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Deslocalización

Miércoles 26 de diciembre de 2012

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Se entiende por deslocalizaciones internacionales las compras por las empresas de servicios y bienes intermedios a suministradores extranjeros con los que no tienen relaciones de dependencia o las transferencias de tareas a sociedades afiliadas implantadas en el extranjero. Su rasgo distintivo sería el aspecto extranacional, con independencia de si esos bienes o servicios son suministrados por la misma empresa o por prestatarios externos.

El desplazamiento de actividades y empleos desde una empresa residente en un país a otra residente en el extranjero puede adoptar una relación accionarial, entre empresas pertenecientes al mismo grupo, o contractual, entre una empresa principal y una subcontratista que abastece de bienes o servicios importados que antes eran producidos en el país de origen. El término deslocalización ha sido utilizado conjuntamente con el de desindustrialización para evocar la reorganización de las economías de antigua industrialización en un contexto modificado por el auge de las economías emergentes —especialmente, China—, su disposición de reservas inagotables de mano de obra cualificada y de bajo coste, y por la revolución de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación.

Efectos en el empleo y en las condiciones laborales

La teoría convencional presenta a la globalización como un proceso bidireccional en el que las deslocalizaciones y las importaciones se contrarrestan con la relocalización y las exportaciones, siendo minoría los países que sufrirían pérdidas importantes de empleo. El caso de Irlanda, por ejemplo, resulta llamativo: a pesar de tener una balanza comercial excedentaria, el importante impacto negativo de los intercambios sobre el empleo (reducción del 12,9%) se debería a que el excedente comercial se acumula en industrias de baja intensidad de mano de obra mientras que el déficit comercial se encontraría en industrias de alta intensidad de mano de obra y débil productividad. En el Estado español se habrían perdido 611.000 puestos de trabajo por los intercambios internacionales, aunque el porcentaje sería más bajo que el de Irlanda, el 3,9%. En sectores como el del automóvil, las empresas multinacionales han optado por su territorio —y el de otros países periféricos como Portugal y los estados del Este de Europa— para el ensamblaje y la fabricación de componentes, de forma que se convierta en una plataforma exportadora de gama baja para la que el coste es un elemento clave, por las posibilidades que les ofrece una estrategia basada en la flexibilidad y reducción de costes salariales y la aplicación de modelos de organización del trabajo más reactivos, reservándose a los países centrales el control de las funciones más complejas. Por ejemplo, la planta de componentes automovilísticos de la compañía estadounidense Delphi, que estaba en Puerto Real (Cádiz), se deslocalizó en el año 2007 a Polonia y a India.

Hasta la fecha, el impacto de los procesos de deslocalizaciones internacionales sobre el empleo de los países desarrollados ha sido limitado. Entre los diversos informes existentes se puede destacar el de la EIRO (2007), conforme al cual en el período 2003-2006, de los 2.445.793 empleos perdidos por las diversas medidas de reestructuración empresarial, el efecto imputable a estas deslocalizaciones internacionales fue sólo de 194.290 empleos (el 7,9%). Esta escasa incidencia sobre el empleo coexiste con un creciente sentimiento de inseguridad. Una de las claves puede consistir en el escaso número de recolocaciones de las personas que pierden el empleo. Otra puede ser debida a la amenaza latente de las direcciones de las empresas de persistir en la deslocalización si los trabajadores no aceptan la disminución de salarios, el aumento de la jornada u otras medidas similares, con el riesgo de que las cesiones desencadenen una espiral a la baja en las condiciones laborales. Se ha señalado la insuficiencia de las regulaciones sobre la participación de los trabajadores en las empresas tanto a escala estatal como de la Unión Europea e internacional. En un estudio sobre relocalización de actividades productivas, se ha señalado la frecuente inadecuación de los datos aportados por las empresas y la insuficiencia de los plazos de información y consulta.

La ventaja comparativa de los bajos salarios

La importación de los productos a bajo precio producidos en las empresas deslocalizadas se presenta como una ventaja de la globalización, que beneficiaría así a los consumidores de los países ricos, pero este efecto de suministro de productos low cost suele venir acompañado del retroceso salarial y del desarrollo de una fracción muy amplia de trabajadores de bajos salarios (working poors). La evidencia empírica existente muestra que la deslocalización internacional va asociada a una reducción de los salarios de los trabajadores que acceden a nuevos puestos de trabajo tras los procesos de deslocalización, generalmente de inferior cualificación y, en este sentido, contribuye a una redistribución regresiva de la renta, con caída de la parte de los salarios y aumento de la desigualdad.

Sus defensores exponen que crean empleo en los países receptores y favorecen una gestión más flexible de los mercados laborales al aumentar la oferta mundial de la fuerza de trabajo, incrementar la competencia para la obtención de empleos e incorporar a la globalización a un número más elevado de países de bajos salarios, lo que, al moderar las remuneraciones, daría lugar a un incremento de la competitividad y, con ello, a un crecimiento de la demanda de empleo. Estos argumentos obvian que las inversiones de las multinacionales dan lugar a producciones ultracompetitivas, a veces subvencionadas mediante ventajas fiscales concedidas por los estados receptores —que contribuyen a reducir los ingresos que serían necesarios para llevar a cabo las políticas sociales—, que pueden hacer desaparecer a la agricultura y la pequeña industria tradicional. Por otra parte, no es evidente que la mayor parte de las deslocalizaciones se realice hacia países emergentes. En un estudio sobre Francia se indica que, entre 1995 y 2001, el 53% de los empleos perdidos por las deslocalización de la producción se relocalizaron en países desarrollados, especialmente en los más cercanos. Es probable que el aumento de las cualificaciones y el progreso tecnológico de los países emergentes aumente la proporción de los mismos en el futuro, pero también tendrá lugar una contratendencia basada en el mayor aumento de los salarios en los mismos en relación con los países desarrollados. En cualquier caso, las grandes empresas siempre buscan la “ventaja comparativa” derivada de los bajos salarios, y la dirección exige que esta debe ser continuamente renovada para evitar nuevos procesos de deslocalización internacional hacía países de inferiores costes laborales. Constituyendo así un argumento perfecto para mantener a la baja los salarios y una mayor precariedad en el empleo. Como se señala en el informe de la UNCTAD de 2012, tanto los países de origen de las inversiones como los países receptores han adoptado políticas laborales y salariales similares: los países de origen intentan frenar la tendencia hacia la relocalización en el extranjero “liberalizando sus mercados laborales y ejerciendo presión sobre los salarios”, mientras que los países de destino han intentado “flexibilizar” sus mercados laborales con el fin de atraer más inversión extranjera.

 


  • ARAGÓN MEDINA, J., ROCHA SÁNCHEZ, F. Y DE LA FUENTE SANZ, L. (2007): La relocalización de empresas y las relaciones laborales en España, Fundación 1º de Mayo, Madrid.
  • EIRO (2007): Restructuring and employment in the EU: The impact of globalization, European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions.
  • FLORES SÁNCHEZ, G. (2010): “La acción sindical y las dinámicas de deslocalización internacional”, Cuadernos de Relaciones Laborales, vol. 28, nº 1.
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