grado de
prescindibilidad mostrado en épocas
de ajuste. Los Objetivos de Desarrollo
del Milenio (ODM) pueden esperar;
el 0,7 por ciento también puede
esperar. La política de ayuda queda
supeditada a los objetivos del ajuste
estructural de la economía, al menos
hasta que se retorne a la senda del
crecimiento económico. Se desprecia
de esta forma lo que suponíamos que
era una política de Estado destinada
al desarrollo. En realidad los ejes del
modelo de desarrollo vigente no son
más que el crecimiento económico y
la liberalización comercial.

No deberíamos aceptar con resignación
los discursos y argumentos
basados en el establecimiento de
prioridades, cuando afirman que la
coyuntura de crisis financiera obliga
a seleccionar los gastos en función
de las prioridades. En primer lugar
porque supone una falsedad evidente
por cuanto sólo en un año (2008) los
países donantes han destinado 20 veces
más dinero a rescatar y a avalar
entidades financieras -en gran medida
responsables de la crisis- que lo que
han destinado en 50 años de ayuda al
desarrollo [12]. Ésas son las verdaderas
prioridades. En segundo lugar, debiéramos
considerar qué visión del
desarrollo nos transmiten cuando en
el discurso sobre las prioridades en
tiempos de escasez, nos enfrentan las
necesidades en nuestros países con las
necesidades de los países empobrecidos. Si permitimos que confronten y
pongan a competir a los “pobres de
aquí” con los “pobres de fuera” habremos
hecho un flaco favor al pretendido
carácter universal de la idea de desarrollo
que promovemos. ¿No cabría
responder que, al fin y al cabo, pobres
de aquí y de fuera no son más que víctimas
de los mismos planes de política
económica, de los mismos planes
de ajuste estructural, de las mismas
prioridades, y de los mismos acuerdos
realizados por las élites? ¿No se trata,
en definitiva, de la extensión del mismo
modelo de desarrollo insostenible,
que genera exclusión e inequidad, que
concentra la riqueza y aumenta la desigualdad,
que traslada la política de
una virtud ciudadana a un espectáculo
televisivo?

¿Qué agenda para qué salida de la
crisis global?

En primer lugar no debemos caer en
la tentación de identificar crisis con
crecimiento económico negativo,
pues caeríamos en el mismo reduccionismo
que denunciamos cuando
identifican crecimiento positivo con
desarrollo. La crisis global que debemos
superar es anterior, más profunda
y compleja, y está enraizada en los
modelos de producción y de consumo
que las políticas neoliberales de los
últimos treinta años han privilegiado.
En ese sentido más nos valdría evitar
cualquier tentación en forma de recetarios
milagrosos. El futuro debe ser
construido mediante la recuperación
de la política por parte de la ciudadanía,
mediante la recuperación de
la corresponsabilidad por los asuntos
públicos. Lo público no puede estar
más en manos de élites económicas
y cuerpos de tecnócratas, que supeditarán
sin límites derechos y servicios
a sus intereses de rentabilidad. La recuperación
de los espacios públicos,
que protagonizan movimientos ciudadanos
en muchos países, simboliza la
recuperación por el derecho ciudadano
a participar efectivamente en los
asuntos públicos. Es la mejor noticia
que nos trajeron movilizaciones como
el 15M.

En realidad, las respuestas en forma
de articulaciones y movilizaciones
sociales a la crisis global también son
anteriores. A lo largo de la década de
los noventa fueron construyéndose
movimientos de participación ciudadana
articulados en diversas redes
sociales transnacionales, organizados
a partir de diferentes marcos reivindicativos
de emancipación y empoderamiento
de los colectivos excluidos:
desde el ecologismo y el feminismo
hasta las propuestas vinculadas a la
denuncia de las consecuencias que los
acuerdos de liberalización comercial
tienen para las poblaciones más vulnerables,
o los grupos organizados
en la promoción de un nuevo marco
de fiscalidad internacional para la
economía especulativa y las redes de
denuncia por las violaciones de derechos
humanos, políticos, económicos,
sociales o culturales. La convergencia
desde la diversidad de enfoques e intereses
se expresa en movilizaciones,
manifiestos y propuestas políticas que
ponen de manifiesto la posibilidad de
escoger otras alternativas al modelo
de desarrollo.

La agenda está abierta en canal
por parte de las articulaciones sociales
transnacionales que vienen a modificar
las narrativas y los discursos
hegemónicos vigentes. Ésa es nuestra
particular tarea en la transformación
de las actuales relaciones de poder.
La necesidad de acuerdos globales
sobre la reducción de gases de efecto
invernadero; el establecimiento de
un impuesto global a las transacciones
financieras; el cambio de modelo
productivo y de consumo basado en
principios de soberanía alimentaria;
el establecimiento de auditorías a la
deudas públicas externas; la igualdad
efectiva de derechos, oportunidades y
reconocimientos para hombres y mujeres;
la transición a un modelo energético
limpio y sostenible; el cumplimiento
de la legalidad internacional
para Estados y transnacionales; la
desaparición del fraude fiscal consentido
mediante la existencia de paraísos
fiscales; la generación de espacios de
participación política ciudadana creativa
y comprometida; la erradicación
de la pobreza extrema, y la reducción
de las brechas de desigualdad.

