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Claves para enfrentar el poder de las grandes corporaciones

Juan Hernández Zubizarreta, Erika González y Pedro Ramiro (Crónica Popular, junio de 2013)

Jueves 27 de junio de 2013

En las cuatro últimas décadas, el avance de los procesos de globalización económica y la expansión a escala planetaria global de las políticas neoliberales han servido para construir un entramado político, económico, jurídico y cultural, a nivel global, del que las empresas transnacionales han resultado ser las principales beneficiarias.

Es evidente el poder que, en términos económicos, tienen las corporaciones transnacionales. Basta comprobar, por ejemplo, cómo la tercera mayor empresa del mundo, Wal-Mart, maneja un volumen anual de ventas que supera la suma del Producto Interior Bruto de Colombia y Ecuador, mientras la petrolera Shell tiene unos ingresos superiores al PIB de los Emiratos Árabes Unidos. A pesar de que existen miles de transnacionales que parecen competir libremente en el mercado global, apenas unos cientos de ellas controlan hoy a todas las demás: 737 multinacionales monopolizan el valor accionarial del 80% de total de las grandes compañías del mundo, y solo 147 controlan el 40% de todas ellas.

Asimismo, las compañías multinacionales disponen de un innegable poder político: son moneda de uso corriente las estrechas relaciones entre gobernantes y empresarios, no hay más que ver cómo, por citar solo algunos casos, los expresidentes González, Aznar, Blair y Schröder han entrado en el directorio de corporaciones como Gas Natural Fenosa, Endesa, JP Morgan Chase y Gazprom, respectivamente, de la misma manera que, en sentido contrario, Mario Draghi y Mario Monti pasaron de Goldman Sachs a las presidencias del Banco Central Europeo y del gobierno italiano.

Igualmente, las empresas transnacionales poseen una extraordinaria influencia sobre la sociedad tanto en el terreno cultural —las grandes compañías emplean la publicidad y las técnicas de marketing para consolidar su gran poder de comunicación y persuasión en la sociedad de consumo— como en el plano jurídico: los contratos y las inversiones de las multinacionales se protegen mediante una tupida red de convenios, tratados y acuerdos que conforman un nuevo Derecho Corporativo Global, la llamada lex mercatoria, con el que las grandes corporaciones ven cómo se protegen sus derechos a la vez que no existen contrapesos suficientes ni mecanismos reales para el control de sus impactos sociales, laborales, culturales y ambientales.

Todo este poder que han acumulado las empresas transnacionales se ha venido acrecentando, de forma acelerada, desde los años setenta hasta hoy. Esto es, desde que con la aplicación de las medidas económicas promovidas por Milton Friedman y la Escuela de Chicago, el neoliberalismo fue imponiendo su ideología por todo el globo aprovechando los golpes militares, las guerras, las catástrofes naturales y las sucesivas crisis económicas para ir introduciendo drásticas reformas sin apenas oposición popular en el marco de “la doctrina del shock”.

En los últimos cuatro años, desde que estalló el crash financiero global, y siguiendo la máxima de “privatizar las ganancias y socializar las pérdidas”, las instituciones que nos gobiernan están aplicando en Europa las mismas políticas que se llevaron a cabo en los países periféricos en las décadas de los ochenta y noventa: reformas laborales que recortan derechos básicos de los trabajadores y trabajadoras, modificación del sistema de jubilaciones para favorecer los planes de pensiones privados, aumento de los impuestos indirectos y de la fiscalidad sobre las rentas del trabajo, reducción de la tributación de empresas y grandes fortunas, mercantilización de los servicios públicos que todavía quedan por privatizar, eliminación de la inversión pública en educación, sanidad, cooperación, dependencia…

De este modo, mientras se inyectan presupuestos públicos millonarios a las mismas empresas que durante todos estos años se han beneficiado de la falta de regulación del sistema económico y financiero, la crisis es la excusa para avanzar con más fuerza en el desmantelamiento del Estado del Bienestar, la privatización de los bienes comunes y la apertura de puertas al capital transnacional para que pueda controlar más y más cuestiones que tienen que ver con los derechos fundamentales de la ciudadanía. Las compañías multinacionales controlan los sectores estratégicos de la economía mundial: la energía, las finanzas, las telecomunicaciones, la salud, la agricultura, las infraestructuras, el agua, los medios de comunicación, las industrias del armamento y de la alimentación.

