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El último Botín: España, en manos de Blackrock, el gigante silencioso

Rubén Juste de Ancos

Lunes 21 de marzo de 2016

“El cielo es el límite”, así resumía Emilio, cual Marx banquero, la naturaleza prometeica del linaje Botín. Era el momento en que su hermano Jaime presidía Bankinter, su hija Ana Patricia Banesto, y él mismo el buque insignia, el Banco Santander. Con Emilio Botín fallecido, el imperio bancario sigue ampliando sus horizontes con su hija en los mandos de la primera entidad bancaria de Europa por capitalización. Pero el poder del Santander va más allá de unas siglas, pues ha conseguido imponer unos intereses determinados en el país, sirviendo de puente para extender por la geografía española a su principal accionista después de la familia Botín.

La entidad financiera Blackrock, el mayor banco custodio del mundo (4,2 billones de activos gestionados) se ha constituido en el mayor inversor de la banca española. Son 12.000 millones, y participaciones en 5 de las 7 entidades bancarias que cotizan en el Ibex35, además de su participación en otras 14 sociedades más del índice. En total, Blackrock tiene invertidos en España 20.575 millones. Constituye así, junto al sector liderado por la banca catalana (La Caixa), un grupo que ambiciona con hacerse con el control de las grandes empresas españolas y, por ende, con una España que ha sido progresivamente monopolizada por éstas. Ambas galaxias de poder ya han pactado su reparto, un pacto que incluye la rendición de armas de la beautiful people del PP. Victoriosos, los grandes fondos y La Caixa insuflan confianza a sus aliados políticos, que corean al unísono su cántico marilynmansoniano: “Beautiful people, it’s all relative to the size of your steeple” (todo depende del tamaño de tu torre).

Pero antes de entonar, precipitadamente, un ‘bienvenido Mr Marshall’ ante tal victoria, tomémonos un momento para analizar su llegada. En 2013, el mesías de la recuperación, Emilio Botín, anunciaba desde Nueva York: “España vive un momento fantástico, llega dinero de todas partes”. Era verdad. En 2013, España se situaba como el primer país europeo en Inversión extranjera directa (IED) y el tercero del mundo (después de EEUU, Canadá, y Australia), con 28.755 millones, una cifra similar al momento previo a la crisis.

Ese mismo año, Blackrock arrebató la primera plaza a JP Morgan como primer gestor de fondos internacionales, sobrepasando también a otras entidades nacionales en la gestión de fondos nacionales, categoría en la que sólo estaba por detrás de Caixabank, Santander y BBVA. Este statu quo se instaló en el sector financiero tras el periodo de shock de 2012, con los valores más elevados de interés en la emisión de deuda pública, la crisis de Bankia, el rescate llave en mano, y la reestructuración del sector financiero español como consecuencia. Un periodo tras el cual gran parte de nuestro sistema económico se abre para su venta.

Durante este proceso aparece Blackrock como juez y parte del devenir colectivo. En 2012, el Banco Central Europeo, con la mediación del MEDE y el FROB, acuden al rescate de Bankia y otras cajas saqueadas, como Caixacatalunya, NovaCaixa Galicia o el Banco de Valencia: un préstamo de tres tramos hasta llegar a los 100.000 millones que tenía como contraparte la disolución de las cajas de ahorros y la pérdida de control del sector inmobiliario y de sus participaciones industriales.

Paralelamente a la aprobación del rescate –tras declarar Bankia casi 21.545 millones en pérdidas– en diciembre de 2012 se crea el Sareb, el banco malo, con el objetivo de sanear el sistema financiero. Para ello, Miguel Ángel Fernández Ordoñez o MAFO –el versátil lugarteniente de Pedro Solbes, que entonces estaba bajo las órdenes de Luis de Guindos– contrata a Blackrock y a Oliver Wyman el diseño del Sareb para que gestione los activos tóxicos inmobiliarios de las entidades. De este modo, ante el asombro de los bancos nacionales, se pone en manos de un fondista muy interesado en el sector la información sobre los puntos débiles de todas las entidades rescatadas y la valoración de sus activos.

El PP de Rajoy, con De Guindos como punta de lanza, encargaba así al ratón de las finanzas la custodia del otrora queso Gruyère de la beautiful people del PP, fundido entonces principalmente en Bankia (Caja Madrid y Bancaja).

El banco malo

El resultado de su trabajo de asesoramiento resultó en la creación de un fondo, el Sareb, participado por el Estado (a través del FROB, con el 45%) y por entidades bancarias privadas (55%). A la cabeza del consejo de administración se puso a Belén Romana, quien en 2015 pasará a formar parte del consejo de administración del Banco Santander. Posteriormente, será presidido por un ex del Bankinter (propiedad de Jaime Botín, el que firma sus artículos en El País como alumno de la Escuela de Filosofía). Entre los miembros del consejo destaca la figura de Rodolfo Martín Villa, el todopoderoso ministro franquista, presidente del SEU en los 60, y perseguido (es un decir) desde el 12 de noviembre del 2014 por una orden de detención de la Interpol, tras ser imputado por la Justicia argentina como “responsable de la represión” en los sucesos de Vitoria en 1976.