Entre otras, éstas son las prioridades
para aprovechar la oportunidad y
rescatar el debate sobre el desarrollo.
Para que en esta ocasión la crisis no se
convierta en una nueva excusa y sirva
otra vez para que unos pocos den otra
dentellada a lo público, para que nos
conviertan un poco más en clientes
endeudados, y para que varios centenares
de millones engrosen la nómina
de los desheredados.

Pablo José Martínez Osés
Coordinador de la Plataforma 2015 y más, coordinacion@2015ymas.org

- Este artículo ha sido publicado en el nº 49 de Pueblos - Revista de Información y Debate, especial diciembre de 2011.


Notas

[1Koldo Unceta, “El peligro de volver a comenzar. El debate sobre el desarrollo en tiempos de crisis”, Rebelión,
7/05/2009. Véase del mismo autor una reflexión más completa y extensa acerca de los debates sobre el concepto de
desarrollo en idem, “Desarrollo, subdesarrollo, maldesarrollo y postdesarrollo. Una mirada transdisciplinar sobre el
debate y sus implicaciones”, Carta Latinoamericana, 7 (2009), Centro Latinoamericano de Ecología Social.

[2Branko Milanovic, WorldsApart: Global and International Inequality 1950-2000, Princeton University Press, 2005.

[3J.A. Sanahuja, “¿Un mundo unipolar, multipolar, o apolar? El poder estructural y las transformaciones de la sociedad
internacional contemporánea”, en VVAA, Cursos de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Vitoria-
Gasteiz
, Bilbao, UPV/EHU, 2007.

[4Esta cifra se refiere a lo presupuestado para 2011, año en el que se han sucedido los anuncios de recortes tanto en
la Administración General como en las Administraciones Autonómicas y Locales, lo que asegura que la cifra real será
bastante menor. Respecto a las previsiones para 2012, dado que los Presupuestos Generales han sido prorrogados,
no es posible aportar datos, aunque es previsible esperar un nuevo descenso en función de las declaraciones y
anuncios por parte de los diferentes responsables políticos.

[5Ignacio Martínez y Pablo Martínez, “Balance de la cooperación española: crisis, estancamiento y debilidad política”,
en Plataforma 2015 y más, Las políticas globales IMPORTAN. Análisis de los retrocesos y rupturas en la práctica de
la lucha contra la pobreza y la desigualdad en 2010
, Octavo informe anual de la Plataforma 2015 y más, 2011.

[6Alianza Española contra la Pobreza, Manifiesto de la Semana de Lucha contra la Pobreza del 16 de octubre de
2009.

[7Koldo Unceta, “El peligro de volver a comenzar. El debate sobre el desarrollo en tiempos de crisis”, Rebelión,
7/05/2009. Véase del mismo autor una reflexión más completa y extensa acerca de los debates sobre el concepto de
desarrollo en idem, “Desarrollo, subdesarrollo, maldesarrollo y postdesarrollo. Una mirada transdisciplinar sobre el
debate y sus implicaciones”, Carta Latinoamericana, 7 (2009), Centro Latinoamericano de Ecología Social.

[8Branko Milanovic, WorldsApart: Global and International Inequality 1950-2000, Princeton University Press, 2005.

[9J.A. Sanahuja, “¿Un mundo unipolar, multipolar, o apolar? El poder estructural y las transformaciones de la sociedad
internacional contemporánea”, en VVAA, Cursos de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Vitoria-
Gasteiz
, Bilbao, UPV/EHU, 2007.

[10Esta cifra se refiere a lo presupuestado para 2011, año en el que se han sucedido los anuncios de recortes tanto en
la Administración General como en las Administraciones Autonómicas y Locales, lo que asegura que la cifra real será
bastante menor. Respecto a las previsiones para 2012, dado que los Presupuestos Generales han sido prorrogados,
no es posible aportar datos, aunque es previsible esperar un nuevo descenso en función de las declaraciones y
anuncios por parte de los diferentes responsables políticos.

[11Ignacio Martínez y Pablo Martínez, “Balance de la cooperación española: crisis, estancamiento y debilidad política”,
en Plataforma 2015 y más, Las políticas globales IMPORTAN. Análisis de los retrocesos y rupturas en la práctica de
la lucha contra la pobreza y la desigualdad en 2010
, Octavo informe anual de la Plataforma 2015 y más, 2011.

[12Alianza Española contra la Pobreza, Manifiesto de la Semana de Lucha contra la Pobreza del 16 de octubre de
2009.


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