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“La #MarcaEspaña no tiene una cara amable por mucho que nos la adornen”

Entrevista de Laura Murillo Rubio (eldiarionorte) a Pedro Ramiro (OMAL) en eldiario.es (21 de noviembre de 2014)

Lunes 24 de noviembre de 2014

  • Pedro Ramiro, autor del libro ’Marca España ¿A quién beneficia?’ explica que el discurso sobre ’Marca España’ es "la envolvente de toda una retórica por la que detrás se ocultan los intereses privados y negocios de las transnacionales".
  • "Se ha formado como toda una clase político-empresarial que es la que dirige los destinos de nuestra economía, y las decisiones que se toman a nivel jurídico y laboral son para favorecer a estas compañías. En ningún caso van encaminadas a controlar sus acciones", asegura el coordinador de OMAL.
  • "La lógica de la Marca Basque Country es muy parecida a la Marca España. En un caso es una retórica del nacionalismo español con los intereses de las grandes corporaciones y en el caso de la marca Basque Country es parecido con grandes estandartes como BBVA o Iberdrola, las dos súper transnacionales con sede aquí en el País Vasco", afirma.
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Pedro Ramiro, coordinador de OMAL, durante el curso ofrecido en Bilbao.

Fiestas, gastronomía, cultura o deporte, son las características a las que la población asocia la mil y una veces mencionada Marca España. Pero, ¿qué se esconde detrás de este papel de regalo? Pedro Ramiro, coordinador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) y autor del libro ‘Marca España ¿A quién beneficia?’, destapa las intenciones de una denominación bajo la que se engloban los intereses de las transnacionales españolas con sus filiales por todo el mundo. “Se ha creado toda una retórica que habla de derechos humanos y de nuestro papel en la ONU, pero que luego en la práctica el único interés que tiene es el del negocio de las grandes corporaciones, cuyos beneficiarios serán siempre la misma minoría que puso en marcha este modelo hace muchos años”, afirma Ramiro sobre el papel de las multinacionales españolas en países extranjeros “donde han visto que todo el progreso que se les auguraba con su llegada, sólo ha resultado negativo”.

El coordinador, que ha participado en un curso sobre ‘Los límites del capitalismo global en la crisis civilizatoria’ en Bilbao, asegura que tanto la marca Basque Country como la española siguen “una receta muy similar” porque ambas se basan en “la expansión de las grandes corporaciones en mercados exteriores” sin crear los beneficios “que prometieron” en esos países y reportándolos aquí, “pero sólo para los grandes ejecutivos y accionistas”. Por ello, reclama que “debe ponerse el derecho de las personas, por lo menos, al mismo nivel que el de las empresas”.

¿Resulta complicado vender una consigna como la de ‘Nuestras multinacionales no nos representan’ cuando nos han hecho creer que son la insignia de la ‘Marca España’?

Lo que vendría a decir el discurso Marca España es que lo que habitualmente se llama ‘nuestras empresas’, las grandes multinacionales, tienen unos intereses coincidentes con los de la mayoría de la población. Pero realmente eso no es así. Por ello, el objetivo del libro es desmontar esa idea diciendo que en realidad los beneficiarios sólo son los grandes empresarios, los grandes accionistas y los políticos. Y esos beneficios se traducen muy poco, apenas nada, en riqueza para la mayoría de la gente, ni siquiera en términos de empleo. Aseguran que defender a ‘nuestras empresas’ es defender a la ciudadanía española porque su progreso va a redundar en beneficio del bien común y de los intereses generales del país, cuando ya se ha visto que no es cierto. Intentamos explicarlo ahora porque el contexto es más propicio que hace unos años. Antes no salían a la luz tantos casos de corrupción, de turbias alianzas entre políticos y empresarios como ahora y la crítica a las grandes empresas era menos propicia. Ahora con los efectos de la crisis que ha avanzado la destrucción de empleo, la devaluación interna, la pobreza y las desigualdades, este discurso, que es el del 15M, encuentra mucha más aceptación.

¿Saben los ciudadanos lo que representa realmente esa marca?

