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Cigüeñas, té y participación

María González Reyes

Domingo 24 de abril de 2016

La casa ya estaba vacía de gente y se quedó parada en el lugar en el que sabía que a Sol le gustaba sentarse. Junto al balcón que daba al patio interior. Pintado de blanco. Lleno de plantas color verde luminoso. De fondo solo el aleteo de las cigüeñas cuando pasaban volando de camino al campanario. Plaza de pueblo con mosaico hecho de piedras en el suelo.

Recordó lo que hablaron tantas veces sobre el tiempo que, sobre todo Sol, había dedicado a tratar de cambiar un mundo demasiadas veces injusto y cruel. Tiempo en asambleas, debates, huelgas, artículos, charlas. Las dos sabían que para tomar partido, implicarse y participar hace falta tiempo. Pero, también lo sabían, era importante reservar un pedazo de día para disfrutar del calor de una taza de té. Calor y té. Quizás con algo de música de fondo.

Especialmente ahora comprendía que lo que hacían quedaba registrado en algún lugar, en los adoquines de una calle, en un recorte de periódico, en la memoria obstinada en no olvidar. En ese patio con plantas. Su lucha no era en vano. Pensaba.

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