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“Está por demostrar que los intereses de las grandes empresas españolas sean los de la sociedad”

Entrevista de Ana Encinas a Pedro Ramiro (OMAL) en el El Salmón Contracorriente (23 de febrero de 2015).

Martes 24 de febrero de 2015

Pedro Ramiro es coordinador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) y acaba de publicar el libro ’Marca España, ¿a quién beneficia?’, una reflexión acerca del proyecto mediante el cual las instituciones del Estado pretenden construir el relato de la recuperación económica alrededor del “orgullo de ser español” y una doctrina económica basada en la expansión internacional de las multinacionales españolas como instrumentos para “salir de la crisis”


Pedro Ramiro y Erika González de OMAL. Fuente: Fernándo Sánchez (La Marea).

¿Qué es eso que nos venden como ’Marca España’?

Se trata de un proyecto del Gobierno español y las grandes empresas, en teoría para mejorar la posición de España en el ámbito internacional, pero que en la realidad se queda en un discurso dirigido a la población española para fomentar el consumo interno, haciéndonos creer que la salida de la crisis pasa por apoyar a lo que quieren que llamemos “nuestras empresas”, las grandes multinacionales españolas.

¿Cuál es la idea que se esconde detrás de esta ’etiqueta’?

Avalar el modelo económico que nos ha traído hasta aquí efectuando sólo algunos cambios cosméticos. Además, se busca extender la ampliación hacia nuevos mercados y sectores, siempre siguiendo con la lógica de la acumulación -que ha sido la causante de la crisis- pero vendiéndolo esta vez como que hay que apoyar a estas empresas, porque de lo contrario no habrá crecimiento, no se creará empleo, riqueza, desarrollo, bienestar...

Parece que se intenta apelar a una especie de nacionalismo empresarial o económico...

La idea de lanzar el proyecto Marca España tiene en cuenta que se dirige a un público muy amplio que se identifica con la identidad nacionalista española. Parece una forma sencilla de llegar al gran público. Lo que está por demostrar aún es que los intereses de estas grandes empresas sean los intereses de la sociedad española.

Algo parecido sucedió cuando Argentina decidió nacionalizar YPF

Tanto el ministro Soria como la vicepresidenta identificaban a Repsol como España, pero no es así. No es así ni por los efectos que estas compañías tienen a todos los niveles ni es verdad que la mayoría de la población se beneficie de que estas empresas aumenten sus negocios en el extranjero.

Pretenden trasladarnos una idea de goteo -no importa que ganen mucho, porque a cambio el común de los mortales va a ganar, porque sus beneficios permean- que no es cierta, porque siguen aumentando la pobreza, las desigualdades, los efectos medioambientales...tal es así que ni siquiera supone un beneficio para los propios trabajadores de estas compañías.

No sólo no están creando empleo, sino que están destruyendo el que había, tanto en términos de calidad como de cantidad. Tienen menos empleados que hace una década, cuando muchas de estas multinacionales eran públicas. Pero además, el empleo que tienen es, en buena medida, subcontratado, externo, con más horas, menos salario y sometido devaluación interna. Esa idea de que se va a aumentar la riqueza y el desarrollo no es verdad, ni para sus propios trabajadores ni para el resto de la población. Y no digamos ya para los países del Sur, o de la periferia, o los terceros países donde desarrollan sus operaciones estas compañías. Lo estamos viendo en América Latina, que sigue siendo la región más desigual del planeta.

Sin embargo, es un mensaje que cala muy bien entre la población

Esa idea de “empresa española igual al común de la población española” tiene una entrada fácil, en el libro hacemos mención al anuncio de la Eurocopa, donde se juntan todos los tópicos.

Las grandes instituciones están muy cuestionadas, así que...¿a qué bandera agarrarse? Pues a los jugadores de la selección y a otros embajadores de la Marca España -dicho entre paréntesis esto- como Fernando Alonso o Emilio Botín (recientemente de actualidad) o Calatrava, también con cuentas en Suiza. Es un nacionalismo económico que parece envolver un discurso más amplio, pero cuando rascas un poquito ves que no es así. De hecho, en redes sociales, en movilizaciones, incluso en los bancos, cada vez tiene menos calado. Ahora está en standby y, aunque lo siguen intentando, cada vez es más difícil que esto tenga efecto. Cada vez que sale un escándalo como el de las tarjetas black, las cuentas en Suiza, directivos con sueldos millonarios despidiendo trabajadores y trabajadoras...se apaga un poco.

Supongo que en la difusión de ese mensaje tendrán un papel fundamental los medios de comunicación...

Es verdad, pero afortunadamente las formas de comunicación se van expandiendo. Cada vez hay más emisores, y nuevos canales van surgiendo, lo que hace que el monopolio ya no lo tengan los grandes medios impresos, que aún lo tienen, pero están sumidos en un contexto de bajas ventas y menos anunciantes. El problema no es que el Banco Santander cubra la portada de los principales diarios, sino que es uno de los principales accionistas del grupo Prisa (El País, Cinco Días, Cadena SER...)