En el libro tratamos de desbrozar esa madeja de la Marca España en la que se mezcla todo. Se mezcla lo mismo Pau Gasol, Ferrán Adriá, la lengua, cultura, los deportes, las tapas, las fiestas… con los viajes del rey acompañando a las grandes empresas al extranjero, los foros político-empresariales donde se toman medidas legales laborales que favorecen a estas grandes empresas. Está todo mezclado en el discurso de Marca España. Lo que tratamos de decir es que todo lo que es folclore, cultura y deporte es la envolvente del regalo, la retórica del discurso, pero la raíz del asunto es la expansión de estas grandes corporaciones y la atracción de inversión extranjera directa, porque en la doctrina económica imperante esos se supone que van a ser los motores de salida de la crisis. Es decir, más negocios de las empresas españolas en el extranjero y más negocios de otras empresas aquí. Entendemos que eso no lo conoce demasiado la mayoría de la población, pero también cada vez se empieza a ver más crítica por los casos de corrupción, de puertas giratorias o el propio papel de la monarquía. Es un discurso que cada vez va teniendo más atención e interés.

Hablas de ‘controlar las transnacionales’, pero ¿eso le interesa a la clase política de un sistema capitalista?

Actualmente no existen esas normas de control vinculante para las grandes corporaciones porque no hay interés en hacerlo y no hay interés en los que tienen el poder, no solo político, sino también financiero. A nivel del Estado español hay una confluencia de intereses entre los políticos que tienen responsabilidades de poder y los grandes empresarios. Se ha formado como toda una clase político-empresarial que es la que dirige los destinos de nuestra economía y las decisiones que se toman a nivel jurídico y laboral son para favorecer a estas compañías. En ningún caso van encaminadas a controlar. Todo lo que tiene que ver con las obligaciones de estas compañías se deja en el marco de la voluntariedad, pero no hay una ley vinculante. Aunque se podría hacer porque la propia Constitución, sin ir más lejos, recoge que la riqueza que se genera está subordinada al interés general. Eso lo dice el artículo 128 de la Constitución española, que deja abierta la posibilidad de nacionalizaciones o expropiaciones de sectores clave de la economía como podrían ser la energía, las finanzas o las telecomunicaciones, si los operadores privados de esos sectores van en contra del interés general. Eso se podría recuperar por parte del Estado y está facultado por la legalidad vigente, pero no hay interés en hacerlo.

¿Esta Marca España pasa por encima de los Derechos Humanos y de la cooperación? ¿Dónde queda nuestra responsabilidad social?

Supuestamente sería una expansión responsable de las empresas españolas con esa cara ‘amable’ de los derechos humanos y la cooperación, pero es muy evidente que no es así. La Marca España no tiene una cara amable por mucho que nos la adornen. Solo hay que ver dónde está yendo el rey a acompañar a las grandes empresas a expandir sus negocios. A Rusia, China, Golfo Pérsico, Marruecos, Colombia, México… a países donde hay una flagrante violación de los derechos humanos. Todos ellos también han sido destino de viajes del presidente del Gobierno y del ministro de Asuntos Exteriores, acompañados de un séquito de grandes empresarios. ‘El AVE a la Meca’ es uno de los ejemplos que siempre pone la Marca España como loable en su expansión internacional. Es un proyecto que además vuelve a aplicar la lógica de la burbuja inmobiliaria y la expansión urbanística de las infraestructuras, que ya hemos visto el resultado que ha dado. Sólo va a beneficiar a unos pocos y además se hace en países con evidentes violaciones de los derechos humanos, para las mujeres en primer lugar pero para la mayoría de la ciudadanía también. Hasta Guinea Ecuatorial fue sede de un partido de la selección española hace unos meses como imagen para defender los intereses de petroleras como Repsol allí. Es toda una retórica que habla de derechos humanos y de nuestro papel en la ONU, pero que luego en la práctica el único interés que hay es el del negocio de esta grandes corporaciones, cuyos beneficiarios serán siempre la misma minoría que puso en marcha este modelo hace muchos años.

