Flexibilidad laboral
María González Reyes
Domingo 29 de noviembre de 2015
No le gustaba comer sola y tenía el cuerpo lleno de tatuajes de mariposas que revoloteaban sobre su piel. A él le gustaba trazar con sus dedos el camino aleatorio que sugerían las mariposas. En la piel de ella.
Amanecían juntos una de cada tres semanas cuando las rotaciones en sus turnos de trabajo les permitían hacerlo. Mañana. Tarde. Noche. 8 horas. Cada día.
A pesar de esas horas no compartidas las mariposas siguieron obstinadas en sus ganas de guiar a los dedos en su insistencia por perseguirlas.
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