Respecto a las televisiones, tienen un discurso más masivo y están controladas por las mismas empresas, pero si hay algo que dé audiencia siempre encuentra su hueco. Hay que verlas como una oportunidad y soy optimista.

¿Eres también optimista respecto al calado de las ideas que transmite el libro?

Lanzar el mensaje de este libro, hace cuatro años, habría sido predicar en el desierto, pero a raíz del 15M y su “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, la gente empieza a interesasrse y a plantearse si se sale de la crisis con las medidas que nos están aplicando. En términos históricos, comparando con la década anterior, hemos avanzado. Ahora nos llaman, nos piden reuniones para llegar a acuerdos...el contexto de oportunidad cada vez es más amplio.

¿Cómo repercuten en la población civil los efectos de estas empresas?

Los grandes beneficios van a parar a tres grupos: a los dueños (accionistas), a los grandes directivos, que son las caras más visibles, y a la clase político-empresarial que nos gobierna, también conocida como “casta” u “oligarquía”: una minoría privilegiada que pasa del sector público al privado, pero también sucede al revés. Es lo que se ha denominado ’puerta giratoria’.

La mayoría social apenas recibe beneficios, porque los servicios que prestan estas empresas cada vez son más caros, ¿cuánto ha subido la electricidad, el gas o la gasolina durante la última década? Además, sus trabajadores cada vez tienen peores condiciones laborales y salariales e incluso se dan una serie de efectos ambientales nocivos en las zonas donde se instalan, provocados por las centrales eléctricas, los pozos de petróleo, etcétera.

¿Cuál es el sector en el que se mueven estas corporaciones?

Muchas de estas compañías son de servicios públicos. En el mercado mundial hay muchas compañías que extraen la materia prima de un país, la ensamblan en otro, montan en un tercero, tienen la filial en un cuarto y te lo venden en un quinto, es la cadena clásica de producción, distribución y consumo.

Las españolas, en su mayoría y quitando a Inditex o Repsol, se dedican al mercado interno de los países y comercian con electricidad, agua, gas, banca, telefonía, seguros, medios de comunicación...sectores que no dependen tanto del mercado mundial, porque no se dedican a exportar bienes y servicios para el mercado mundial. Estas tienen la electricidad en Chile, el agua en Colombia y la banca en Argentina, por ejemplo. Luego repatrian aquí sus beneficios, en buena medida.

Pero para hacerse con el sector público necesitan trabar una buena relación con los gobiernos de estos países y no siempre se da esta situación

Les ha sido muy fácil en el pasado. Hay que recordar que las multinacionales españolas tienen apenas 12-15 años de existencia. La acumulación de músculo financiero y de capital que tuvo lugar con la privatización de muchas de estas empresas, que eran públicas, les permitió poder invertir en países donde se estaba vendiendo a precio de saldo. Depende de cada país pero, por ejemplo, en Argentina se vendía todo.

Se hicieron con los servicios públicos de la mayoría de los países latinoamericanos y ahora están amortizando y reforzando sus posiciones. Algunas, con lo obtenido gracias a esta situación, están ya dando el salto a otros mercados (EEUU, África, Chica, Rusia...)

Aunque los gobiernos de muchos países latinoamericanos están cambiando, es muy difícil romper con esa ’lex mercatoria’: ese derecho internacional que actúa en favor de las grandes corporaciones y que hace realmente difícil que un gobierno pueda romper con esas empresas. Además, cuando rompe, muchas veces tienen que pagar multas, sanciones, y pueden someterse a bloqueos. Lo hemos visto en Bolivia, Ecuador, Venezuela e incluso en Argentina, después de YPF.

Desde el observatorio defendemos la idea alternativa de seguridad jurídica: si hay una mayoría de la población que quiere cambiar la situación, ¿por qué hay que seguir con determinados contratos? Si la Constitución lo permite y el Estado es soberano, ¿por qué seguir con ello?

¿Puede volverse en nuestra contra ese discurso de la Marca España de cara al exterior?

Nos venden que para recuperar la economía hay que apoyar la inversión en el exterior de “nuestras empresas” y que es necesario atraer la inversión extranjera directa. Quieren transmitirnos la idea de que los capitales extranjeros traerán progreso, desarrollo y bienestar, algo parecido a lo que se dijo a la población de América Latina en los años 80 y 90 y ya vemos cómo está América Latina después de las reformas neoliberales. Aquí, seguramente, vamos por un camino parecido.

¿Qué tipo de inversión extranjera está llegando?