¿Qué opinas sobre la Marca Basque Country? ¿Sigue la misma lógica que la Marca España? El Gobierno vasco y el mexicano ya han conversado sobre nuevas oportunidades e intereses comunes en el ámbito energético…

Sí, Iberdrola es una de las empresas más potentes en México ahora mismo. La lógica del Basque Country es muy parecida a la Marca España. En un caso es una retórica del nacionalismo español con los intereses de las grandes corporaciones y en el caso de la marca Basque Country es parecido con grandes estandartes como BBVA o Iberdrola, las dos súper transnacionales con sede aquí en el País Vasco. Es una lógica muy similar porque parte de una receta muy similar: atracción de inversión extranjera como motor de crecimiento, desarrollo y empleo; y expansión de los negocios a nivel internacional de las empresas de aquí en mercados exteriores debido a la caída del consumo interno. Se ve cómo los beneficios de estas compañías están cada vez más fuera de España o del País Vasco. En muchas de ellas, más de la mitad de su beneficio anual, ya está en América Latina y en otras áreas del mundo.

Da la impresión de que estamos gobernados por el poder de las multinacionales. A pesar de los abusos que denuncian, nada parece detenerlas…

Ahí hay un doble marco que tiene que ver con el de estado-nación y con el marco a nivel internacional. Por un lado, a nivel estatal se está dando cada vez más la crítica a estas grandes corporaciones y hay una demanda de mayor regulación. Eso es así, cuando ya es comúnmente aceptado que uno de los orígenes, sino el principal, de la crisis financiera que vivimos es la autorregulación. Dejan que los bancos operen casi sin cortapisas. Pero se deben poner normas a los bancos, por ejemplo, en el campo de los desahucios para que no afecten al derecho a una vivienda digna y a las grandes corporaciones que nos sirven en nuestra casa bienes básicos para la vida diaria: electricidad, agua, telefonía… Eso hay que hacer a nivel nacional e internacional.

En este sentido, en la ONU ya se ha aprobado un debate, que venía desde los años 70, para empezar a elaborar un tratado internacional vinculante para las empresas transnacionales. A eso se han opuesto la UE, EEUU y Japón, las grandes potencias; pero con la actual correlación de fuerzas que hay en el Consejo de Derechos Humanos ha salido adelante, apoyado sobre todo por los países periféricos. Se demandan normas de control porque muchos países ya han visto los impactos de las transnacionales en sus territorios. Debe ponerse el derecho de las personas, por lo menos, al mismo nivel que el derecho de las empresas, que actualmente no es así. Actualmente hay una simetría muy evidente entre los tratados que protegen a las grandes corporaciones y el Derecho internacional de los derechos humanos que no se cumplen. Tenemos que presionar a nuestros gobiernos y a las instituciones internacionales para que avance ese debate.

Tienen presencia destacada en países latinoamericanos Endesa, Telefónica, BBVA, Santander, Repsol, Gas Natural, Unión Fenosa… ¿Todas actúan igual? ¿Todas cometen abusos?

Una gran corporación transnacional que opera en un mercado global sigue una serie de pautas que implican una serie de violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Implican devaluar los derechos laborales, implica no prestar demasiada atención a los impactos ambientales, aunque sus memorias de responsabilidad social digan lo contrario y estén llenas de cascadas y mariposas. En realidad, sus prácticas diarias con sus súper centrales hidroeléctricas, sus campos petroleros, su fracking o sus plataformas en alta mar no son precisamente muy cuidadosas. Buena parte de las multinacionales españolas también se dedican a sectores intensivos en manos de obra principalmente femenina como Calvo con el procesamiento de alimentos, Telefónica con sus call center o Inditex con sus fábricas de textiles.

Hemos caracterizado toda una serie de impactos y entendemos que es un ‘modus operandi’ habitual. Una gran transnacional que opera en el mercado global implica una serie de impactos sociales, ambientales, culturales, económicos y políticos, y que solo rompiendo con esa forma de producción, distribución y consumo a nivel global podrán limitarse esos impactos.

¿Cuánto dinero traen estas multinacionales a España y qué es lo que dejan en América Latina?

En América Latina ven cómo lo que se prometía que iba a llegar con su presencia allí que era desarrollo, progreso y bienestar, 30 años después no es así. América Latina es la región más desigual del planeta, por lo que la llegada de estas compañías no solo no fue positiva, sino que ha sido muy negativa. Pero eso durante mucho tiempo no se ha visto aquí porque hasta la llegada de la crisis se suponía que esos efectos estaban en otros países. Se repatriaba buena parte de ese beneficio, no había una devaluación salarial ni del empleo tan fuerte como ha sido de 2008 hasta aquí y no se veía tanto. Pero ahora esa riqueza que repatriaron aquí ha empezado a verse que se queda en muy pocas manos, sobre todo, en los grandes accionistas y ejecutivos. Y que el resto, no solo no recibe esa riqueza, sino que también tiene toda una serie de efectos brutales sobre nuestras condiciones de vida.

