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La palabra futuro

María González Reyes

Domingo 27 de diciembre de 2015

He visto el jolgorio del derroche.

He visto que los rebeldes se han convertido en un icono para la cultura del consumo.

He visto que somos consumidoras y no personas.

He visto que se ha roto la proximidad que permite generar empatía y que eso hace que vistamos, sin remordimiento, vaqueros que esclavizan las personas que los fabrican.

He visto que las mayorías perjudicadas defienden unas políticas que les ponen muy difícil la vida. Vivir.

He visto como los de arriba influyen en el corazón y el pensamiento de las de abajo.

He visto libros que no se comprometen con lo que pasa en su entorno y por eso son cómplices de que se siga degradando.

He visto pelis de Disney y una educación que no enseña a pensar.

He visto que hay muchas pedagogías que matan al cuerpo y otras muchas que no enseñan a usar la cabeza.

He visto que nadie juzga a las multinacionales.

He visto vivir el tiempo con prisa.

He visto lo difícil de encontrar la autonomía de pequeñas y mayores en ciudades con pocos espacios públicos y muchos coches.

He visto que son las mujeres las que cuidan los cuerpos vulnerables, que son todos nuestros cuerpos. Y he visto que son invisibles porque ese trabajo no contabiliza para el mercado.

He visto que cambia el clima.

He visto que vivir en un país con recursos naturales es vivir en un país en conflicto.

He visto que el petróleo no se puede producir. Sólo se extrae.

He visto que no es lo mismo que un huevo se rompa desde dentro o desde fuera. La vida no surge de cualquier manera.

He visto que desaparecen especies.

He visto que se culpa de los problemas no al gobierno ni a las multinacionales ni a los bancos. Sino al otro: negro, gitano, moro, sudaca. Distinto. Pobre.

He visto la muerte debajo de los desahucios, entre los no atendidos en los hospitales, caer pesadamente sobre las trabajadoras de las maquilas.

He visto el segundo mundo construido en las periferias del primer mundo.

Pero. También.

He visto que lo local es inevitable.

He visto que decrecer no es una opción.

He visto que los y las inmigrantes no son los saqueadores de los recursos. He visto que lo son las empresas grandes y los fondos de inversión y los defraudadores fiscales.

He visto que puede haber más verdad en trabajar juntas y juntos que en tener razón.

He visto que nuestra capacidad de comprender está ligada a la emotividad.

He visto grupos que colocaban los cuidados en el centro de las prioridades y que los sostenían colectivamente.

He visto a mujeres y hombres levantarse desde la miseria.

He visto gritar la palabra dignidad. Gritar “sí se puede”. Y que podían.

He visto cómo se construye la resistencia y cómo cambiar la manera de organizar el poder.

He visto que los bienes comunes son los que la comunidad que los gestiona decide que lo sean.

He visto como las que luchan contra la pobreza en realidad lo que hacen es luchar contra la riqueza.

He visto en las bacterias la tenacidad en la vida.

He visto la importancia de las palabras finitud, biodependencia y ecodependencia.

He visto que los que quieren una vida mejor no conocen los límites, pero que los que quieren una vida buena no creen en lo ilimitado.

He visto poesía que habla de lo que ocurre a su alrededor. Desde abajo.

He visto gente que genera nuevos relatos. Que habla de los escarabajos, del tomillo y del sol.

He visto que educar es un acto profundamente político, pero eso tiene que ser democrático.

He visto que el placer es necesario.

He visto suelas de zapatos gastados. Caminantes.

He visto que es necesario cambiar el “yo” por el nosotras y nosotros.

He visto que si piensas que no se pueden cambiar nada por cambiar un mundo desigual e injusto es que no estás mirando todo lo que se puede ver.

He visto construir un archivo de alientos de esperanza.

He visto el aliento.

He visto la esperanza.

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