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Inversión Extranjera Directa

Miércoles 26 de diciembre de 2012

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La Inversión Extranjera Directa (IED) consiste en la inversión de capital por parte de una persona natural o de una persona jurídica (instituciones y empresas públicas, empresas privadas, etc.) en un país extranjero. En el país de destino, esta entrada de capitales puede realizarse mediante la creación de nuevas plantas productivas o la participación en empresas ya establecidas para conformar una filial de la compañía inversora. Según la OCDE, la IED tiene por objeto ejercer un control a largo plazo sobre la empresa adquirida o participada, y el criterio establecido para definirlo es que la propiedad adquirida por la sociedad matriz sea, como mínimo, del 10% de la filial.

Según el paradigma capitalista, la IED es uno de los motores del desarrollo, especialmente para las economías receptoras. Empezó a cobrar mayor relevancia a partir de finales de los años ochenta, cuando el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial promovieron en los países periféricos la aplicación de las medidas propugnadas por el CONSENSO DE WASHINGTON: PRIVATIZACIONES, reducción de la inversión del sector público y liberalización comercial y financiera. La IED, a partir de entonces, pasó a convertirse en una de las principales fuentes de financiación de los países empobrecidos. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), entre 1996 y 2001 los flujos de IED que entraron en la región superaron ligeramente el 4% del PIB, mientras en 2007 este porcentaje aumentó un 8% de promedio; en 2011, en plena crisis financiera y económica, la IED descendió hasta el 5,8%.

Las EMPRESAS TRANSNACIONALES, principales responsables de la IED

En la actualidad, los principales agentes de la IED son las EMPRESAS TRANSNACIONALES a través de las fusiones y adquisiciones transfronterizas, y no de la inversión en la construcción de nuevo tejido productivo. Y es que esas modalidades de inversión han llegado a constituir el 88% del total de la IED y consisten, en su mayoría, en fusiones de grandes empresas cuyo resultado es una cada vez mayor concentración del capital.

Los motivos que llevan a estas corporaciones a realizar inversiones en otros países son, entre otros, la obtención de recursos naturales y mano de obra de bajo coste, así como el acceso a mercados mayores o en crecimiento. En definitiva, el motor de la IED es la búsqueda de un incremento en los beneficios de la empresa. Por tanto, existe una incoherencia entre las virtudes que el discurso neoliberal atribuye a la IED —según la UNCTAD, «tiene el potencial de generar empleo, aumentar la productividad, transferir conocimientos especializados y tecnología»— y los intereses que las corporaciones transnacionales tienen en sus inversiones en el exterior. La experiencia ha mostrado que no necesariamente se crea tejido productivo o empleo: la reestructuración llevada a cabo por Telefónica en la antigua empresa pública de telefonía de Perú supuso, según los sindicatos peruanos, 9.000 despidos entre 1994 y 2001. Y la transferencia de tecnología y productividad únicamente se da en función de si contribuye a la maximización del beneficio de la EMPRESA TRANSNACIONAL: existe evidencia documentada de que, por ejemplo, las MULTINACIONALES ESPAÑOLAS de los hidrocarburos en Bolivia y del sector eléctrico en Nicaragua y Colombia no han cumplido esta promesa.

Evolución de la IED: volumen, países y sectores

El crecimiento de la IED durante el siglo XX ha sido exponencial, sobre todo tras la crisis energética y financiera de los años setenta. La apertura de las fronteras al comercio y a las transacciones financieras, junto con la creciente FINANCIARIZACIÓN de la economía mundial, provocan una expansión tal que en 2007 la IED había alcanzado un valor equivalente a 137 veces el de 1970. En el panorama de crisis económica y financiera actual, sin embargo, la IED mundial ha sufrido una cierta contracción, que fue especialmente marcada en 2009, año en el que las salidas globales de inversión hacia otros países se redujeron alrededor de un 43%. Pero experimenta una ligera recuperación a partir de 2010, y en 2011 la IED ya crece un 17% con respecto a 2010, si bien no está clara cuál será su evolución en próximos ejercicios.

En cuanto a la IED española, ha sufrido una rápida evolución desde los años noventa, pasando de representar el 3% del PIB en 1990 a suponer el 20% en 2000 y el 47% en 2010. A nivel mundial, España fue el sexto país inversor en 1999, año en el que el 66% de sus inversiones se concentraron en América Latina. La entrada masiva de IED española en la región coincide con la PRIVATIZACIÓN de empresas estatales en los países latinoamericanos durante la década de los noventa, máximo que no ha vuelto a repetirse desde entonces, puesto que las compañías públicas únicamente pueden privatizarse una vez. Con todo, la presencia de las MULTINACIONALES ESPAÑOLAS en la región se ha afianzado en la última década y, según datos de 2011, España es el segundo país inversor en la región (14% del flujo), sólo superado por Estados Unidos (18%).