Desde la crisis los efectos de ese modelo se están haciendo sentir aquí mucho y, curiosamente, la salida que se propone para la crisis es la misma que en la América Latina de los años 90. Más inversión extranjera, más llegada de empresas transnacionales, más reformas económicas, más ajustes laborales… Por eso, hacemos mucho hincapié en comparar lo que ha sido América Latina después de las reformas neoliberales hasta aquí porque vamos en un camino muy parecido. Las políticas de austeridad y de disciplina fiscal son muy similares a las que hizo el FMI y el banco mundial en América Latina, solo que ahora las hace la troika aquí.

¿Qué presiones existen para que no se ponga fin a esa clase de acciones?

Hay un entramado político-empresarial de las instituciones que rigen nuestros destinos que son beneficiarios de este modelo y que, por lo tanto, no tiene intereses en que nada cambie. Hacen cambios superficiales, pero no cambian la raíz del modelo económico porque pondría en peligro sus propios intereses. Es lo que ahora se ha popularizado con el término casta, clase política empresarial o puertas giratorias, como queramos llamarle. Pero una gran mayoría de la población no tiene acceso a los beneficios del modelo que tenemos, por eso, es necesario que incidamos en las instituciones a todos los niveles.

OMAL lleva ya tiempo denunciando los trapos sucios de las empresas españolas en América Latina. ¿Tenéis constancia de que vuestro trabajo haya influido en alguna de ellas?

No tanto por nuestro trabajo sino por un trabajo colectivo de muchas organizaciones sociales que en la última década hemos denunciado los impactos de estas grandes corporaciones. El ascenso a los gobiernos en algunos países latinoamericanos como Ecuador, Bolivia o Venezuela de gobernantes que son muy críticos con las grandes corporaciones tiene que ver con dos décadas de denuncia social, política y sindical de los impactos de estas empresas.

En Bolivia antes de que Evo Morales fuera el presidente del Gobierno hubo la guerra del agua y del gas, la denuncia de las privatizaciones… que formaba parte de esa demanda de nuevos gobernantes más afines a los intereses sociales. En Ecuador y en Venezuela pasó lo mismo.

En España, desde que surge el 15M hasta ahora, buena parte de las demandas tiene que ver también con esa crítica a las grandes corporaciones. El 15M surge con una manifestación que es ‘no somos mercancía en manos de políticos y banqueros’. Es una recriminación a esa oligarquía que es puesta en el centro de las denuncias de la mayoría social.

¿No crees que mucha gente piensa ‘con la que está cayendo aquí para qué me voy a preocupar de lo de allí’?

Sí, en parte esa solidaridad con los que lo están pasando mal no ha llegado a calar realmente, porque aquí también hay mucha gente pasándolo mal. Es una estrategia muy vieja pero siguen tratando de enfrentarnos a los de abajo, a la gente que lo está pasando mal, en vez de enfrentar a los de abajo con los de arriba. Dicen a las mayorías sociales que su problema no son las grandes empresas o la patronal, sino que lo es la gente que trabaja al lado la que nos puede quitar el puesto… Aunque la población ya se ha empezado a dar cuenta. Estamos en un buen contexto para seguir defendiendo la solidaridad interna de la ciudadanía de España pero también a nivel internacional.

¿Qué puede hacer la ciudadanía en este sentido? ¿Por qué no actuamos en consecuencia?

Es el miedo. Todavía el miedo a perder el trabajo estando como está todo, a perder la vivienda, todo por lo que nuestros padres han ido trabajando en las últimas décadas, impide que haya más cambios de los que hay. El miedo paraliza, el más evidente es a perder el empleo, cuando cada vez estamos viendo que es más difícil tener un trabajo en condiciones adecuadas. Pero también es cierto que asistimos a un cambio en las encuestas de opinión sobre la situación sociopolítica actual. Hay una demanda social de cambios y de mayor soberanía que va avanzando y se está empezando a romper ese miedo que nos estaba paralizando.

Ver en línea : eldiario.es, 21 de noviembre de de 2014.


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