El barrio

María González Reyes

Domingo 1ro de abril de 2018

Amanda este es Darío, el amigo con el que estuvimos en nuestro viaje. Dice Claudia. Darío habla y ella se fija en cada una de sus palabras. Baja del autobús. Es de noche en la ciudad. Darío la espera y le enseña unas flores que nunca ha visto. Darío es diferente a todos los amigos que tiene, diferente como las flores.

Viene y va. La busca por la mañana. Visitan el barrio donde trabaja Darío. Está lleno de gente que viste con la ropa de los que no tienen dinero. Toman pan y mate. Hablan y hablan. Besos de buenos días. Ganas de seguir yendo a ese barrio. Hay muchas personas trabajando como Darío. Hay, sobre todo, muchas mujeres. Saben mucho las mujeres que visten con la ropa de las que no tienen dinero. Ella quiere aprender. A cada rato le salen nuevas preguntas. Besos de buenas noches. 

Nunca toma cerveza. Esa noche sí. La cumbia villera es diferente, como las flores, como Darío.

Horas y días y la conversación nunca se termina. Se acaba el tiempo. Despedida. Abrazo. Le abraza con todo su cuerpo. Aeropuerto.

Llega un mensaje de teléfono. Inesperado. Intempestivo. Llegan las palabras. Palabras distintas, como Darío. Palabras que vienen para quedarse.

Están en el taller de forja. Antes de entrar lo ve de espaldas. Latido. Ganas del reencuentro.

Después educación popular. Asambleas. Soldar. Manos que se rozan. Brazos contra manos. Pelo enredado con otro pelo. Dos tonos de negro. Piel más blanca. Piel más oscura. Enredados.

Suena la cumbia villera porque en ese barrio las mujeres celebran la vida. Ropa de gente pobre que se mueve y se ríe hasta que amanece. Su cuerpo. Ya no sabe si es su cuerpo o es otro que se despertó. Manos sobre su cuerpo. Manos diferentes, como las flores. Deseo.

El olor a raíz de la caña de azúcar. A tierra. A vida.

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