OMAL

Internas

María González Reyes

Domingo 10 de febrero de 2019

Trabajo de interna. Así le dicen, interna. Busqué su significado, el de interna. Es curioso lo que pone. No dice nada de nosotras, de las que vivimos dentro de otra casa que no es la nuestra. De las que vivimos en nuestro lugar de trabajo. Es como si no existiéramos. Hay muchas cosas que son duras de nuestro trabajo. Algunas son pequeños detalles, como que no te secas el cuerpo después de una ducha con tu toalla, o con la toalla de una amiga que te prestó una habituación para vivir. Te secas con la toalla de quien te contrata por un sueldo con el que no podrías subsistir un mes en la cuidad. Te secas siempre con la toalla del trabajo en el lugar del trabajo porque vives en el trabajo. Sé que te parece una tontería, secarte la cara con una toalla que es de quien te contrata por un sueldo que nunca admitiría para si misma. Te toca la piel. Te quita el agua. No puedes tener un proyecto vital si vives en una casa que es tu trabajo. Una casa llena de toallas que se apilan en los armarios. Un día. Otro día. La misma toalla dentro del mismo armario dentro de la misma casa. Los días. Y yo soy esa cara sin toalla propia para secarse. Yo soy esa cara que se mira en un espejo redondo después de quitar el agua de la cara.

No hay intimidad para las internas. Hay soledad, en el cuarto más pequeño de la casa, en la zona más apartada. Hay soledad. No hay proyecto vital porque no hay proyectos vitales sin incluir a otras personas. No hay proyecto conjunto de dos. No hay pareja. No hay posibilidad de hijos. No hay cotidianeidad más allá de quien te paga. Un sueldo mísero. No hay sexo con otra persona si vives en tu trabajo. A las internas también nos gusta el sexo. No sé si lo habías pensado.


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