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Ecosocialismo y ecofeminismo para un otoño en resistencia

Júlia Martí y Erika González (La Marea, 25 de septiembre de 2016)

Lunes 26 de septiembre de 2016

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“El TTIP ha fracasado de facto”. La reciente afirmación del ministro de Economía alemán sobre las negociaciones del tratado comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea vino seguida de una declaración de presidente francés en la misma línea: Hollande manifestó querer el fin “puro, simple y definitivo” de las negociaciones. Uno de los factores con mayor peso a la hora de hacer públicas estas posiciones es la oposición cada vez más fuerte al TTIP; como afirma Tom Kucharz, activista de Ecologistas en Acción, “nunca antes ha existido una oposición a la política comercial y de inversión de la UE como con este tratado. Más de 1.800 gobiernos municipales y regionales, pymes y figuras de la cultura integran un movimiento contra tratados como el TTIP, CETA y TiSA con un impacto político cada vez mayor”.

Sin embargo, la posición de diferentes políticos europeos dando el TTIP por cerrado, y planteando el fracaso de las negociaciones, no significa que hayan renunciado a los nuevos tratados de libre comercio. Más bien es una cortina de humo para desviar la atención de un problema que va más allá de las negociaciones de un acuerdo concreto. Como acertadamente han planteado Adoración Guamán y Pablo Sánchez, el TTIP no es más que la punta del iceberg de un entramado global de tratados de “libre comercio”, que se extiende por todo el mundo imponiendo la lex mercatoria, la supremacía del comercio y los intereses de las empresas transnacionales sobre los derechos humanos. Y en este sentido, la Comisión Europea sigue confiando en la ratificación del CETA y en la evolución de las negociaciones de otros tratados, como el TiSA, para asegurar su política comercial.

El objetivo es, tal y como se recoge en la Estrategia 2020 de la Unión Europea, “crear un entorno favorable para las empresas y facilitar su acceso a los mercados exteriores, incluidos los mercados públicos”, dejando de lado los efectos que los acuerdos comerciales ya están teniendo en diferentes territorios y que pueden llegar a tener las nuevas negociaciones. De ahí que movimientos sociales, organizaciones políticas, sindicales, ambientales, feministas, agrarias y sectores críticos de la academia se estén movilizando contra todos estos tratados comerciales, advirtiendo a la vez del peligro de dar por ciertas las declaraciones que anuncian el fin del TTIP. Y es que no solo van a continuar las negociaciones de este tratado sino que se está tratando de impulsar con más fuerza otros como el CETA y el TiSA.

A su vez, estos movimientos plantean la paralización de estos tratados como un primer paso necesario para anteponer los derechos humanos sobre los intereses y el lucro de una élite. Y apuestan por la necesidad de dar un paso más en la impugnación de este modelo comercial, ampliando el foco hacia todo el sistema que lo sostiene, pues estos tratados no son más que piezas de un engranaje de explotación y desigualdad que no es nuevo. En el análisis más global del sistema toman protagonismo corrientes como el ecofeminismo y el ecosocialismo, que se formulan como propuestas teóricas desde las que denunciar los impactos del sistema capitalista, productivista y patriarcal, y proponer alternativas que sitúen la vida, y los procesos que la sostienen, en el centro del sistema.

Estas corrientes de pensamiento están presentes en los III Encuentros Ecosocialistas Internacionales que se celebran este fin de semana en Bilbao. En su llamamiento, sin ir más lejos, se denuncia que “las respuestas a la crisis ofrecidas por el sistema capitalista —capitalismo verde, desarrollo sostenible, mercado de carbono, energía nuclear, acuerdos de libre comercio como el TISA o TTIP, fracking, (des)ordenación del territorio que prima a las grandes urbes en detrimento de lo local y las comarcas, acaparamiento de tierras, agricultura industrial, devastadoras macro-infraestructuras, o extractivismo, etc.— son falsas soluciones. Nos abocan al abismo, son inaceptables desde el punto de vista de la justicia y no responden a la urgencia ecológica, social y de cuidados a la que se enfrenta la humanidad. Son en realidad nuevas formas de generar negocios a costa de la destrucción del planeta”.

En ese escenario, Jorge Riechmann nos urge a tirar del freno de emergencia, es decir, a poner fin al avance incontrolado de la explotación como única forma efectiva de hacer frente a la crisis de la sostenibilidad de la vida. Para ello es necesario empezar a construir escenarios postcapitalistas. Escenarios en los que las propuestas ecosocialistas y ecofeministas tomen un papel central para frenar la crisis ecológica y favorecer los procesos de reproducción social con criterios de igualdad, cooperación e interdependencia.

Frente a la velocidad y las largas distancias que plantean el TTIP y el CETA, frente a los productos kilométricos del capitalismo global, frente al poder de las finanzas y la concentración del capital, frente al consumismo depredador, necesitamos profundizar las experiencias de soberanía alimentaria, de gestión colectiva de los cuidados, de democratización de la producción, de gestión pública de los bienes comunes, etc.

Eso sí, como se afirma en el llamamiento a los III Encuentros Ecososocialistas, para que estas alternativas “no se conviertan en la excepción que confirma la regla capitalista, necesitamos crear conciencia ecosocialista y aunar fuerzas para lograr una autentica transformación”. Así que este fin de semana en Bilbao nos hemos reunido activistas, sindicalistas, feministas, ecologistas y agricultoras de Euskal Herria y de todo el mundo, para poner en común experiencias y debatir sobre las estrategias para hacer frente al capitalismo ecocida y explotador. Y esta iniciativa se une a las movilizaciones que están preparando los movimientos europeos contra el TTIP y el CETA para este octubre, así como a las jornadas contra la deuda que ha convocado la Plataforma por la Auditoria Ciudadana de la Deuda en Barcelona (#AuditFest) y a la semana de acción contra la impunidad corporativa que tendrá lugar en Ginebra a finales del mismo mes de octubre.

Un otoño en resistencia, que se plantea desde los movimientos de oposición al TTIP y al CETA no solo como una campaña contra unas siglas concretas, sino como una impugnación de todo el engranaje que genera los tratados de “libre comercio” y que estos ayudan a profundizar, así como para fortalecer las redes de resistencia y la construcción de alternativas como única vía para recuperar soberanía, democracia y derechos.


Júlia Martí y Erika González, activistas de la campaña Desmantelemos el poder corporativo y pongamos fin a la impunidad.

Ver en línea : La Marea, 25 de septiembre de 2016.


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