OMAL

Declaración de principios

María González Reyes y Virginia Pedrero

Domingo 21 de diciembre de 2014

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Llueve.

No le hace falta acercarse a la ventana para sentir la humedad. La casa está fría. Acaba de llegar después de una larga jornada de trabajo y nunca pone la calefacción cuando va a estar fuera. Le parece un gasto absurdo de energía. Duda entre ensalada y leche con galletas y se decanta por esto último. Ganaron el juicio. Está contenta porque sabe que su papel de abogada fue impecable y porque también sabe que ganar esta vez abre la posibilidad a poder ganar muchas otras veces.

Recuerda los primeros años en la facultad de Derecho, las discusiones interminables y su convencimiento, cada vez más fuerte, de que trabajaría para los que tienen menos opciones. “Las cárceles están llenas de personas pobres mientras que las clases sociales más favorecidas tienen impunidad”, les decía a sus compañeros, “además, es la clase dirigente la que causa de manera directa que haya más pobreza, pero eso legalmente no se considera un delito. Tenemos que conseguir no solo que se reconozcan los derechos sociales, sino que haya mecanismos para que todas las personas tengan acceso a ellos”.

Y años después había utilizado esta última frase en su primer juicio. No entiende bien por qué su sentido común, el que le ayuda a entender las causas de las injusticias y a buscar maneras para revertirlas, es diferente al sentido común de tanta otra gente que legitima con sus actuaciones las desigualdades.

No sabe de dónde le viene esa manera de pensar y de actuar. No la aprendió en su casa ni en el colegio, tampoco en la facultad. Quizás la fue creando caminando por las ciudades con los ojos puestos en la gente y no en las cosas. Hablando y escuchando. Mirando un poco más allá de lo que se ve.

Dejándose empapar por la lluvia.


Texto: María González Reyes / Ilustración: Virginia Pedrero.


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