OMAL

La maleta de un migrante

María González Reyes

Domingo 7 de agosto de 2016

Si tuviera que irme no sé qué me llevaría. Sé qué es lo que me gustaría llevarme, pero eso no cabe seguro en una mochila que tienes que acarrear durante tantos kilómetros. Esos viajes a menudo duran años. Por eso ahí no cabrían los cuadernos donde escribí cómo fueron creciendo mis hijos, ni las cartas de mi primer novio ni las sandalias que me compré el verano pasado y que me encantan. No podría llevar nada de eso. Llevaría lo que fuera imprescindible y útil. Claro que un libro como Las uvas de la ira es útil y, sin duda, imprescindible, y no podría llevármelo. Será más bien que habría que llenar la mochila de cosas que ayudaran a proteger el cuerpo, como un buen impermeable, algo de abrigo y una gorra para el sol, olvidando los recuerdos y la música. En realidad supongo que tampoco importaría tanto, se trataría de poder llegar, de atravesar las bombas y los alambres de espinos y el mar y el miedo y las fronteras y los policías lanzando gases y la tristeza y la rabia que produce saber que hay gente diciendo que es mejor que no llegues. No sé si algo de lo que pudiera meter en mi mochila me podría ayudar con todo esto.


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