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Dos días antes del juicio

María González Reyes

Domingo 15 de enero de 2017

Supongo que Diego hoy se levantó entre nervioso e ilusionado. Supongo que entre las dos cosas gana la ilusión. Supongo que desayunó (quizás tostadas con café) y que pensó mientras se duchaba que ojalá todo termine bien, que es lo mismo que decir que se repare la injusticia. Supongo que la imagen del policía que se tropezó y se cayó cerca de él la tendrá presente, como la lleva teniendo desde hace algo más de dos años, cuando el policía (joven como él) le acusó de atentando contra la autoridad y consiguió que le pidiesen tres años de cárcel y 30.000 euros de multa. Supongo que pensará que ojalá el policía no se hubiera tropezado. O quizás no, quizás pensará que en realidad da igual, que trataban de desarticular la lucha barrial y que le tocó a él, que le hubiera podido tocar a otro o a otra. Supongo que ya desechó hace tiempo la idea de que el policía diga la verdad y no haya juicio. Supongo que pensará que ojalá el juez sepa que los policías también pueden tropezarse y caerse sin que nadie les empuje. Supongo que saldrá de casa y no caminará hacia la rotonda donde está colocado el barco. No mirará la rotonda ni el barco, pero supongo que volverá a pensar en la cantidad de cosas que se podían haber hecho en el barrio con los 600.000 euros que costó colocarlo ahí. Supongo que recordará que una vida que merezca la pena ser vivida tiene que ir acompañada de la palabra dignidad. Supongo que pensará que esa palabra se construye en colectivo y que eso es lo que llevan haciendo en el barrio de Coia, en Vigo, desde hace años. Supongo que pensará que eso es lo que hacían cuando las vecinas y vecinos se plantaron en medio de la rotonda para impedir que pusieran ahí el barco reclamando que ese dinero fuera para ayudas sociales. Supongo que lo pensará cuando se encuentre con sus vecinas y vecinos, los mismos de la rotonda, de camino a la parroquia, donde hoy comienzan un encierro que durará hasta el martes, cuando salgan de allí todas y todos de camino a los juzgados.

Supongo que ya desde temprano escuchó palabras llenas de cariño, de lucha y de esperanza. Supongo que esas tres palabras le acompañarán estos días. Supongo que pensará, en algún momento, cómo será estos días previos al juicio para el policía. Si estará rodeado de gente que lo apoya, si alguien le ayuda a construir la palabra dignidad. Supongo que pensará que él ya no es el mismo después de todo esto, que el barrio no es el mismo. Supongo que habrá pensado muchas veces dar las gracias a la gente que le acompaña. Supongo que sabrá que no hay que agradecer que la gente quiera construir un mundo más justo.

Supongo que se volverán a juntar el martes, después del juicio, para celebrar la victoria.

Ver en línea : El barco que debería estar en el mar.


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