OMAL

Empresa transnacional

Miércoles 26 de diciembre de 2012

Todas las versiones de este artículo: [Español] [euskara]

La empresa transnacional es, según Raymond Vernon, «una compañía que intenta conducir sus actividades en una escala internacional, como quien cree que no existen fronteras nacionales, sobre la base de una estrategia común dirigida por el centro corporativo». Otra descripción que se ha hecho de las empresas transnacionales, a las que algunos autores prefieren llamar sociedades transnacionales, es la que realiza el departamento de Comercio de los Estados Unidos: «Las filiales son articuladas en un proceso integrado y sus políticas son determinadas por el centro corporativo en términos de las decisiones relacionadas con la producción, la localización de plantas, las formas de los productos, la comercialización y el financiamiento».

Según la Corte de Justicia de las Comunidades Europeas (en el caso 270/83 de 1986), una empresa transnacional está constituida por una sociedad matriz, creada de conformidad con la legislación de un país determinado, que se implanta en otros países mediante inversiones directas, sin crear sociedades locales o mediante filiales que se constituyen como sociedades locales, de conformidad con la legislación del país huésped. La Corte Suprema Argentina dijo en 1973 que cuando el status jurídico de la filial hace aparecer a ésta como una entidad independiente es preciso “levantar el velo” de la ficción jurídica y establecer la realidad económica, de modo que la sociedad matriz no pueda eludir sus responsabilidades. Es decir que la sociedad transnacional, aunque tenga la apariencia jurídica de una pluralidad de sociedades, constituye, en lo esencial, una unidad económica con un centro único con poder de decisión.

El principal objetivo es el máximo beneficio

Las empresas transnacionales son polifacéticas y versátiles: pueden actuar simultánea o sucesivamente en la economía real y en la especulación financiera, en la producción, en el comercio y en los servicios. También, por distintas razones, suelen cambiar de localización territorial y de nombre.

Las empresas realizan dichas actividades de manera separada, conjunta o alternativamente. En sus actividades abarcan diferentes territorios nacionales, variando con rapidez y relativa frecuencia sus lugares de implantación o de inversión de capitales, en función de su estrategia basada en el objetivo del beneficio máximo a través de la búsqueda de mano de obra más barata, ventajas fiscales, subvenciones estatales, proximidad de las fuentes de materias primas, proximidad del mercado consumidor, reglamentaciones flexibles y/o más favorables, altas tasas de interés para sus capitales especulativos, etc.

Pueden funcionar con una sociedad matriz y filiales, constituir grupos de un mismo sector de actividad, conglomerados o coaliciones que abarquen actividades diversas, unificarse por vía de fusiones o absorciones, y constituir conjuntos financieros (holdings). Estos últimos sólo poseen un capital financiero en acciones, con los que controlan empresas o grupos de empresas. En todos los casos, las decisiones más importantes están centralizadas.

Pueden tener su domicilio en uno o varios países: en el de la sede real de la entidad madre, en el de la implantación principal de las actividades y/o en el país donde ha sido registrada la sociedad. Pero siempre puede identificarse una nacionalidad de la sociedad transnacional, en el sentido de que hay un Estado que la sostiene y defiende sus intereses en la Organización Mundial del Comercio, en el Fondo Monetario Internacional, en el Banco Mundial y en otros organismos internacionales, o por medios políticos, militares y otros. Suele suceder que la actividad realmente productiva está delegada en subcontratistas y que la empresa transnacional se reserva el know-how, la marca y el marketing.

Origen y expansión de las empresas transnacionales

Las primeras empresas transnacionales aparecieron hacia fines del siglo XIX, primero como grandes empresas nacionales que acumularon capital y poder empleando todos los medios, incluidos la extorsión y el crimen y comenzaron a extenderse fuera de las fronteras. Por ejemplo, la Standard Oil, fundada por John D. Rockefeller en 1870 en Cleveland, Ohio. Durante decenios las empresas transnacionales estuvieron centradas en la actividad productiva: la extracción y el comercio de materias primas y la fabricación y el comercio de productos industriales, sectores a los que se fueron agregando la prestación de servicios, la comunicación, la electrónica, la informática, la biotecnología, etc.

El proceso de constitución de las grandes empresas transnacionales es el resultado de la concentración y acumulación de capital, que dio lugar a la formación de grandes oligopolios y monopolios cuya base financiera se consolidó desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX con la fusión del capital industrial y el capital bancario.

Con el surgimiento del capitalismo monopolista, que se consolida en la segunda mitad del siglo XX con la llamada revolución científica y técnica (electrónica, informática, etc.), cesa la relativa autonomía de las tres esferas (producción, circulación y realización), el capital financiero asume un papel hegemónico y desaparece la competencia como mecanismo autorregulador —o relativamente autorregulador— del mercado. Las empresas transnacionales pasan así a ser las estructuras básicas del sistema económico-financiero mundial y sustituyen al mercado “libre” como método de organización del comercio internacional. Sin que por ello deje de existir la competencia entre los grandes oligopolios, que suele ser encarnizada y sin cuartel, pese a la existencia de la Organización Mundial del Comercio, que se supone debe arbitrar los conflictos.

Las relaciones entre las empresas transnacionales son una combinación de una guerra implacable por el control de mercados o zonas de influencia, de absorciones o adquisiciones forzadas o consentidas, de fusiones o ententes y del intento permanente pero nunca logrado de establecer reglas privadas y voluntarias de juego limpio entre ellas. Porque la verdadera ley suprema de las relaciones entre las corporaciones transnacionales es «devorar o ser devorados». De modo que, cuando actualmente se habla del mercado y de que «el funcionamiento de la economía debe quedar librado a las fuerzas del mercado», debe entenderse que el funcionamiento de la economía —y de la sociedad en general— ha de quedar sometido a la estrategia decidida por el capital monopolista transnacional encarnado en las empresas transnacionales, cuyo objetivo básico es maximizar sus beneficios, apropiándose por cualquier medio del fruto del trabajo, de los ahorros y de los conocimientos tradicionales y científicos de la sociedad humana. Todo ello en desmedro del interés general, teóricamente representado por las instituciones democráticas del Estado y amparado por las normas jurídicas nacionales e internacionales, particularmente las referidas a los derechos humanos (políticos, civiles, económicos, sociales, culturales y ambientales).

 


  • OFFICE OF INTERNATIONAL INVESTMENT (1972): The Multinational Corporation: Studies on U.S. Foreing Investment, vol. 1, Departamento de Comercio de EE.UU., Bureau of International Commerce.
  • PALLOIX, C. (1975): L’économie mondiale capitaliste et les firmes multinationales, tomo II, François Maspero éditeur, París.
  • RIGAUX, F. (1991): “Les sociétés transnationales”, en BEDJAOUI, M. (ed.), Droit International, bilan et perspectives, Edit. Pedone-UNESCO.
  • TEITELBAUM, A. (2010): La armadura del capitalismo. El poder de las sociedades transnacionales en el mundo contemporáneo, Icaria, Barcelona.
  • VERNON, R. (1971): Sovereignity at Bay, The Multinational Spreed of U.S. Enterprises, Basic Books, Nueva York.