Tiemblan

María González Reyes

Domingo 24 de agosto de 2014

El tren chirriaba pero ninguno de los dos mostró interés por subir la ventanilla para reducir un poco el ruido. Sabían que no iban a hablar. Sujetaban con sus cuerpos la bici que se movía con el traqueteo de aquel vagón viejo. Ambos sentían cómo el frío del hierro de ese trasto, con el que ella se empeñaba en seguir moviéndose por la ciudad, atravesaba sus pantalones. Sentir lo mismo era, de alguna manera, como si se estuvieran tocando. Ambos temblaban un poco. Pero no habría ni un roce ni una mirada hasta que llegasen al punto de encuentro que tenían acordado con el resto de compañeros. La cita de seguridad después de la acción. Eran tiempos difíciles. Ella amaba tanto la vida que no encontraba otro modo de transitarla que confrontando la barbarie. Él comenzó a participar cuando entrelazó sus manos con otras manos que se volvieron ásperas de tanto utilizarlas.

Y ya ambos habían pasado medio siglo de vida, y más de treinta años mirando las injusticias de frente. Mirando a los opresores de frente. Sabiendo que, igual que ellos, los poderosos también tiemblan.

 


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