Es, en buena medida, especulativa: grandes fortunas como las de Soros, Slim, Gates, Amancio Ortega...invierten, sobre todo, en compra de acciones en grandes constructoras, en banca, en medios de comunicación y en bienes inmuebles. Es decir, empresas que están bajando su valor en bolsa: compran barato y, cuando suban, venderán más caro. No hace falta ser doctor en economía para entender la lógica de estos tipos. Los inversores buscan gangas en España.

En términos macroeconómicos, es cierto que se puede vender como un repunte del crecimiento y el Gobierno pretende usar esto como paraguas para intentar transmitir el discurso de la recuperación.

Sin embargo, el concepto de Marca España se creó durante el Gobierno de Aznar, ¿es posible vender la recuperación a través de este mecanismo a estas alturas?

Juegan mucho con el discurso del miedo. Ahora sus argumentos pasan por reconocer que ha habido errores, que han existido manzanas podridas en el cesto, que se han hecho cosas mal, pero que cambiando determinadas acciones lograremos que la economía remonte. A la vez lanzan preguntas: ¿vosotros qué alternativa tenéis?, ¿socialismo real?, ¿países bolivarianos?

Juegan un poco con ese miedo, por eso creemos que cada vez es más importante, no sólo denunciar, críticar e investigar los efectos de estas compañías por todo el planeta, sino la elaboración de propuestas alternativas, que no serán definitivas, que estarán en construcción, que serán dinámicas, pero que nos servirán para enfrentar el poder de esos mercados que nos gobiernan y de esas grandes compañías, porque eso es lo que nos va a hacer llegar cada día a más gente.

Esa idea cada vez es más potente y existe un contexto para las alternativas socioeconómicas al modelo establecido. Si cada vez se puede hacer mejor la crítica, cada vez tendrán mejor llegada las propuestas, está relacionado.

¿Se puede relacionar este ’buenismo’ y ’patriotismo económico’ con discursos tan aceptados con la Responsabilidad Social Corporativa?

La RSC es, sobre todo, retórica y superficie, no ha habido cambios en las prácticas empresariales. Además, se ha seguido despidiendo a gente, ha habido más impactos sociales, ambientales...ni siquiera en términos laborales podemos hablar de responsabilidad. Es más, para salir de la crisis, llegar a nuevos mercados y seguir con la lógica del beneficio hay que seguir con la bajada de salarios, con la devaluación interna y externalizando la producción a países muy baratos. Si están cayendo las tasas de ganancia, el consumo y el ahorro...¿cómo hacen las empresas para seguir ganando dinero? Atacan a la fuerza de trabajo.

Las que las mantienen programas de Responsabilidad Social Corporativa son las que la han incorporado en su área o estrategia de negocio, porque les sirve para expandirse a nuevos mercados (Telefónica con sus proyectos de alfabetización tecnológica y expansión de banda ancha y ordenadores a áreas rurales, escuelas infantiles...), BBVA y Santander con su entrada en las universidades, o para dividir a la población y atravesar el movimiento social, como Repsol o Iberdrola con programas de RSC para líderes comunitarios o para dirigentes sociales en poblaciones rurales e indígenas incluso.

¿Qué hacéis desde OMAL para terminar con estas prácticas?

Ahora mismo estamos realizando una investigación sobre propuestas alternativas. Vemos que existe una demanda social de avanzar en las alternativas y hay muchos grupos que lo están haciendo. Nos sumamos a esa elaboración colectiva de propuestas alternativas partiendo de un diagnóstico previo de lo que ya hay.

Avanzamos en la construcción de alternativas y no nos centramos sólo en los trabajos que hemos venido haciendo de resistencia y denuncia. Queremos sumarnos al debate de qué modelo económico queremos, que seguramente no será igual para todos, y habrá que ver qué es aplicable y qué no. Desde cuestionarnos el modelo de empresa a cuál es el sujeto de soberanía de la empresa, hay mucho que debatir. Pensamos en cómo contribuir al beneficio social y minimizar los impactos socioambientales y en propuestas también en términos jurídicos de regulación para que, mientras coexistan diferentes modelos económicos y aunque siga existiendo el capitalismo como lo conocemos, se realice una redistribución, se consiga una fiscalidad más progresiva y que los derechos de las grandes empresas estén al mismo nivel que los de las personas, porque hoy no es así.

Avanzamos en propuestas alternativas, pero no nos lo van a poner fácil. Si somos capaces de pasar de iniciativas locales a iniciativas a nivel macroeconómico tendremos a los grandes poderes intentando que su modelo no se mueva. Lo estamos viendo ya con las presiones mediáticas contra el cambio en el contexto político. Estaremos más preparados para vencer ese discurso del miedo si tenemos propuestas alternativas, no sólo un discurso contra la corrupción en favor de la democracia y la soberanía, sino un discurso real, tangible, que tiene propuestas y que las aplica. Se puede salir de la crisis así y habrá que decrecer en favor de una vida buena y que merezca la pena vivirla.

Ver en línea : El Salmón Contracorriente, 23 de febrero de 2015.


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