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Fábricas recuperadas en España, ¿por qué no?

Martín Cúneo

Martes 26 de agosto de 2014

Corría marzo de 1969. De un día para otro, nada menos que la mitad de Torrecilla de Cameros, en La Rioja, unas 144 familias, se vio obligada a emprender un éxodo hacia Viana, en Navarra, donde se había trasladado la empresa de muebles para la que trabajaban. Allí, siete bloques de pisos fueron construidos para albergar a las 640 personas emigradas. Unos pocos años después, Fermín Peña, con apenas 14 años, empezó a trabajar en la empresa. Y lo sigue haciendo ahora, 38 años después. A punto estuvo, junto con el resto de la plantilla, de quedarse en la calle hace dos años, tras el cierre de Muebles Salcedo. Ahora ya no se llama Muebles Salcedo, sino Muebles Viana. Y la empresa es de los trabajadores.

La compañía se había ganado fama de combativa en repetidos ciclos de huelgas. No iba a ser tan fácil terminar con ellos. “Empezaron a decir que las cosas iban mal y los dueños decidieron cerrarla”, cuenta Peña a Diagonal. Al igual que otras 250.000 empresas desde el inicio de la crisis, Muebles Salcedo se veía obligada a echar el cierre.

Las perspectivas para los 132 trabajadores no podían ser peores. “En la época en la que estábamos y con los años que tenemos... había que agarrarse a algo. Si no era ahí, ¿dónde íbamos a trabajar? Salvo dos o tres, todos tenemos ya más de 50 años”, dice Fermín. Con el dinero adelantado que obtuvieron de la capitalización del desempleo, los trabajadores compraron la empresa y la convirtieron en cooperativa.

Una historia que se ha repetido desde el inicio de la crisis, en 2008, con diferentes nombres: Mec10, Profinox, Zero-Pro, El Nou Rals, Tafinox, Curvados Alzania... El número exacto de empresas ‘coope­rati­vi­za­das’ se desconoce, pero todos los que han estudiado el fenómeno coinciden en señalar que son cientos y que cada vez son más. Sólo en 2012, último año del que hay datos, los trabajadores se hicieron con el control de 150 empresas en quiebra o en riesgo de quiebra en Europa. La mitad de ellas se encontraba en España, según la Confederación Europea de Cooperativas de Trabajo.

Empresas ‘cooperativizadas’

“Cuando se habla de fábricas recuperadas, lo que viene automáticamente a la cabeza es la experiencia argentina”, dice Mariana Vilnitzky, periodista de la revista Alternativas Económicas. En España, comenta esta periodista de origen argentino, “existen otras fórmulas”.

Muchas de las empresas cooperativizadas surgen de la capitalización del paro o de las indemnizaciones de los trabajadores despedidos, que deciden hacerse con la empresa. En otras ocasiones, la plantilla pacta con el propietario la transformación de la empresa en una cooperativa para evitar el cierre. Éste fue el caso de Cuin Factory, en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), donde el mismo dueño se convirtió en uno más de los miembros de la cooperativa, cobrando lo mismo que todos los demás: 900 euros. En otros casos, los trabajadores víctimas de un ERE crean un nueva entidad y se quedan parte de los clientes o usuarios, como ocurrió con Musicop, una cooperativa creada por los 35 trabajadores despedidos de la Escuela de Música de Mataró (Barcelona), dependiente del Ayuntamiento. La nueva cooperativa no sólo se ha mantenido, sino que ha creado nuevos puestos de trabajo.

A pesar de este auge de empresas cooperativizadas, el fenómeno sigue sin ser significativo en relación a la destrucción de empleo provocado por la crisis. Según comenta Vilnitzky, las consultas para iniciar nuevas cooperativas se han triplicado en muchas comunidades autónomas. Pero a veces es demasiado tarde. “Cuando llegan a preguntar, es porque ya se han comido todo el paro, cuando ya estuvieron buscando y buscando trabajo... Entonces es cuando generalmente empiezan a pensar en armar algo propio. El problema es que cuando llegan a ello ya no tienen forma de financiarlo”, dice. “En Argentina no tienes paro, no tienes nada –continúa– en el momento en que te vas a quedar sin trabajo, la necesidad de luchar por tu puesto de trabajo es mucho mayor. El problema es que todavía en España hay gente que piensa que, si se queda sin trabajo, igual de aquí a unos meses consigue algo”.

Mejores resultados

“Las cooperativas son las que están aguantando mejor la crisis”, afirma a Diagonal Juan Antonio Bernabéu, autor del libro Las cooperativas de trabajo asociado como solución a la reestructuración empresarial en épocas de crisis económica. “Las cooperativas mantienen el empleo, son capaces de generar empleo, de evitar el cierre de empresas. Esto se demuestra con las cifras”, argumenta Bernabéu. Hasta 2013, las cooperativas se habían limitado a destruir empleo con un ritmo ligeramente inferior al resto de empresas, pero el año pasado cambió la tendencia: por primera vez desde el inicio de la crisis, el número total de cooperativas crecía, un 23% más que el año anterior, confirman desde la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado (Coceta).

Bernabéu argumenta que esta mayor resistencia de las cooperativas frente a las empresas tradicionales se debe a que tienen mayor capacidad de adaptación: “No son empresas al uso, son empresas participativas, democráticas, en las que todos los cooperativistas son dueños de la empresa, algo que les permite una agilidad de adaptación que no tiene ninguna empresa estándar”. Una capacidad de adaptación, reconoce, que tiene su reverso oscuro en la autoexplotación y formas muy diversas de entender el cooperativismo, en una gama que va desde empresas de tres empleados hasta un grupo como Mondragón, que en 2012 daba trabajo a más de 80.000 personas.

El motivo último de este crecimiento del cooperativismo y de las empresas ‘recuperadas’, resume Bernabéu, se halla en que se trata de un “modelo que en estos momentos está funcionando mejor que la empresa clásica”. También “de la necesidad de la gente, que no quiere quedarse sin trabajo”. Como el caso de Muebles Viana. “La empresa se iba cerrar... y nos agarramos a esto para poder tener trabajo. Y parece que hemos acertado”, dice Fermín Peña.

¿Hay o no hay fábricas recuperadas?

En España no existen por ahora fábricas recuperadas por los trabajadores que hayan conseguido reiniciar la producción forzando la legalidad. Mucho menos que hayan conseguido, como en el caso argentino –donde existen 300 empresas recuperadas que dan trabajo a 10.000 personas–, que las autoridades expropien a los antiguos dueños para entregar la empresa a los trabajadores. Lo intentó la plantilla de T-Solar en 2013, que mantuvo ocupada esta fábrica de paneles solares de Ourense durante 129 días para evitar un ERE que afectaba a 170 personas. Pero tuvieron que abandonar la lucha cuando el juez ordenó el desalojo. “La ley no les ayuda, los jueces no les ayudan, sobre todo cuando hay grandes inversiones, maquinaria... La mayoría de las veces los trabajadores tienen que empezar de cero”, dice Mariana Vilnitzky.

Ver en línea : Diagonal, 14 de agosto de 2014.


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