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El hombre de las flores

María González Reyes

Miércoles 6 de septiembre de 2017

Sembró todo de flores alrededor de la casa. Puedes haber tenido que aprender a usar un arma y que te guste mirar la belleza frágil de las flores. De frente.

Se sienta en la hamaca y mientras se balancea suave les habla de las flores y de la revolución que no consiguió construir lo que soñaban.

Cuenta que hay violencias visibles e invisibles. Las visibles son de las que hablan el gobierno y los militares, las armas y la guerra. Las invisibles son las que le impulsaron a él y a mucha otra gente a subirse al monte con la guerrilla. La violencia de tener que levantarse de madrugada para conseguir una cita médica y pasar seis horas haciendo cola. Llena de dolores. La violencia de ver cómo el precio de los alimentos va subiendo, poco a poco, hasta que ya no te alcanza para comprar comida más que las dos primeras semanas del mes. La violencia de ver cómo las tierras se acumulan cada vez en menos manos. La violencia de una educación que expulsa fuera a lo diverso. La violencia de un deterioro ambiental que expulsa a la gente de su medio de vida. La violencia que sufren los cuerpos de las personas pobres, de las negras, de las indígenas, de las mujeres. Todas estas violencias no se denominan violencias porque no van acompañadas de un arma, aunque también sirven para matar. Son violencias invisibles.

La paz no se conseguirá cuando no haya guerra, dice. Habrá paz cuando toda esta violencia estructural desaparezca. Cuando seamos capaces de mirarla de frente, como miramos a las flores. Sólo si la hacemos visible podremos acabar con ella. La paz no es sólo la ausencia de guerra, es la construcción de condiciones de vida dignas para la gente.

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