Multinacionales españolas

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Son EMPRESAS TRANSNACIONALES cuya sede matriz se halla situada en el Estado español. Es allí donde repatrían sus beneficios, y es el gobierno español quien blinda sus intereses con políticas económicas, internacionales, diplomáticas y jurídicas para su expansión internacional con altas cotas de rentabilidad. Aunque sean calificadas por los gobernantes y medios de comunicación como “nuestras empresas”, realmente solo pertenecen a sus accionistas que son, mayoritariamente, otros fondos de inversión y empresas privadas españolas y extranjeras. Así, los grandes beneficios de estas compañías no repercuten en la mayoría de la población española, ni apenas reportan ingresos al Estado, sino que son fundamentalmente destinados a la remuneración de su alta dirección y a la RETRIBUCIÓN de sus principales accionistas.

Aunque el auge de la INTERNACIONALIZACIÓN de las empresas españolas se produjo fundamentalmente en la última década del siglo XX, existen antecedentes históricos aislados de algunas empresas de capital español —puestas en marcha por españoles que emigraron a México y Argentina o dedicadas a la importación-exportación— que se desarrollaron a finales del XIX y que, en algunos casos, expandieron sus negocios a varios países latinoamericanos. Estas corporaciones eligieron para su expansión los territorios de las excolonias españolas donde radicaban emigrantes peninsulares y se dedicaron, sobre todo, a sectores ligados a la producción industrial —derivada de los negocios de exportación e importación— y a los servicios. Si bien se trata, como decíamos, de antecedentes que ni en forma y ni en estructura pueden equipararse a lo luego fue el desarrollo de las multinacionales españolas, sí que hay dos patrones primigenios que tienen cierta similitud con las actuales EMPRESAS TRANSNACIONALES: por un lado, estas compañías empezaron a contar con el apoyo institucional y económico del Estado español —por ejemplo, a través de las cámaras de comercio y de los LOBBIES institucionales radicados en España para la defensa y el apoyo de los intereses españoles en el extranjero—; por otro, la región donde fundamentalmente se implantaron fue América Latina.

La verdadera INTERNACIONALIZACIÓN de las empresas españolas —obviando estos antecedentes que, en cierto modo, no responden de forma ajustada a la definición de EMPRESA TRANSNACIONAL— ha sido un fenómeno que ha tenido lugar en una época muy reciente: las multinacionales españolas han nacido, crecido y se han expandido internacionalmente desde finales de la década de los noventa del siglo pasado. ¿Cómo se explica este rápido despegue en la expansión y conformación de las grandes corporaciones españolas? La construcción de la Unión Europea bajo el paradigma neoliberal y la aplicación del CONSENSO DE WASHINGTON en la región latinoamericana fueron la clave para que estas empresas dieran el salto fuera de las fronteras estatales: ocho empresas españolas se sitúan hoy en la famosa lista de las 500 empresas más poderosas del mundo que cada año publica la revista Fortune.

Es cierto que, debido a la naturaleza misma de las EMPRESAS TRANSNACIONALES, con una compleja red de propiedad —compuesta de múltiples capitales que pertenecen a grupos radicados en varios países—, en ocasiones parece difícil asignarles una nacionalidad. Sin embargo, a nuestro parecer, puede decirse que sí la tienen: una multinacional española es aquella cuya propiedad cuenta con una parte importante de capital español en su accionariado, que cuenta con una sede matriz en España y que sociopolíticamente cuenta con el apoyo institucional del Estado español, que la respalda, apoya y defiende en sus operaciones en el exterior.

Las empresas españolas se hacen multinacionales

La adhesión de España al Acta Única Europea en 1992 supuso un punto de inflexión, pues la entrada en la UE y la aplicación de las políticas económicas neoliberales contempladas en los sucesivos tratados impulsaron la liberalización de los flujos comerciales y financieros, la desregulación económica, las fusiones y adquisiciones que dieron lugar a grandes compañías, así como las PRIVATIZACIONES de las empresas públicas. En 1996 se impulsó el “Programa de modernización del sector público empresarial”, paraguas bajo el cual se privatizaron unas cincuenta compañías estatales de sectores estratégicos para la economía española, como la electricidad, el gas, el petróleo, el transporte aéreo y marítimo, las telecomunicaciones, las finanzas... Son precisamente estas compañías las que se convirtieron —en muy breve lapso de tiempo y en unas condiciones muy favorables para sus nuevos propietarios— en las grandes multinacionales españolas: Telefónica, Repsol, Gas Natural, Endesa, Argentaria, Iberia, Red Eléctrica, ENCE, Aceralia... En este contexto de mayor competencia en los diferentes sectores económicos, las empresas españolas decidieron seguir creciendo en tamaño y beneficios para no ser adquiridas por otras compañías europeas, y la vía para conseguir dicho objetivo fue la INTERNACIONALIZACIÓN de sus negocios. En todo este proceso, la DIPLOMACIA ECONÓMICA ejercida por los sucesivos gobiernos españoles ha sido decisiva para consolidar su privilegiada posición en las economías latinoamericanas.

