Desactivando los conflictos

Es innegable que, para las empresas transnacionales, una buena reputación corporativa y una imagen confiable son una forma de dejar en fuera de juego a las organizaciones sociales que se oponen a sus actividades. Pero, además de recurrir a las campañas publicitarias y a las técnicas de comunicación, las grandes compañías han visto que la RSC es un instrumento para incidir directamente sobre las comunidades locales y los movimientos de afectados por las operaciones de las multinacionales con el fin de desactivar los conflictos que hayan podido surgir.

En este sentido, las transnacionales utilizan las políticas de acción social y los programas de apoyo a las comunidades locales como una forma de legitimar su actividad y ganarse la licencia para operar. Y se centran, como no podía ser de otra manera, en las regiones donde se ha producido una mayor conflictividad social y ambiental. Así, la inversión de algunos fondos para compensar a las poblaciones afectadas y otorgar de forma selectiva “recursos para el desarrollo” a grupos sociales vulnerables —convenientemente acompañada de campañas de marketing y, en algunas ocasiones, de otras formas de presión— se han convertido en un factor determinante a la hora de debilitar la posición de las organizaciones sociales frente a las empresas.

El conflicto que tuvo lugar con la construcción de una gran central hidroeléctrica de Endesa en la región del Alto Bio-Bio (Chile), por ejemplo, pudo ser desactivado gracias a la concurrencia de todas estas vías de “convicción”: a las fuertes presiones gubernamentales se unió una agresiva campaña para dar a conocer los beneficios de la energía eléctrica y, al final del largo proceso, se acabó por otorgar una compensación monetaria a las familias mapuche-pehuenches que habitaban en la zona.

En un sentido parecido, Repsol ha sido objeto de una campaña internacional de denuncia de sus actividades en Bolivia, Ecuador, Perú, Argentina y Colombia, y ha sido duramente cuestionada por los gobiernos boliviano y ecuatoriano; a la vez, la empresa incrementó notablemente la partida destinada al desarrollo comunitario dentro de sus programas sociales y culturales: en 2008, Repsol llegó a destinar el 63% de su inversión total en acción social a las relaciones con las comunidades.