Tras el periodo de turbulencias de 2012, a partir de 2013 se inicia la senda de la recuperación, o dicho en otros términos, de la repartición del pastel del sector inmobiliario. En consecuencia, el reparto del Sareb y sus activos se convierte en un indicador de la correlación de fuerzas económicas posterior a la Gran Recesión, con tres fuerzas emergentes. El Santander se consolida como el principal accionista individual del fondo, con el 17,3% del capital, seguido de La Caixa, con un 12,70%, seguidos de lejos por otras entidades como el Popular y Sabadell (6% cada uno), mientras el BBVA del amigo de José María Aznar, Francisco González, queda excluido del fondo.

El reparto de los activos, anteriormente en manos de la beautiful people (fusión entre el capital de las cajas y empresas constructoras, o entre políticos y empresarios aliados), también habla por sí mismo: la gestión fue repartida en tres partes: una para el fondo estadounidense Cerberus (Haya Real State), otra para el Santander (Altamira) y otra para La Caixa (TPG). El primero, Haya Real State (en cuyo consejo de administración figura el hijo de Aznar, Alonso Aznar Botella), se quedaba con los préstamos de Bankia (52.000 créditos y pisos por valor de 18.000 millones). El Santander (junto al fondo Apollo, propietario del 85% de la inmobiliaria del Santander) gestionaría los activos inmobiliarios de CatalunyaCaixa, de Caja 3 y BMN (Banco Mare Nostrum), en total, 44.000 inmuebles y créditos a promotor valorados en 14.000 millones. Y por último, La Caixa se quedaría con 30.300 viviendas y créditos procedentes de NGG, Liberbank y Banco de Valencia, por un valor global de 9.200 millones.

La idea de repartir el pastel a fondos internacionales, articulada por Mariano Rajoy y Guindos, fue secundada por algunos gobiernos municipales y autonómicos. Todo en España estaba en venta. Es el caso del Ayuntamiento de Madrid, que vendieron 1.860 viviendas sociales de la EMV a Blackstone, y de la Comunidad de Madrid, 2.935 pisos del IVIMA despachados a Goldman Sachs y a Azora.

No obstante, la relación de Blackrock con el sector bancario español comenzó antes de ser asesor del Banco de España para la construcción del banco malo (Sareb). Desde 2010, el fondo de fondos es accionista del Santander. Posteriormente, tras la salida a Bolsa de Bankia, y en plena caída de la acción, Blackrock realizará una compra del 0,36% de Bankia (en 2013 subiría al 0,44% de las acciones, siendo el segundo mayor accionista tras el FROB).

Durante este periodo únicamente mantenía participaciones importantes en el Ibex35 en Gamesa y Telefónica. Pero después, en 2013, Blackrock se introdujo en el bloque de poder económico por todo lo alto. Primero en el sector del ladrillo, de la mano de Javier Botín, el hermano de Ana Patricia, que negoció su entrada en Sacyr y en NH Hoteles. De la constructora adquirirá el 3,1% del capital, y de la hotelera el 9,3% procedente de Kutxabank, BMN y Novagalicia. Finalizado 2013, la tela de araña Blackrock se extiende ya por 11 sociedades del Ibex (BBVA, Sabadell, Grifols, IAG, Ferrovial, Vicofán, DIA, Iberdrola, Gamesa, Amadeus y Telefonica).

En 2016, Blackrock conforma ya una especie de oligopolio: el primer accionista del Santander y el BBVA, y formando un conglomerado de participaciones con ramificaciones en numerosos sectores: alimentación (DIA), construcción (Merlin Properties, Ferrovial), energía (Repsol, Iberdrola), medios de comunicación (Telefónica y Mediaset), siderurgia (Acerinox), o la recién privatizada gestión aeroportuaria (Aena).

El bloque Blackrock tiene mucho interés en permanecer bajo la proteción del Santander y la familia Botín, de quien tiene muy buenas referencias. Durante años, el Santander ha exhibido un fuerte poderío a la hora de hacer prevalecer sus intereses, asegurando una relación beneficiosa entre la captación de consejeros procedentes del Estado y procesos a favor. En 1993, en la última legislatura de Felipe González, comienza su acumulación ascendente, cuando el banco pequeño se tragó al grande, Banesto, mediante un concurso. Ya en 1999, sale de caza mayor con la fusión entre el Santander y el Banco Central Hispano. Dos procesos para los cuales contaba con buenos contactos en el Estado: en 1991 en su consejo integraba a Rodrigo Echenique Gordillo, abogado del Estado y alto cargo en el Ministerio de la Gobernación en 1976; y Matías Rodríguez Iniciarte, Economista del Estado, secretario de Estado de Hacienda y ministro de Presidencia con la UCD.