Por otro lado, para la elección del destino donde se implantaron fue fundamental la década de ajustes estructurales que tuvo lugar en América Latina y la apertura de esta región, mediante todo tipo de facilidades, a la INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA (IED). En definitiva, las multinacionales españolas se expandieron a la región latinoamericana porque así conseguían entrar en mercados con una competencia prácticamente nula, en los cuales era mucho más asequible la disponibilidad de recursos y los costes laborales y ambientales se minimizaban para atraer la inversión. Si en 1980 la IED española en el extranjero suponía escasamente el 1% del PIB, en el 2006 llegó a suponer el 41,4%. Aún hoy, y en plena crisis, España es el primer inversor europeo en la región latinoamericana: las inversiones españolas suponen allí el 14% del total.

Uno de los momentos clave tuvo lugar en el año 1999, cuando España se convirtió en el sexto país con mayor IED del mundo y la mayor parte de dicha inversión (66%) se dirigió hacia América Latina. Por esta razón, puede decirse que, entre finales de los años noventa y principios del siglo XXI, las empresas españolas realizaron “el segundo desembarco” la región latinoamericana.

El segundo desembarco

Aunque hoy existen cientos de empresas españolas con presencia en América Latina, las que realmente han llegado a situarse en posiciones clave para la economía de la región son apenas siete: Telefónica, Repsol, BBVA, Santander, Iberdrola, Endesa y Gas Natural Fenosa. Y es que la suma de sus inversiones ha llegado a concentrar, en determinados momentos, más de cuatro quintas partes del total de la IED española.

El resultado de la actividad internacional ha sido muy satisfactorio para sus principales accionistas y alta dirección, obteniendo con ella unos beneficios extraordinarios. En sólo tres años, entre 2004 y 2007, el crecimiento medio de las ganancias globales de las siete mayores multinacionales españolas fue del 150%, y gran parte de ellas se debe a su actividad en América Latina. En el año 2011 el Banco Santander obtuvo en el 52% de sus beneficios en la región; el BBVA logró allí el 47% de sus ingresos y para Telefónica representó el 46,5% de sus beneficios globales. Precisamente, en la crisis económica que sufre el Estado español desde finales de la primera década del siglo XXI, estas compañías han logrado mantener sus beneficios gracias a sus actividades en América Latina, lo que ha hecho aún más estratégica su presencia en la región.

La mayor parte de la inversión española se ha centrado en el sector servicios —banca, telecomunicaciones, electricidad, transporte, agua, seguros, turismo— y, por lo tanto, se trata de negocios destinados al mercado interior, con una demanda en alza y muy poca competencia, con lo que los precios de sus productos no fluctúan al mismo nivel que los de las empresas dedicadas a la extracción de materias primas. La rentabilidad, con ello, está asegurada.

A partir del capital acumulado en América Latina, a lo largo de los últimos años las multinacionales españolas han diversificado y ampliado sus inversiones. Así, han dado el salto a otros mercados como Estados Unidos, China, Europa y África. Ahora bien, América Latina permanece como un eje central de sus negocios, como muestra el porcentaje de beneficios que obtienen en esa región.

La obtención de elevados ingresos por su actividad internacional ha ido aparejada a una serie de graves impactos ambientales, sociales, laborales y culturales que ha engrosado el “currículum oculto” de las multinacionales españolas en América Latina. La PRIVATIZACIÓN de los SERVICIOS PÚBLICOS, el saqueo de los recursos naturales, la desregulación del mercado laboral, el desplazamiento de comunidades indígenas y el deterioro ambiental son parte de las críticas realizadas por la población afectada y por numerosas organizaciones sociales a estas compañías. De hecho, muchas de estas denuncias han sido presentadas ante el TRIBUNAL PERMANENTE DE LOS PUEBLOS, que ha juzgado casos como los impactos de Repsol en el parque nacional Yasuní en Ecuador, en el territorio mapuche en Argentina y sobre los derechos humanos en Colombia. También se ha denunciado la mala prestación del servicio eléctrico por parte de Gas Natural Fenosa en Nicaragua, Guatemala y Colombia, así como la destrucción de la Patagonia chilena por la construcción de macrocentrales hidroeléctricas en las regiones de Bío Bío y Aysén.

 


BIBLIOGRAFÍA:

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