Tradicionalmente, los flujos de IED han sido emitidos y recibidos por economías situadas en el Norte global. En el año 2000, en estos países se originó cerca del 90% de la IED mundial y recibieron el 70% de la misma. Sin embargo, la crisis económica y financiera que se inició en 2007 ha marcado una nueva tendencia en las corrientes de IED, con un aumento importante de la cuota de participación de las economías periféricas, como emisores y también como receptores mundiales de IED. Concretamente, los países de América Latina y Caribe realizaron inversiones en el extranjero en 2010 por valor de 43.000 millones de dólares, un récord histórico para la región, lo que demuestra el creciente poder de las empresas translatinas. A su vez, la llegada de IED a la región muestra una tendencia de marcado crecimiento, así en 2010 aumentó un 40% con respecto al año anterior y en el año 2011 lo hizo en un 31% más.

En lo que se refiere a la participación por sectores productivos en la IED, en la década de los ochenta y noventa predominó la inversión en el sector servicios. En el caso de América Latina, coincidiendo con la entrada de los capitales europeos y, más concretamente, españoles, las transnacionales adquirieron las empresas estatales de servicios que se privatizaron en condiciones muy ventajosas y a precios por debajo de su valor real. Actualmente, si bien continúan produciéndose importantes fusiones y adquisiciones en el ámbito de los servicios, se comprueba una tendencia al alza en la inversión en la explotación de recursos naturales, principalmente en la región sudamericana, donde este rubro supuso el 43% del total de la entrada de IED en 2010 y el 57% en 2011, excluido Brasil. Se trata de inversiones en la explotación de materias primas para la exportación, fundamentalmente minería metálica, hidrocarburos y alimentos, impulsada por los altos precios de estas commodities en el mercado internacional. En cuanto a Centroamérica y el Caribe, las inversiones se concentran en los sectores manufacturero (54%) y de servicios (41%), según datos de 2011.

Inversión extranjera y desarrollo

Según la doctrina neoliberal, el libre flujo de inversiones internacionales representa una locomotora de desarrollo para las economías receptoras. Sin embargo, la experiencia de los últimos 25 años muestra que las inversiones extranjeras tienen graves impactos en términos de desarrollo humano.

La entrada de IED impulsa y aprovecha los procesos de PRIVATIZACIÓN y mercantilización de bienes y servicios fundamentales para la vida digna de la población. La consecuencia directa de esto es la exclusión del acceso a esos recursos por parte de las mayorías sociales y la transformación de derechos universales en mercancías. América Latina representa un claro ejemplo de ello: la entrada de capital transnacional en la región está ligada a la explotación comercial de bienes como el agua y servicios como el suministro eléctrico, que experimentan graves aumentos tarifarios y presentan deficiencias e insuficiente cobertura. Otro ejemplo es el sistema de pensiones, que, una vez en manos de la inversión privada, excluye de la seguridad social a amplios sectores sociales por no ser rentables.
La inversión en actividades extractivas, que tiene fuertes impactos culturales, económicos, ambientales y sociales en las comunidades que habitan los territorios en que se desarrollan las explotaciones, tampoco tiene efectos positivos en términos puramente macroeconómicos, porque constituye un trasvase neto de riqueza hacia las economías centrales, mediante la exportación de las materias primas y la repatriación de beneficios.

Finalmente, las medidas y acuerdos orientados a atraer a inversores externos tienden a desproteger y subordinar los derechos humanos de las poblaciones locales a los intereses y el poder de las corporaciones, y arrebatan a los pueblos su soberanía. Treinta años de intensificación de la entrada de IED han perpetuado a América Latina como la región más desigual del planeta.

 


  • ARAHUETES GARCÍA, A. Y GARCÍA DOMONTE, A. (2007): “¿Qué ha sucedido con la Inversión Extranjera Directa (IED) de las empresas españolas en América Latina tras el boom de los años noventa y la incertidumbre de los primeros años 2000?”, Real Instituto Elcano, Madrid.
  • CASILDA BÉJAR, R. (2002): La década dorada. Economía e inversiones españolas en América Latina, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, Madrid.
  • CEPAL (2012 y anteriores): La inversión extranjera en América Latina y el Caribe, 2011, Naciones Unidas, Santiago de Chile.
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  • GONZÁLEZ, E. Y GANDARILLAS, M. (2010): Las multinacionales en Bolivia. De la desnacionalización al proceso de cambio, Icaria, Barcelona.
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