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El acuerdo transatlántico, entre EE.UU. y Europa, “una amenaza para el mundo”

Entrevista de Gorka Castillo (El Telégrafo) a Juan Hernández (UPV/EHU) y J.R. Mariño (ATTAC)

Viernes 5 de junio de 2015

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José Ramón Mariño es economista y miembro destacado de ATTAC, una organización civil independiente que hoy pide la paralización de las negociaciones entre Estados Unidos y Europa sobre el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés).

El TTIP está destinado a eliminar las normativas vigentes que protegen a las pequeñas empresas.

Juan Hernández es profesor universitario de Relaciones Laborales y uno de los más destacados expertos en empresas transnacionales que hay en España. Ambos coinciden en que de aprobarse la alianza entre las 2 potencias económicas los perjuicios serán numerosos y, lo que es peor, afectarán a todas las regiones del planeta. La movilización ciudadana para evitar el acuerdo es cada vez mayor en ambas orillas del Atlántico, aunque el tiempo corre en su contra y el margen se agota.

¿Cuáles son los principales peligros del TTIP?

J.R. Mariño: Su objetivo es ampliar las esferas de la mercantilización a las grandes corporaciones transnacionales que hay en dos de las economías más poderosas de la Tierra. La eliminación de todas las barreras arancelarias que hoy existen provocará un sismo económico sin precedentes en política social, en medio ambiente y en derechos laborales, entre otras muchas cosas. La práctica totalidad de los servicios públicos -el agua, la sanidad, la educación- terminarán privatizados y la independencia legislativa de los Estados quedará subestimada a la normativa corporativa. Por resumirlo en una sola frase: lo que plantea el TTIP es una verdadera amenaza para la democracia en el mundo ya que impondrá al resto de países una nueva forma en sus relaciones comerciales.

¿Por qué se hace un tratado de libre comercio si se supone que las barreras arancelarias entre EE.UU. y Europa no son elevadas?

Juan Hernández: Los grandes grupos empresariales de ambos lados del océano llevan años soñando con un acuerdo y han defendido de forma sistemática una idea de acuerdo de amplio alcance. Desde el Diálogo Empresarial Transatlántico de 1995, la creación del Consejo Económico Transatlántico de 2007 al TTIP actual. Efectivamente, los aranceles son tan bajos que apenas pueden reducirse ya, pero los funcionarios negociadores de ambos lados del Atlántico reconocen que el verdadero y principal objetivo es eliminar las barreras reglamentarias que limitan los beneficios potenciales de las corporaciones transnacionales en ambos mercados. Para ellos, la existencia de las normas sociales y regulaciones ambientales vigentes en Europa -los derechos laborales, los reglamentos de sustancias químicas tóxicas y la seguridad alimentaria- son obstáculos para el desarrollo de las grandes transnacionales y deben ser suprimidos.

¿Cómo puede este Tratado afectar al resto del mundo?

J.H.: El objetivo de EE.UU. es frenar en seco a los BRICS y, especialmente, a China, y para ello utiliza a Europa en aras de completar su control mundial. En este sentido, el TTIP no puede separarse del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica en el que están involucrados, además de México, Perú y Chile, las principales economías oceánicas y asiáticas menos China.
¿Consideran que ambos tratados forman parte de una estrategia global perfectamente diseñada?

J.R.M.: Efectivamente. EE.UU. ha comenzado a extender los tentáculos por América Latina, reformulando Mercosur y creando nuevas alianzas para mejorar y ampliar la influencia del ALCA.

¿Afectará a economías regionales como la de Ecuador?

J.R.M.: Indudablemente porque la lógica liberalizadora de estos acuerdos es extenderse de forma arrolladora por todo el mundo.

Y el objetivo es proteger a la empresa frente al Estado. Esto significa que cualquier transnacional podrá actuar sobre el tejido productivo de un país. Si el TTIP logra finalmente consolidarse, las economías emergentes con un tejido productivo propio, como es el caso de Ecuador, se verán directamente afectadas. Un ejemplo es México donde ha quedado claro que la sostenibilidad socioeconómica es incompatible con un tratado de libre comercio. Es un error estratégico garrafal porque la liberalización solo beneficia a los sectores poderosos.

¿Cuál es el motivo de esta ofensiva económica estadounidense?

J.H.: Sin duda, el complicado escenario en el que empezaba a desenvolverse por el empuje chino. EE.UU. libra hoy en día una batalla económica internacional apoyada en su aplastante hegemonía militar.

Entonces, ¿solo existe la opción de elegir entre esos dos modelos?

J.H.: La gran paradoja que vivimos es que China, a su vez, está aplicando la misma lógica de comercio internacional que EE.UU. Es decir, ambas potencias lideran ideologías de la dominación muy similares a pesar de su enfrentamiento que son realmente peligrosas para la independencia jurídica de los Estados y para la libertad de sus ciudadanos.

Ahora, la táctica comercial imperante es la guerra para destruir al otro, sobre todo a la gente, para financiar a las transnacionales.

¿Existe alternativa?

J.R.M.: Sí, por supuesto. Comercio ha existido siempre y hay que defenderlo, pero desde una óptica basada en la cooperación entre iguales porque esa es la única manera de complementar las relaciones económicas. Tan sencillo como eso.

Ver en línea : El Telégrafo, 2 de junio de 2015.


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