La crisis capitalista no ha hecho sino reforzar el papel económico y la capacidad de influencia política de las grandes corporaciones, que tan pronto hacen negocio con los recursos naturales, los servicios públicos y la especulación inmobiliaria, como con los mercados de futuros de energía y alimentos, las patentes sobre la vida o el acaparamiento de tierras. Eso sí, asistimos a una crisis sistémica que no es solo económica, sino también ecológica, social y de cuidados, que está produciendo estragos en las condiciones de vida de la mayoría de la población mundial.

En este complejo contexto, resulta imprescindible continuar con la investigación, el análisis, la denuncia y la movilización en contra de los abusos que cometen las empresas transnacionales en su expansión por todo el globo. Porque, lejos de debilitarse con la actual crisis económica y financiera, el hecho es que las grandes corporaciones continúan fortaleciendo su poder e influencia en nuestras sociedades gracias a sus renovadas estrategias corporativas y a la constante aplicación de nuevos modelos de negocio.

Por eso, a la vez que se profundizan las desigualdades y las mayorías sociales ven cómo sus derechos quedan relegados frente a la protección de los intereses comerciales y los contratos de las compañías multinacionales, se hace más necesario que nunca fortalecer las luchas y resistencias en contra de las empresas transnacionales. A la vez, ha de avanzarse en la reflexión y la construcción de alternativas socioeconómicas que nos permitan mirar más allá del capitalismo, abriendo ventanas hacia esos otros modelos posibles, otras realidades que no pasen por situar a las grandes corporaciones en el centro de la actividad de la sociedad sino que, justamente al contrario, las desplacen a un lado para colocar en su lugar a las personas y a los procesos que hacen posible la vida en nuestro planeta.

El Diccionario crítico de empresas transnacionales (Icaria, 2012) surge, justamente, a partir de esa idea: frente a la enorme capacidad y la variedad de recursos que tienen las grandes compañías para imponer su pensamiento y convencernos de que no hay alternativas, es necesario construir otros discursos que se enfrenten al hegemónico y que transmitan que no solo es posible, sino que es imprescindible, repensar la centralidad del capital transnacional en la economía y, en general, sobre la vida en el planeta.

Para ello, hay que romper con la creencia generalizada de que la economía, el derecho, las relaciones internacionales, la cooperación al desarrollo son disciplinas que únicamente pueden ser abordadas por los técnicos oficiales y especialistas acreditados en la materia. Porque ese es, precisamente, uno de los argumentos que imponen las escuelas neoliberales para deslegitimar la movilización social contraria a sus dictados. En este sentido, partimos de la base de que tanto la caracterización de estos fenómenos como la definición de propuestas alternativas para el control de las multinacionales no deben ser un asunto exclusivo de despachos de abogados, reputados economistas ni expertos en cuestiones internacionales: sobre todo, esta tarea ha de venir de la ciudadanía. Y es que, si el pensamiento dominante en derecho y economía forma parte de la estructura hegemónica de dominación, sólo podrá convertirse en un vehículo contrahegemónico si se subordina a la acción política.

De ahí que, desde una perspectiva crítica sobre esta realidad, esta publicación se dirija al profesorado y al alumnado universitario, a los movimientos sociales y a las organizaciones políticas y sindicales, a las miles de personas que desde la primavera de hace dos años vienen llenando las calles y las plazas de multitud de ciudades con ganas de conocer lo que está pasando para, seguidamente, poder ponerse manos a la obra para transformarlo. Por eso, el diccionario ha sido elaborado por cuarenta autores y autoras que, partiendo de su trabajo en la academia, las organizaciones sociales o el movimiento sindical, comparten la visión de que es necesario buscar la globalidad, la interdisciplinariedad, la precisión y, al mismo tiempo, los instrumentos que nos permitan avanzar en la formulación de alternativas al sistema imperante.

Esperamos que con herramientas como esta podamos seguir contribuyendo a tender puentes entre la universidad y los movimientos sociales, de forma que la construcción del discurso apoye la acción política y viceversa. Y que redunden, al fin y al cabo, en el avance de modelos alternativos que puedan hacer frente al pensamiento dominante.


Juan Hernández Zubizarreta, profesor de la UPV/EHU e investigador del Instituto Hegoa; Erika González y Pedro Ramiro, investigadores del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) - Paz con Dignidad.

*El presente texto es un resumen de la introducción del "Diccionario crítico de empresas transnacionales" (Icaria, 2012).

Ver en línea : Crónica Popular, 24 de junio de 2013.


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