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Escenas cotidianas

María González Reyes

Domingo 23 de julio de 2017

La chica mira desde el otro lado de la barrera del metro. Ya ha pagado para entrar. Se detiene porque ve a la trabajadora con chaqueta granate del metro y al guardia de seguridad mirando fijamente hacia el mismo lugar. Miran esperando algo, un movimiento extraño, un gesto fuera de lugar. Pero no ocurre nada. Miran atentos. Cuando ya parecía que no pasaría nada se abalanzan hacia las dos mujeres que van con dos niñas y un niño de distintas edades. ¡El niño ha pasado sin pagar! Gritan casi al unísono, como con una naturalidad que parece ensayada. Tiene cuatro años, pensábamos que no pagan los niños de esa edad, le puedo enseñar el documento para que vea que tiene cuatro años. Vuelva a salir, el niño tiene que pagar. La más alta sale con el niño. Paga. La chica se acerca. Disculpe, yo paso todos los días por aquí con mi hijo de 5 años, él siempre pasa por debajo de los tornos, como ha hecho este niño, y jamás me han parado para decirme que pague. Las dos mujeres la miran desde sus caras redondas rodeadas de un pañuelo que les cubre el pelo. Es que no entiendo por qué a ellas les paran y a mí no me han parado nunca, mi hijo va al colegio aquí al lado. Mire señora, el niño tiene que pagar y no lo ha hecho. Pues yo creo que lo que pasa es que ellas llevan un pañuelo en la cabeza y yo no, y me indigna que por eso las traten de una forma diferente. No sé que insinúa, pero es mi deber pararlas si el niño no ha pagado. Los niños de 4 años no pagan, tienen un abono gratuito, es indignante que estas mujeres tengan que aguantar ese trato. Mide tus palabras, esto no va contigo. Mide tú las tuyas.

Las dos mujeres tiran suave del brazo de la chica hacia el andén. No te preocupes, vámonos, no te metas en un lío. Pero es que no os pueden tratar así. No es tu culpa, vamos.

Caminan hacia el andén, ellas la llevan suavemente hacia el andén, bajo la mirada atenta del guardia de seguridad y de la trabajadora del metro.

La chica se para, se le saltan las lágrimas. No podemos dejarlo así, les dice. Ellas la abrazan. No la conocen de nada. La abrazan.

Las tres se suben juntas en el mismo vagón del metro.

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