Amanda
María González Reyes
Miércoles 20 de agosto de 2014
“No quiero que mi hija acabe limpiando tu casa por una miseria” le dijo cuando, por segunda vez, se negó a hacerle un contrato “por eso me he puesto en contacto con las otras mujeres y ya ninguna vamos a trabajar en estas condiciones”.
Él la miró y detuvo los ojos en sus manos, con puños cerrados. “Que vengan las demás que piensen como tú” dijo. Y fueron, no ese día, sino al día siguiente. No solo ellas, sino también muchas otras.
Tuvieron sus contratos.