Botín había captado también para la causa a un ministro y diputado británico, George Keneth Hotson Younger, y a éstos se sumarán otros, en 2000: José María Amusátegui de la Cierva, vicepresidente en el Instituto Nacional de Industria y de Hidrocarburos en los setenta y ochenta, y luego presidente del Central Hispano; Santiago Foncillas Casaus, abogado del Estado; o Luis Alberto Salazar-Simpson Bos, gobernador civil y director general de seguridad a finales de los setenta. En 2010, el banquero santanderino refuerza su consejo político, incorporando a Abel Matutes (ministro de Exteriores del PP), Guillermo de la Dehesa (secretario de Estado con el PSOE), Isabel Tocino (ministra de Medio Ambiente con el PP), Luis Ángel Rojo (Gobernador del Banco de España con el PSOE) y Terence Burns (Secretario del Tesoro de Gran Bretaña).

Blackrock, sobre los medios de comunicación

A ese músculo político hay que añadir la influencia en el campo mediático, pues desde 2014 mantiene una participación en PRISA, editora de El País y la SER, con un 4,65%, similar a la participación de La Caixa. Estos diferentes instrumentos de presión se han demostrado eficaces en diferentes momentos difíciles para la familia Botín: la imputación de Emilio Botín por 38 delitos fiscales y falsedad documental en la cesión de crédito a finales de los años ochenta y su sobreseimiento por la aplicación de la doctrina Botín; el indulto de Zapatero a su consejero delegado Alfredo Sáenz; el archivo de la causa por evasión de impuestos desvelada por la lista Falciani, o la vista gorda de los reguladores ante la falta de garantías de algunos de sus productos, como la cuenta 1,2,3, que reveló CTXT hace unos meses.

Si bien la familia Botín tiene unos antecedentes que denotan su poder, Blackrock se define por una relativa opacidad en sus actuaciones. Así, el control que puede ejercer sobre estas empresas ha pasado desapercibido, en particular su participación en 5 de los 7 bancos del Ibex35. Ello se debe a que su poder se resguarda bajo las faldas de una legislación tibia con este tipo de entidades, gracias a su naturaleza de banco custodio: las entidades encargadas de custodiar unos fondos de inversión no pueden tener derechos de voto en los consejos, ya que la propiedad de los títulos y sus derechos asociados están en manos de sus representados. En casi el total de los casos de las empresas en las que participan, no presentan información sobre los fondos de inversión significativos a los que representan, y en la CNMV o el Banco de España mantienen en blanco dicha casilla.

Esto es, la banca y un conjunto importante de sociedades del Ibex35 se encuentran en manos de entidades cuyos propietarios son desconocidos y no manifiestan una voluntad de control. Los organismos reguladores se limitan a preguntar y a aceptar esa respuesta como válida. En consecuencia, las entidades participadas responden: “La entidad entiende que dichas participaciones se tienen en custodia a nombre de terceros, sin que ninguno de estos tenga, en cuanto le consta, una participación superior al 3% en el capital o en los derechos de voto”.

Esta información, que definiría una política de no injerencia de Blackrock, y por tanto, aseguraría la independencia de las compañías participadas frente a una posición oligopólica, contrasta con la guía de gobierno corporativo de Blackrock para EEUU, en la cual desarrolla todo un manual de prácticas de intervención sobre el gobierno de las empresas participadas por sus inversores. En EE.UU. su poder se ha puesto de manifiesto a la hora de revocar a consejeros de mutinacionales todopoderosas como Coca-Cola, o al prohibir la participación de algunos consejeros en más de una empresa.

En EEUU, Blackrock está presente en la mayoría de grandes empresas; es más, es el mayor accionista de 1 de cada 5 compañías estadounidenses, según un estudio de la Universidad de Michigan. Distintos analistas han subrayado el marco desregulado en el que actúa una entidad de tal magnitud, y su opacidad; The New York Times lo ha apodado el “gigante silencioso”.

No obstante, su poder se atisba por su segundo apelativo, como asesor de gobiernos, lo que le confiere una influencia diferente, a otra escala, manejando información privilegiada de muchos Estados: Blackrock asesoró a la Reserva Federal en 2008 en el rescate de AIG, Bear Stearns, Fannie Mae o Freddie Mac. En Grecia, previa victoria de Syriza, elaborando en 2011 un informe para el Banco de Grecia sobre el estado de la banca privada y su reestructuración. En Irlanda, sobre la formación de un banco malo. O en España, como asesor del Banco de España en la reestructuración bancaria.

Su poder lo resume la recurrente muletilla con la que adorna sus intervenciones su presidente, Larry Fink: "Como ya le he dicho a Washington…". Si el cielo es el límite del Santander y de sus apadrinados, ¿será posible asaltarlo?

Ver en línea : CTXT.es, 9 de marzo de 2016.


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